Vie 15.09.2006
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MUSICA › ENTREVISTA AL ARMONIQUISTA FRANCO LUCIANI

“Se sigue subestimando al que toca la armónica”

Tiene 24 años y un enorme talento. Muchos lo consideran el sucesor de Hugo Díaz.

› Por Cristian Vitale

Son las cuatro de la tarde y Franco Luciani está desperezándose en la vereda, como si recién volviera de un largo sueño. Le duele el estómago y apenas emite sonido entre la puerta de entrada y el laberinto con escaleras que conduce a su departamento de la calle Alberti. “Lo primero que me dijeron cuando alquilé fue que tuviera cuidado si venía en pedo”, dirá después. La confianza no era tal para preguntarle si una congestión alcohólica era lo que había pasado la noche anterior. Sí para que éste rosarino hincha de Central contara cómo hizo para transformarse en un “profesional” de la armónica, considerado –nada menos– que el sucesor del genial Hugo Díaz. “¿Me creés si te digo que la agarré de grande? –lanza, un poco más despierto–. Lo que me pasó a mí no se lo deseo a nadie: estar enamorado de la batería y de un día para el otro decir ‘no, la armónica es algo más grosso’. Increíble.” Para que se entienda, Luciani –por brillantez y talento– parece tocar la armónica desde el vientre de su madre, pero no: la enamoró de grande. Ya usaba pantalones largos, y sufrió una conversión espontánea. “No es que pasé del clarinete a la armónica... pasé ¡de la percusión!, que no tiene nada que ver. Fue algo raro. Siempre digo que cambié el flete por el bolsillo”, insiste, como queriendo dejar en claro el valor y la utilidad de su decisión.

Como un meteoro, pasó de la nada existencial a ser invitado especial de Luis Salinas, Pedro Aznar, Raúl Barboza, el Chango Farías Gómez, Liliana Herrero o Divididos. Mucho contribuyó haberse consagrado ganador del Pre–Cosquín y revelación de ese festival en 2002. También la circulación que tuvo entre músicos su disco debut, Franco Luciani y La Tropa. Pero, sobre todo la pasión y la versatilidad, al natural, que muestra cuando aprisiona la cromática. “Es un instrumento como cualquier otro. No hay que estudiarlo ni más ni menos que un piano o un violín. Hay que estudiarlo igual”, sentencia. El segundo disco de Luciani –que presentará hoy en La Trastienda– se llama Armónica y Tango y recorre doce tangos, que van del híper visitado “Sur” hasta una de las piezas menos difundidas de Astor Piazzolla: “Soledad”. Además, hay una remake de “Los ejes de mi carreta” (Yupanqui), que enlaza con la impronta folklórica de su ópera prima. “Se me conoce más por la cosa folklórica, aunque el tango no es nada nuevo para mí. No es que tengo 70 años, y hace 50 que lo toco, pero siempre estuvo presente en mi vida”, marca.

–¿Por qué la decisión tardía de tocar la armónica?

–Hay algo que es central. Es muy difícil que alguien a los siete años diga “quiero tocar la armónica cromática”, porque no hay una cultura profesional del instrumento. Esto hace que muchos toquen primero otra cosa para estar más seguros de la música en sí. Eso fue lo que me pasó.

Luciani se maneja como un pez en el agua entre los amplios márgenes que permiten ambos géneros. Pero no es excluyente. Utilizando la sesión de fotos como excusa, se enciende junto a Daniel Godfrid –el pianista que lo acompaña en el disco– en una zapada de entrecasa. Tocan, impecable, “La miel en tu ventana” de Spinetta; “Just Like a Woman” de Dylan y un salpicadito que mezcla a Carlos Di Sarli con Stevie Wonder. “La selección de los temas se hizo así, a pura zapada. Salió a prueba y error”, cuenta. “Por el repertorio, puede ser tranquilamente el disco de un cantante. De hecho, Hugo Díaz grabó un homenaje instrumental a Gardel. Siempre digo que la armónica es muy cantante, ‘chamuyera’.”

Franco tiene 24 años y hace dos que vive en Capital. No reniega de la música de su generación, pero se siente parte del conglomerado generacional que está reverdeciendo las raíces populares argentinas. “No creo en eso del tango joven. Cuando los Expósito Brothers compusieron ‘Naranjo en flor’, ¿no eran jóvenes? Ellos no son la música del pasado, son la música de siempre.”

–En general, cuando “la popular” habla de armónica se refiere a Sandra Vázquez, Luis Robinson, Fernando Goin, León Gieco, gente más asociada al blues y al folk que a géneros argentinos. ¿A qué lo atribuye?

–A que, dentro de la gran familia de los armoniquistas, hay más gente dedicada a la diatónica que a la cromática. Es la misma división que existe entre la guitarra eléctrica y la acústica. Yo elegí la cromática porque es más apta para tocar la música que tocaba de pibe. Pero reconozco que es difícil dedicarse “exclusivamente” a ella.

–¿Por qué?

–Porque no es un instrumento de moda... va y viene. A veces tiene exponentes y a veces no. Es como medio exótico tocarla y más raro aún ser un profesional. Soy gráfico: si agarrás a un tipo y le decís que hacés música, seguro que te pregunta “¿y cómo pagás el alquiler?” Le respondés “con la música”. Y cuesta que te crea. Ahora, si le decís que tocás la armónica, directamente te manda a la mierda. Hay una subestimación del armoniquista, que incluso llega hasta los mismos músicos.

–¿Quiénes son sus referentes?

–Toots Thielemans, que tiene como 80 años y toca jazz genialmente, Hugo Díaz y Antonio Serrano, el que acompaña a Paco De Lucía.

–¿Tiene composiciones propias? Los veintiséis temas, contando los dos discos, son versiones.

–Sí... tengo un gato llamado “El Canalla”. Pero me manejo por etapas que prefiero no forzar. Tengo cosas ahí que no puedo redondear, pero que tampoco dan para hacer un bollo y tirarlas. Por ahora, me conformo con jugar a versionar y aprender.

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