MUSICA › LA SUBASTA DE RINGO
La noticia sacudió al mundo de los coleccionistas: esta semana, Ringo y Barbara Starr organizaron junto a la casa de subastas Julien’s un remate online a beneficio de su Fundación Lotus, que destina fondos para la atención de problemas familiares e infantiles, personas sin techo o con abuso de sustancias. Y no fue un asunto menor: desde el miércoles 2 y hasta ayer, el músico vio bajar el martillo (a través de pujas online) sobre más de 800 artículos, que iban de cuadros y piezas de mobiliario de sus casas en Francia, Estados Unidos e Inglaterra hasta zapatos, zapatillas, corbatas, bufandas, estatuillas, anillos, relojes, lámparas, alfombras... y, claro, instrumentos. Instrumentos de peso, como una guitarra Rickenbaker que perteneció a John Lennon y que alcanzó los 910 mil dólares, u otra de George Harrison que llegó a 600 mil. La estrella en ese rubro, claro, fue una de las piezas más codiciadas de la colección: nada más y nada menos que la batería Ludwig Oyster Black Pearl con la que Ringo hizo muchas actuaciones en vivo y grabó varios de los primeros éxitos de la banda. El comprador fue Jim Irsay, dueño del equipo de fútbol americano Indianápolis Colts y coleccionista de ítems Beatle que pagó la friolera de 2,2 millones de dólares. “45 años después, The Beatles están reunidos”, dijo Irsay, que ya posee guitarras de Lennon y Harrison y un bajo de McCartney.
El otro artículo que produjo alta expectativa fue la primerísima copia de The Beatles (conocido como White Album): el disco blanco llevaba un número de serie impreso en relieve en su tapa, y los primeros cuatro fueron obviamente para los músicos. Pero el de Ringo era precisamente el A0000001, lo que hizo que un comprador anónimo destrozara todos los records. Hasta ayer, el valor más alto pagado por un disco era de 300 mil dólares, oblados este mismo año por Jack White para hacerse de un acetato original de Elvis Presley. Al terminar la subasta, el White Album se fue en 790 mil dólares. Nada mal para un disco usado, y con el que el mismo Ringo –que lo tuvo guardado durante años en la caja de seguridad de un banco– dijo no haber tenido algún cuidado especial. “En nuestros días solíamos poner los discos”, le dijo el músico a la edición estadounidense de la revista Rolling Stone cuando anunció la subasta. “No es que pensáramos ‘bueno, voy a guardar este disco durante cincuenta años para que esté en perfectas condiciones’. Quien lo compre tendrá mis huellas digitales en él.” Consultado sobre si no le dolía vender tantas cosas acumuladas en su vida, Ringo dio una respuesta sencilla: “No me importa desprenderme de todo esto si es para una buena causa. Eso es todo”.
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