MUSICA › A LOS 48 AÑOS, MURIO EL CANTANTE ESTADOUNIDENSE SCOTT WEILAND
La banda con la que se hizo famoso no era de Seattle sino de California, pero Weiland se las arregló para arrastrar multitudes que encontraron en el sonido rabioso de los 90 un nuevo símbolo. Su biografía combina una vida atormentada con la pasión por el exceso.
› Por Luis Paz
Luego de publicar su debut Core en 1992 y de sacar el video de “Sex Type Thing”, los Stone Temple Pilots recibieron un seminario exprés de corrosión crítica desde diarios de información general, pero también de publicaciones de rock. El criterio era que, en el mejor caso, llegaban tarde: Pearl Jam, Nirvana y Soundgarden ya habían mostrado esa data (Ten y Nevermind son del 91), y también aparecía en bandas previas, incluso desde el heavy metal y un hard rock medio glam (Alice in Chains, Mother Love Bone). Pero el peor panorama los sumariaba como músicos de la baja California colgados de una escena surgida 2000 kilómetros al norte, en Seattle. Y se insistía con que aunque su cantante Scott Weiland –fallecido el jueves, a los 48 años, por razones no aclaradas– simulaba padecer y teorizar las dolencias emocionales del piberío estadounidense, el mito los develaba como precoces y reventados sexotoxicópatas, demasiado pasado de testosterona para decir algo en serio.
La juventud rockera de la costa oeste, tanto el extremo norte grungero y el profundo sur alternativo, acreditó a la banda con un fanatismo y un impacto comercial inmediato. Los reveses oscuros, dramáticos y catastróficos de las letras de Weiland coincidían con sus historias de abandono infantil, padres separados, novias violadas, golpizas, pobreza, aburrimiento, marginación y abuso: a los 12, Weiland fue violado por un pibe robusto que iba al último año de su secundaria, contó. Pero ese lugar ya estaba bien ocupado por Kurt Cobain de Nirvana y Layne Staley de Alice in Chains. Uno de un escopetazo en 1994 y otro de sobredosis en 2002, muertos. Weiland, cantante de Velvet Revolver en los 2000, falleció antes de las 20 del jueves y su cuerpo fue encontrado por la policía en el micro de gira, estacionado frente a un motel de Bloomington, Minnesota. Los sobreviven Eddie Vedder (Pearl Jam) y Chris Cornell (Soundgarden), los sobrevuela una sensación de profecía autocumplida, como si tanto hubieran hecho Cobain, Staley y Weiland por ajustarse a ese dolor como su realidad, no traicionar a los que les creyeron y mostrar la imbecilidad de críticos.
Al fin, esa prepotencia de trabajo en lo macabro, desde la que alimentó un uso problemático de drogas y alcohol, determinó a Weiland y lo depositó en la repisa de los mártires tóxicos. Weiland, STP y Velvet Revolver son inenarrables sin incluir a las drogas, y entre ellas hay que anotar el uso narcótico del ego. Quizás todo haya empezado cuando a los dos años de Scott Richard Kline, nacido el 27 de octubre del 67, sus padres se separaron. Quizás no: “Mi niñez fue ver pastizales y recibir picaduras de abejas, jugar fútbol y béisbol, vivir en una casa linda y esperar, siempre esperar, por la llegada del verano para ir a California a ver a mi papá”, contó el músico –que tomó su apellido definitivo del segundo marido de su mamá– en sus memorias Not Dead & Not For Sale. O “Ni muerto ni en venta”.
Weiland estaba de gira con The Wildabouts, su actual banda solista, con la que probablemente acabaría bajando a Argentina. Es que en la última década había construido un puente intracontinental. En 2007 tocó en River, junto a Aerosmith, para un Quilmes Rock, y además hizo un concierto en Obras. En 2008 volvió al Pepsi Music en el Club Ciudad. En ambas ocasiones fue al comando vocal de Velvet Revolver, el grupo al que lo convocaron los ex Guns N’ Roses (Slash, Duff McKagan y Matt Sorum) y que dirigía Slash. El final de ese grupo fue sintomático: primero él pidió cambios en la banda, Slash declaró que Scott no tocaría más, Weiland lo desmintió, Velvet Revolver lo confirmó aduciendo “su conducta impredecible sobre el escenario” y días más tarde, Weiland insultó a un fan en un recital solista en Nueva York y quiso trompearlo. Meses después, los STP lo acusaron de “secuestrar nombre y canciones del grupo para promover su carrera solista”. Al fin, en 2010 STP tocó, con Weiland, en el Luna Park. En 2011 de nuevo. Y en 2012, él lo hizo solo en Groove. Los dos discos de Velvet Revolver, reediciones y novedades de Stone Temple Pilots y DVDs de ambos grupos figuran en las bateas locales.
Pero el desarrollo e imposición de STP como banda mítica y de Velvet Revolver como fenómeno musical y comercial (fue “el supergrupo” de los 2000 meridianos) llevó un proceso de décadas de obra y de desgaste para Weiland. Su trabajo como letrista y su perfeccionamiento como cantante se enhebraron con noticias de corte policial en un identikit público que se redibujó permanentemente, desde su aparición como pibe grandote, fachero aunque tirando a pendenciero en su look, que cantaba cavernosamente desde un Unplugged de MTV, a un escuálido desorbitado y rapado en el cambio de siglo, a un rockero atlético de barba leve en su última época.
Antes de Core, STP venía construyendo una reputación en pubs de San Diego, California, y aledaños. Era progresiva hasta el clip de “Sex Type Thing”: entonces explotó. Vendieron cuatro millones de copias de ese disco, que traía “Plush”, “Creep”, “Wicked Garden” y “Crackerman”; y otras tres de Purple (1994), fundamentadas con “Interstate Love Song”, la canción más pasada en radios estadounidenses de rock por cuatro meses, que los puso al tope del ranking Billboard 200. Su combinación con los músicos de Guns N’ Roses resultó en una réplica de aquel éxito, con dos discos Top 10. Pero sus álbumes a sola firma no fueron tan exitosos. El primero, 12 Bar Blues, es el más reputado. Happy in Galoshes, de 2008, y el último, Blaster, que sacó con The Wildabouts, de 2015, pasaron sin gloria y le sumaron pena.
Su crescendo performático y mediático redundó en deslices. En 1995 recibió una condena por comprar crack. En 1999 fue a la cárcel por violación de su libertad condicional, luego de ser hallado con heroína, droga de la que fue usuario con alternancia, con varios períodos abusivos. Tuvo dos condenas y múltiples multas por manejar borracho o condimentado con algo. En 2001 fue acusado de violencia contra su pareja de entonces, la modelo Mary Forsberg. Y en 2003, de nuevo condenado por drogas. “Muchos se alarman porque Scott tiene problemas de drogas, pero los de Slash y los míos fueron diez veces peores”, cruzó Duff McKagan cuando, ya con Velvet Revolver en funciones, recrudeció la dependencia de Weiland y debieron suspender giras y posponer ediciones.
“Dame la libertad o dame la muerte”, dice en el librillo del segundo CD de esa banda, Libertad (2007). En más de una aparición en público, el cantante del megáfono, ese de los versos susurrados, tardíamente sexies, y los estribillos aullados, declaró intransigente: “Esta es mi vida, y así es como me gusta vivirla”. Papá de dos hijos con Forsberg, autor de 15 discos y referente de generaciones siguientes, Weiland falleció y aunque la causa no haya sido dicha, su epitafio resuena desde 2001, en el “Too Cool Queenie” de Shangri-La Dee Da, de STP: “Había un chico, tocaba en una banda de rock n’roll y no era tan malo en eso de salvar el mundo, pero ella dijo que él no podía hacerlo bien, así que él se suicidó”.
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