Mié 09.12.2015
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MUSICA › OMAR MOLLO PRESENTA SU DISCO TANGAMENTE

“Con el tango estoy pasando la mejor etapa de mi vida”

El Mollo de los pelos largos y la voz que parece un trueno hace rato ya que se apartó del rock para dedicarse por completo a cantar tango. Y el sábado en el ND Teatro presenta su sexto CD dedicado al 2x4, esta vez en homenaje a Horacio Ferrer.

› Por Cristian Vitale

El grito primal fue aquella calurosa noche de Atlanta, en octubre del 2001. Los Piojos estallaban ante más 30 mil personas y él, Omar Mollo, salía a cantar “Yira Yira”, ese tema inoxidable de don Enrique Santos Discépolo. Su voz parecía un torrente alucinado. Un largo aliento tanguero que pedía pista hacia el futuro. Aún convivía con MAM (Mente, Alma, Materia) el grupo de rock duro que él había formado con su hermano Ricardo allá por 1976 y que llevaba (ya sin Mollo chico) dos discos editados, pero el destino –y una voz devota de Goyeneche– le estaba marcando la cancha a su propio yo. “¿Cómo me voy a olvidar de esa secuencia...? Fue lo primero grosso, grosso que me pegó, viniendo de un grupo que venía creciendo tanto. Ya teníamos onda con Andrés (Ciro) desde MAM, y desde mil cosas que habíamos pasado juntos y es algo que siguió con el tiempo, porque cuando armó Ciro y los Persas me llamó para participar de los primeros ensayos de la banda... para opinar junto con él qué quedaba, que se iba, y esas cosas. Es como un vínculo familiar muy grande el que tenemos, en todos estos años hemos compartido casamientos, cumpleaños, despedidas, velorios, todo. No tengo palabras”, refresca el Mollo de los pelos largos y la voz que parece un trueno.

El Mollo que durante esos mismos años fue dejando su viejo y querido MAM paulatinamente de lado, para iniciar un trayecto como solista de tango que le deparó cinco discos en tal condición (Omar Mollo Tango, Gola, Y que siga, Barrio sur y Tangazos), más el flamante Tangamente, que presentará este sábado 12 de diciembre a las 21 en el ND Teatro (Paraguay 918). “Con Alejandro Pont Lezica como productor general hemos armado un dúo al que le digo Batman y Robin, porque hace tres discos que venimos haciendo cosas, y ésta fue la mejor”, sentencia el ya experimentado cantor de tangos sobre un disco poblado por dieciséis piezas del mejor acervo urbano (“Como dos extraños”, de Láurenz-Contursi; “Tinta roja”, de Piana y Castillo; “Fruta amarga”, del tándem Gutiérrez-Manzi; “Cristal”, de Mores-Contursi; “Fuimos”, de Dames y Manzi o “Garúa”, de Troilo y Cadícamo, entre las más versionadas); más algunos lados B como “Qué tango hay que cantar” (Juárez-Castaña); “Después” (Gutiérrez-Manzi), o “Confidencias”, bolero de Chabela Durán, y “Luna tucumana”, la perla campera que lo liga al versátil Luis Salinas. “Tendría que nombrar un montón de gente que trabajó mucho para que este disco sea lo que es, pero Luis fue la perla, la frutilla del postre”, remarca él, sobre el tándem que se formó espontáneamente para visitar la zamba creada por don Atahualpa Yupanqui, allá por fines de la década del cuarenta. “Apareció en un momento en el estudio y nos pusimos a hablar de cualquier cosa. Estuvimos como cuatro horas hablando de la vida, y en un momento Lezica me dice ¿y?, ¿qué hacemos...? Yo no me animaba a decirle nada y fue Luis el que propuso ‘Che, ¿qué hacemos?’, ¿’Luna tucumana’, te parece...? Y ahí arrancamos. Así fue”, testimonia Mollo, sobre la versión que también involucra un video clip como bonus.

–¿Cómo se estructura el disco desde su nombre? Tangamente, el neologismo que Horacio Ferrer incluye en “Balada para mi muerte”, puede connotar muchas cosas.

–El título se me ocurrió el año pasado, cuando canté en el Cervantes con la Orquesta Juan de Dios Filiberto, y apareció Ferrer con su mujer. Nos dimos besos, nos abrazamos y me dijo “¿Cuándo vamos a hacer algo juntos?” Nunca pudimos, por cuestiones de tiempo, pero le dije “te prometo que en mi próximo disco voy a hacer ‘Balada para mi muerte’”, que en una parte dice “Llegó tangamente, mi muerte enamorada”. Le puse así por una deuda del corazón con este hombre, algo parecido a lo que me había pasado con el flaco Spinetta en Barrio sur. Le dije que iba a grabar “Muchacha” y me dijo ‘Grande, Brevis’ (me decía así porque tomé el conocimiento del gurí Maharishi en la época que lo había tomado David Lebón, y el que daba las cuatro técnicas de meditación se llamaba Brevis). Pero Luis se murió en el medio y yo me rayé tanto que le dije a Alejandro: “No lo voy a grabar”. Pero Ale me dijo: “¿Cómo no lo vas a grabar? Es una falta de respeto total... Lo tenés que grabar porque se lo prometiste”. Bueno, lo grabé, y con Ferrer me volvió a pasar lo mismo, así que no le prometo nada más a nadie.

–¿Cómo podría definir el resultado de “Balada para mi muerte”, cuya impronta musical anida nada menos que en Astor Piazzolla?

–Con Horacio la verdad es que he vivido momentos muy finos, muy lindos, y ese día del Cervantes, especialmente, estuvimos charlando con su mujer, con su sobrino y le prometí que iba a hacer esta versión, que lleva el inconfundible sello de Astor, tanto como el de la “Milonga de Jacinto Chiclana”, que también la grabé y que fue una locura del pianista (Diego Ramos) que es mi mano derecha... él es lo mejor que me pasó en la vida como músico, el mejor arreglador musical que he tenido. Diego se dedica a desgrabar, que es lo más difícil que hay... Le llevás un disco de una sinfónica y te saca todas las partes, es tremendo. Es un momento me dijo “Tengo una idea”, y se mandó con esa milonga, además del solito de “Te miro despertar, Constitución”.

–Otro hallazgo del disco, un lado B.

–De Tito Segura y Víctor Yunes Castillo, sí. Tito es un folklorista que hizo un tango solo, que vive en Constitución, y me dijo “Me lo podés grabar”... ¡Pero cómo no, maestro! Por supuesto que se lo di vuelta todo, sin tocar la letra (risas).

–Quedó inconcluso lo de la “Milonga de Jacinto Chiclana”, el texto de Borges que musicalizó Piazzolla...

–Sí, lo de la idea del pianista, que radicaba en hacer una versión de voz y contrabajo solamente. Le dije “Vos estás chiflado, loco” (risas), pero no había vuelta atrás, el tipo tenía hecho el arreglo, todo, y la versión la verdad es que me mató. La hicimos con Federico Maiocchi, de la orquesta Astillero. Después hicimos el solo de “Fruta amarga”, con un arreglo de puta madre, también del pianista.

–¿Por qué “Cuando me hablan del destino”, de Sabina? ¿Porque es un tanguero español?

(Risas) –Fue una idea de Pont Lezica, también. Me dijo “Tenemos que hacer esa canción, que le voy a hacer llegar por medio de su representante”. Y para mí había que hacerla porque Joaquín, para mí, es efectivamente un tanguero español, me lo ha demostrado con su mugre, porque tiene una mugre tremenda, como si fuera de acá.

Tangamente, informa su autor, se hizo en tres días con una banda fija (el nombrado Diego Ramos en piano, Federico Maiocchi en contrabajo y Ernesto Molina en bandoneón) más invitados como el nombrado Luis Salinas (“Luna Tucumana” y “Garúa”), el cellista Patricio Villarejo y el violinista Carlos Cosattini (“Fuimos” y “Balada para mi muerte”) y Jonatan Alvarez, en los arreglos de “Tinta roja”, entre otros. “La idea central fue dejarse llevar, salir al ruedo y dejar que las cosas sucedan aquí y ahora”, define Mollo, que arrancó cantando folklore casi desde la cuna, luego devino rocker a través de MAM, grupo de hard rock, cuya formación original era con su hermano Ricardo en guitarra y voz, Raúl Lagos en bajo y voz, Juan Domingo Rodríguez (luego Marco Pusineri), en batería. Y cuya reaparición, veinte años después, fue con Catriel Ciavarella, en batería y Sebastián Villegas, en bajo. Fue el trío que publicó Opción, en 1999, y Lo ves, publicado en 2005, con algunos cambios en la formación y el Mollo mayor ya perfilado como cantor de tangos. “Estoy totalmente agradecido con este camino que vengo transitando hace doce años, ya, y que me ha dado tantas satisfacciones, un Gardel, los Konex, y esta mujer que tengo al lado que me dijo ‘Vos hacé lo tuyo que yo hago lo mío`...”, se ríe don Mollo, tirándole un guiño a la mujer que literalmente tiene al lado: Graciela Minervino, manager y compañera. “Yo me dedico a cantar, y ella a hacer lo demás, que a veces es lo más importante y no se ve”, tira el cantor. “El trabajo sucio”, se ríe ella, atenta al texto y al contexto. “Si no fuera por ella, tal vez estaría cantando en el subte”, devuelve, entre risas, este hombre nacido casualmente en la misma ciudad de Yupanqui (Pergamino), el 21 de septiembre de 1950.

El trayecto de Mollo con el tango tiene su bautismo popular con Los Piojos, su devenir en los seis discos mencionados, más ciertos premios, reconocimientos y menciones (Gardel, Grammy, Konex, etc) y un refugio en Amsterdam, Holanda, donde vive y trabaja medio año por año. “Todos estos años me han dado relaciones hermosas... ahora tengo un Face en el que admito a todo el mundo, y es alucinante porque me encuentro con gente que me dice ‘Te vi en el tren, ¿eras vos?’...” se ríe. “U otro que me encuentra en el 166 y nos ponemos a conversar, esas relaciones, ¿no?, y entonces lo que voy a hacer en el recital del sábado es, en vez de irme al camarín cuando termino, tirarme entre la gente para saludarlos. Me debo a ellos, loco. Y lo lindo de todo esto es que no me creo nada, que estoy más allá del bien y del mal, en serio. No tengo egos, no tengo ilusiones, no tengo que subir escalones para llegar a algo. ¿Adónde voy a llegar...? Nada de eso. Yo ya tengo todo, porque estoy lleno hasta acá”, dice el cantor, y se toca la frente con el filo de la mano izquierda. “Lo único que me queda es disfrutar con la gente, y que se lleven un regalito del alma, que se vayan contentos. Cada vez que termina un recital me dicen que se fueron bien, y que quieren volver.... ¡con tango!”

–¿Qué hay de las vivencias en Holanda?

–Que nadie habla una puta palabra en castellano (risas), pero es alucinante estar y trabajar allá. La pasamos muy bien, y laboralmente las cosas están, aparecen. Aparecen compañías, aparece la tecnología, aparece gente amiga... Nos juntamos con gente que solamente toma alcohol, ¡pero cómo toman! (risas). A las cinco de la tarde, hay gente que tiene problemas... empieza a temblar y hay que ir en busca de algún aperitivo (más risas). Ahora en serio... Pont Lezica siempre me dice que no descuide el lado europeo, porque son las dos: es allá y es acá, de otra manera no sirve. Hay que sacarle el jugo a eso, porque en los dos lados te están esperando. Después de doce años de ir para allá, ya tengo mi segundo barrio en Amsterdam. Llegamos y con Graciela le mandamos un mail a todo el círculo, y se van armando el circuito, las fechas, las formaciones. Hace un tiempo teníamos que ir con un año de anticipación para armar eso, ahora no, ahora sale al toque. Después, siempre volvemos a Buenos Aires, claro. Este año ya tuvimos el ciclo de los cinco martes en el Maipo, y ahora a punto de presentar este disco.

–¿Algún detalle de cara a la presentación?

–La estoy estudiando a ver si llego a no leer, porque me está costando memorizar todo el repertorio. Es tremendo, porque los otros discos yo los curtí antes de cantarlos en vivo... Este no, este fue grabar, irme a Holanda y hacer otra cosa totalmente distinta con otro grupo, volver y tener que poner el librito ahí adelante. Y cuando yo empiezo con esto de leer, es como el músico con la partitura... se la despegás y queda en pelotas. Es así. La última gira que hice por Europa con un septeto logré que no lean porque si no no había una mirada, una conexión, nada. En fin, ahora voy a hacer el disco y también otros temas que ya tengo muy calados. Pero igual todas las mañanas me levanto, pongo el disco, escucho y canto arriba.

–Viejas y queridas costumbres esas de cantar o tocar arriba de los discos.

(Risas) –Es que yo voy a ser el mismo hasta que me muera. Es cierto que estoy atravesando la mejor etapa de mi vida, porque el tango me dio muchísimo en poco tiempo, y no sólo el público sino también mis pares, los músicos grossos, que son los que te dan, a mí me apoyaron desde el primer momento. Me han perdonado el pelo largo, el rock, todo eso, pero me han dicho “Nene, seguí en esto”.

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