MUSICA › CACHORRO LóPEZ, LA PRODUCCIóN, LOS GRAMMY Y METEOROS
Tras varios años intensos en la tarea de productor, se dio el gusto de integrar una banda con Ale Sergi, Julieta Venegas y Didi Gutman, que acaba de editar su debut, Meteoros: “Soy un tipo muy inquieto. Me gusta empezar a tocar y dejar las cosas en el momento dulce”.
› Por Yumber Vera Rojas
Si bien pasaron varias décadas desde que cambió el rugby por el bajo, Cachorro López no perdió el interés por el deporte de sus amores. “No volví a pisar una cancha porque no es algo para hacer a medio tiempo”, advierte el otrora segunda línea de Alumni, quien se ganó su apodo en su época de jugador, a causa de su altura y desmaña. “Tampoco voy a ver los partidos locales, pero disfruto mucho los mundiales, porque me apasionan, al igual que el Rugby Championship”. Aunque estuvo lejos de ser un Puma, el ex integrante de Los Abuelos de la Nada volvió a hacer historia en la noche del 19 de noviembre, en el MGM Grand Garden Arena de la ciudad de Las Vegas, al ganar tres de los seis Grammy Latino para los que estuvo nominado. Así que a partir de ahora serán 14 estatuillas con forma de gramófono las que lucirá orgulloso el coautor de “Color esperanza”, en el rincón que le dedicó al premio de la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación, en su estudio (hay otro para los Gardel), erigido en el barrio porteño de Saavedra.
Además de alzarse con la categoría Mejor canción de rock gracias a “Esclavo de tu amor”, de Vicentico –de la que es coautor–, López se hizo igualmente de la Grabación del año a través del álbum Hasta la raíz, de Natalia Lafourcade, en el que fue coproductor junto a la cantautora mexicana, quien se transformó en la gran triunfadora de la decimosexta entrega del Grammy Latino. “Se veía que Natalia iba a arrasar con los premios”, asegura el músico argentino, que también, por ese disco, se llevó el trofeo Mejor álbum alternativo. “Me parece que éste es su año, y le está yendo increíble con su tour (actuó recientemente en el Teatro Vorterix de Buenos Aires)”. No obstante, pese a que son muchas las luminarias del pop y del rock latinoamericano que recurrieron a esta suerte de oráculo para el éxito, ni cerca estuvo de hacerlo con otras. “Si alguien no me llama es porque está bien así. No me necesita”, argumenta. “La única chance que tuve de hacer algo con Cerati, por ejemplo, fue en la época de Nada personal de Soda Stereo. Pero no se dio”.
–Uno de los motivos por los que estoy vinculado a ese premio es porque tengo la fortuna de trabajar con artistas que hacen cosas valiosas, y que tienen repercusión. Siempre es agradable tener un Grammy. Prefiero llevármelo a quedarme sin él. Son una especie de cariño que te da la industria discográfica por tu trabajo. Sé que tampoco uno se lo puede tomar muy en serio porque no sabría decirte cuál es el mejor disco, la mejor canción, el mejor productor o el mejor ingeniero. Existen rachas, ataques de popularidad que le agarran a un disco, y que se reflejan en todos los que tuvieron que ver con éste. Hay un poco de política y mucho de lobby. Si lo gano o no, me lo tomo con soda.
–Vicentico tuvo dos nominaciones en esta entrega, al tiempo que gané una estatuilla con él anteriormente. Es cierto que tengo más premios por artistas mexicanos que por músicos locales. Argentina ya no es más la punta de lanza del pop o del rock, como solía serlo en los ochenta, por una serie de factores. México, aparte de poseer un movimiento cultural tremendo, tiene más población y mucha gente viviendo en Estados Unidos, que copa cierta área del público norteamericano que escucha música en español. Además, y con todo el amor a los Grammy, pues me tratan muy bien, es una transmisión de la cadena televisiva Univisión, que acá ni llega. Así que me parece que es un evento más bien orientado a las escenas mexicana, centroamericana y caribeña.
–Estuve en la primera edición de los Grammy Latino, que era totalmente diferente. Yo fui por un disco del grupo español Ketama, y en ese entonces no era una transmisión de Univisión, sino de una cadena norteamericana. Así que todo estaba muy centrado en qué artista podía llegar a ser un crossover, casi diría que muy cerca de cantar en inglés. Era muy raro. Me parecía que estábamos fuera de lugar. Ahora cambió a esto. Si bien hay muchos rubros, los argentinos estamos bien posicionados en las categorías que tienen que ver con el rock.
–Lo que pasó en la Argentina es algo antipático de decir, pero lo digo con todo cariño. Yo estuve en México produciendo los dos primeros discos de Caifanes, y viví la movida mexicana con gente a la que le gustaba el rock argentino. Para ellos, Buenos Aires era Londres. Una de las cosas que le pasó al país fue el rock chabón, que tiene absoluto valor artístico, no lo cuestiono, aunque su estética está más relacionada con la hinchada de una cancha de fútbol. Es una expresión tan argentina que no se puede exportar a otros países, con códigos culturales diferentes, porque no se entiende. Hoy en día, muchos de los lugares donde se toca, al igual que la radio, programan este tipo de música. Y ésa fue una de las razones por la que Argentina perdió su lugar relevante no sólo en el rock, sino en la música popular latinoamericana.
–Hay toda una movida de cantautor alternativo independiente que, si bien reconozco que tiene cosas muy buenas, por una cuestión de afinidad musical no es la más cercana a mí. Me gustan grupos de pop y de rock jóvenes como Cállate Mark, Rayos Láser, Indios, y, dando un salto hacia el otro extremo, Eruca Sativa. Son ciclos. Cuando comenzamos con Los Abuelos de la Nada estaban Virus, Soda Stereo, Los Twist, Sumo, y Charly García en un momento absolutamente brillante. Había un hervidero de bandas y sensación de cosa nueva, lugares para tocar, y un público que estaba interesado en lo que hacíamos. Ahora todo es diferente porque la realidad es que también cambió el planeta.
–Estoy dispuesto a bajar violentamente mi rango de presupuesto para hacer algo por amor a la cultura porque me divierte. Pero, por una cuestión de inversión de mi tiempo, lo haría a través de tracks sueltos. Hoy en día se escucha más la música disgregada, y se perdió el concepto de obra que tenían los álbumes antes. Estoy atento, y de vez en cuando hago alguna cosita así.
–El productor tiene la misma función en un estudio casero que en uno grande. Es el que ayuda al artista a encontrar el repertorio, al igual que a grabarlo, cantarlo y arreglarlo de la manera óptima, y a darle el mejor sonido posible. Es una función que no desaparece, salvo si el artista es autosuficiente. Pero nadie puede hacer todo. Tampoco soy un productor ejecutivo, no invierto ni me hago cargo de la carrera de nadie. Soy una suerte de asesor de los músicos. cambio de mecánica de la industria no afecta a mi oficio porque el dinero sigue fluyendo, pero por otros canales. La gente siempre va a tener necesidad de música, y ésta se encuentra muy vigorosa en este momento.
–No tengo fibra de empresario. Una vez que lanzaste un disco, hay que hacer un seguimiento que no me interesa. Así que paso mi tiempo en el estudio, a veces más del necesario. Pero me divierte eso más que seguir la carrera de un artista. Cuando te va bien como productor, existe la sensación de que la industria te empuja a que asumas un rol más directivo, y a que delegues la parte estrictamente musical del estudio. Y a mí no se me da bien eso. Si no estoy en la sala, estoy componiendo algo, me voy a la montaña, esquío o hago otra cosa. Me dediqué a la música porque me gusta tocar.
Luego de que Los Abuelos de la Nada convocaran a Charly García para que fuera el productor de su álbum debut, a López se le despertó la curiosidad por la profesión. Lo que confirmó más tarde, en el tercer disco del grupo liderado por Miguel Abuelo, Himno de mi corazón, cuando hizo las veces de traductor del ingeniero inglés que trabajó en ese repertorio. Sin embargo, al mismo tiempo que se afianzaba en su nuevo rol, el nigromante del hit de 59 años, una vez que se disolvió su agrupación insignia, y tras ser reclutado por Miguel Mateos, comenzó a aburrirse de las giras hasta que finalmente dejó los escenarios por los estudios. “No es que no me divierte actuar en vivo; pasa que no me interesa el trajín de la gira larga ni hacer tantas veces los mismos temas”, explica el artista, sentado en un sofá de cuero blanco ubicado detrás de la consola de su sala de grabación, cerca de sus trofeos y de su colección de bajos y guitarras. “Eso me pasa a mí porque soy un tipo muy inquieto. Me gusta empezar a tocar, y dejar las cosas en el momento dulce”.
Meses atrás comenzó a circular el rumor de que López se colgaría nuevamente el bajo en un proyecto musical con características de supergrupo. Se trata de Meteoros, del que también forman parte Julieta Venegas, Ale Sergi y Didi Gutman (Brazilian Girls / Masa), y que recientemente lanzó su álbum debut, llamado igual que el cuarteto. “Tribalistas es un supergrupo latinoamericano que me gusta”, comparte el productor y músico, para después aclarar: “No pensamos en nosotros en función de eso, sino como un grupo de amigos al que le divertía la idea de juntarse para componer, arreglar y tocar. Todo en tiempo real. Ésa fue la propuesta, y me divirtió. Vamos a tocar en vivo, pero serán shows acotados por el calendario, y por las distancias geográficas que hay entre nosotros. Por el momento está confirmado el Lollapalooza del año que viene, a lo que le agregaremos un teatro, y nada más. No hay falta de ambición. Era un paso tan divertido de dar que no hubo un pensamiento más allá del presente”.
–Hace veintipico de años. Luego de Los Abuelos de la Nada, hice giras por Latinoamérica con Zas, pero en otro rol, más de acompañante de Miguel (Mateos). Meteoros es una reedición más adulta, y con menos compromiso, tiempo y calendario, de lo que me pasaba con Los Abuelos de la Nada. Siento que es mi banda, y que me representa. Si no volví a hacer nada después fue porque un verdadero grupo no se hace, ocurre. Está conformado por músicos con carreras muy avanzadas, y es algo hecho desde la sabiduría. Cuando lo hicimos, no sabíamos muy bien qué iba a pasar, ni que en tres semanas tendríamos listo un disco.
–Pese a que lo que hicimos en el álbum no fue muy consciente, hubo dos consignas. La primera fue no escribir letras de amor. Debido a que Julieta y Ale componen sobre temas muy personales, al ser un grupo tenía más sentido que el discurso fuera más universal que individual. La otra premisa fue no súper producir esto como si fuera una orquesta electrónica. Grabamos música que pudiera tocarse en vivo.
–Compongo mucho con Ale. Lo hicimos tanto para Miranda! como para artistas que produje. Lo mismo con Julieta. Incluso nos cruzamos los tres para discos de ella. Con Didi no compuse, pero ya lo conocía, y me parecía que sería un buen aporte. Además, y esto es lo más interesante de Meteoros, es que escribí canciones con músicos que me gustan.
–Meteoros vino de la saturación de hacer un disco tras otro durante muchos años. Así que estoy relajándome. Sé que el año que viene voy a colaborar con Ale en el nuevo álbum de Miranda! Pero eso es lo único que tengo en carpeta.
–Es lógico. Cuando surgió la new wave, todos los grupos añoraban a T. Rex, o a los Kinks. Es una antorcha que pasa de generación en generación. El problema es cuando no se genera algo fuerte, y la gente se queda anclada en la nostalgia. Pero en el medio entre esa época y ésta surgieron propuestas muy buenas. Si bien los ochenta fueron unos años increíbles, por la vuelta a la democracia, por el momento económico y por la inocencia que existía, más tarde aparecieron Illya Kuryaki and the Valderramas, Babasónicos, Miranda!, y algunos artistas más que no me vienen a la cabeza ahora. Así que ese recambio existió, y seguirá sucediendo. Yo soy optimista en ese aspecto.
Si bien este año se cumplen tres décadas del disco en vivo Los Abuelos en el Opera, en 2014 se celebraron las bodas de perla de Himno de mi corazón. El tercer álbum de estudio de la banda, que incluye hits como “Lunes por la madrugada” o el tema que le da título al trabajo, fue grabado en los Estudios Mediterráneo de Ibiza. Lo que significó el regreso de Miguel Abuelo y Cachorro López al lugar en el que se conocieron a mediados de los setenta, y en el que despegó la segunda etapa de Los Abuelos de la Nada. Sin embargo, desde aquel entonces el otrora bajista de la agrupación no volvió más a la isla. “Estoy seguro de que no me va a gustar si voy, porque la conocí en un momento dorado”, asegura sin pensárselo dos veces. “Ahora bajan charters con gente que va a enfiestarse 36 horas y que ni siquiera pasa por la playa. Aunque parece divertido, no es un lugar donde quiera pasar mi tiempo. Nosotros vivimos en Ibiza totalmente aislados del mundo. Era un microcosmos fuera de época. Fui porque tengo muchos amigos que fueron, y me pareció genial lo que me describieron. Me olvidé de la idea de ser un músico profesional, y de tener una carrera. Quería estar todo el día tocando, y sobreviviendo de la manera que pudiera en esa especie de idea bucólica”.
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