MUSICA › MITIMAES PRESENTA SEMILLAS EN EL AUDITORIO DE RADIO NACIONAL
El grupo se valió de nuevos y jóvenes integrantes para revitalizar una carrera que ya lleva treinta y seis años. “Ellos nos hacen sentir que estamos en un momento de siembra”, dicen los líderes Rafael Pérez Lazarte y Raúl Bustamante.
› Por Cristian Vitale
De frente los está mirando Yupanqui. Los ojos están en un dibujo hiperrealista que ocupa el lateral izquierdo de la escalera que lleva al primer piso de La Paila, peña NOA de Palermo. También hay personas aquí y ahora, claro. Gente que no está reflejada en un mural. Que ve y escucha en tiempo presente a este octeto con treinta y seis años de vigencia, y un nuevo disco bajo el brazo: Semillas. Eso es lo que está mostrando Mitimaes (“venidos de otro lugar”, en quechua) ante el Atahualpa inmortalizado en el muro, y la gente de hoy: once piezas de linaje andino. Once temas que se reparten entre huaynos, taquiraris, sikureadas, trotes, sayas, cuecas y algunos estilos menos curtidos por estos lares, como la tijera peruana. Músicas magnéticas. Músicas que transportan. “Hemos tratado de buscar gente joven para promediar los 30 años, más o menos, y que tenga sentido el título del disco”, se ríe Raúl Bustamante, que toca sikus, quenas y rondador hace más de veinte años, y que esta vez aportó “Abya Yala Marka”, la sikureada que canta Melania Pérez. “De ahí viene el nombre, claro, porque Mitimaes es un grupo con más de treinta años de vida que se renueva generacionalmente todo el tiempo. Hubiese sido más fácil buscar gente más acorde a nuestra edad, con un poco más de trayectoria, pero eso no quiere decir nada”, detalla Rafael Pérez Lazarte, guitarrista, charanguista y casi fundador del grupo que volverá a presentar el disco hoy a las 19 horas en el auditorio de Radio Nacional (Maipú 555).
Uno de esos músicos jóvenes es Federico Vázquez, que toca ronroco y charango, y se integró al grupo hace tres años. “Empecé a escuchar música andina a través de ellos. Iba a verlos siempre y cuando me convocaron dije que sí, obvio. Metí mi semilla y ahí estamos, tocando, proponiendo temas nuestros”, dice Vázquez, creador del único trote del disco: “Ventanita de Iruya”. “Yo soy Gimena Lucero, y toco sikus y quena”, se presenta la única mitimae mujer al momento. “Ingresé a la par de Fede, y para mí fue como el sueño de la piba (se ríe). Fue siempre como mi grupo de cabecera, escuchaba sus temas y tocaba arriba, así que formar parte del grupo es un honor”. La retroalimentación generacional y artística también se traduce –en palabras de Lazarte– en una sensación inigualable: “Es un orgullo que la música del grupo haya generado inquietud entre los músicos jóvenes. En su momento, no era fácil la música andina en Buenos Aires, y que ellos nos hayan estado escuchando y sacando cosas nuestras nos da un aliciente”, dice el mitimae más antiguo. Bustamante –el que le sigue– aporta su mirada: “Es un cambio lógico, generacional. Nosotros ya no somos tan chicos y tiene que venir gente joven, esto es natural. Cuando hace tres años se fueron dos de los fundadores (Fernando Cáceres y Nelson Orellana), nos encontramos con Rafa y dijimos: ‘¿Qué hacemos con esto, seguimos o terminamos acá?’. Fue un momento crítico, pero igual decidimos seguir porque era una pena terminar, después de todo el camino que se había hecho”, evoca el vientista.
“No estaba bueno tirar todo por la borda –retoma Lazarte–. En ese momento entraron los chicos... gente joven que viene con su impronta, su información, sus estudios, y aporta lo suyo.” El músico compuso “Zorzal del viento”, “Vamos pelando”, “No, no” –con el cuatrista venezolano Hernán Gamboa como invitado– y “Sí señor”, el huayno que cuenta con la ayuda de Tomás Lipán, Ariel Carlino y Marcial Cruz.
–¿La ida de Cáceres y Orellana fue problemática? ¿Hubo síndrome Quilapayún?
Rafael Pérez Lazarte: –(Risas.) No, ellos fueron muy honestos. Dijeron que no estaban con todas las pilas como para encarar la nueva propuesta. El disco anterior había sido un poco como la despedida, como decir “hasta acá llegamos”. Y pasó así: ellos se fueron y nosotros seguimos cumpliendo con la misma propuesta del origen, que Mitimaes siga. No hubo problemas con el nombre, nada de eso. Nos dijeron que hagamos lo que tengamos que hacer.
No más de una hora antes del concierto, se siguen sumando músicos jóvenes a la mesa. Uno de ellos es el percusionista Gabriel Morán. Otro, el bajista Marcos Yonamine, que se presenta diciendo que era “súper fan del grupo”. “Después, la vida nos fue cruzando y terminé acá. Semillas, para mí, es un cambio súper fuerte, un gran acto de valentía, no solo porque hay seis temas compuestos por el grupo, cuando se sabe que en el rubro cuesta mucho salir a hacer los temas de uno. Es tan fuerte la herencia y tan grande el repertorio andino que componer es un acto de coraje. Es, como el nombre del grupo indica, empezar a sembrar algo nuevo. Y lo otro que está bueno es el sonido: los integrantes pasan pero la música se mantiene. Acá se notan los treinta años caminados”, sostiene el bajista.
“Es así porque el grupo no nació como una juntada sino como una propuesta. Y sigue siéndolo, por eso no fue tiempo perdido. Esto era lo que soñábamos y que esté sucediendo es una alegría, porque no es nada fácil tocar y sostener las músicas autóctonas”, reengancha Lazarte. “Mitimaes hoy es una especie de péndulo entre la gente joven y la esencia del grupo”, redunda Bustamante, mientras siguen cayendo músicos, tintillo de por medio. Entre ellos, Violeta, la violinista que eventualmente reemplaza al titular (Joaquín Chibán), y el acordeonista Leandro Bedaumi. “Es una libertad muy linda y disfrutable esta de tocar un instrumento nuevo para el grupo”, destaca él, y le deja el epílogo servido a don Lazarte. “Ellos, los músicos jóvenes, nos hacen sentir que estamos en un momento de siembra, de sumar estas semillas para que germinen en todas nuestras expresiones culturales.”
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