MUSICA › LA PRESENTACION DEL LIBRO DE ENSAYOS INICIADO DEL ALBA
Compilado por la investigadora y doctora en letras Sandra Gasparini, el volumen de “Seis ensayos y un epílogo” presentado en el Museo Casa Rojas investiga la figura del artista sin hacer foco en lo meramente laudatorio.
› Por Cristian Vitale
El audiovisual lo muestra vestido de gaucho bizarro en un viejo sketch de Peor es Nada. Luis Alberto Spinetta, al que presentan como Almendra, hace algunos chistes y, cuando le piden que cante un tema, ironiza una variación sobre “Muchacha”. “Cuando todo duerma, te robaré un morrón”, vocea y todo termina en carcajadas. Después aparecen escenas de shows, tapas de discos, dibujos y fotos con León, con Pappo, con Charly, con todas sus bandas eternas. El marco agrega un inmenso mural y dos bustos de Ricardo Rojas (el lugar es su casa museo de la calle Charcas) más un par de cajas chayeras y bagualeras, encerradas en una vitrina. La sala está llena y Daniel Ripoll, fundador de la revista Pelo, más Pablo Schanton, periodista de rock, esperan por lo suyo: presentar la primera edición en papel –la anterior fue digital– de Iniciado del Alba, libro compilado por la investigadora y doctora en letras Sandra Gasparini, que subtitula como “Seis ensayos y un epílogo sobre Luis Alberto Spinetta”. “Lo importante de este libro es que toma a Spinetta en su verdadera dimensión, porque renuncia al ídolo y lo refleja como un gran hecho cultural de la historia y la sociedad argentina”, arranca Ripoll, cuyo prólogo (llamado “Herramientas para el análisis de los valores cambiantes”) es la novedad de la edición.
“Me parece un libro excepcional entre los trabajos dedicados al rock nacional y especialmente a Spinetta”, continúa el periodista y editor, sobre un trabajo concebido y realizado por los docentes, licenciados y/o doctores en letras Rodolfo Edwards, Carlos Battilana, Pablo Ansolabehere, Omar Chauvié, Marcos Seifert, Jorge Monteleone y la mencionada Gasparini quien, además de su propio ensayo (“Guitarra negra, palabras luminosas”) y de la compilación, se encargó de enfatizar, en el preludio, una frase cuyo sentido podría condensar la finalidad última del trabajo. “Este libro (...) celebra la existencia del profundo goce estético que significa, como lectores y melómanos, haber tenido el privilegio de acceder a su obra, de vibrarla en carne propia”, escribe Gasparini. Y en eso estuvo –y está– Ripoll, claro. “La primera vez que se escribió la palabra Almendra en letras de molde, la escribí yo, y se imprimió... desde ahí conozco a Luis Alberto. Y desde ahí hablo, porque en una época de creación de héroes e ídolos funcionales al sistema de producción y comercialización, aparece un libro que saca a Spinetta de ese lugar. Lo saca de un lugar en el que lo que interesa es que haya pocos que vendan mucho y muchos que vendan poco... de allí los best seller, los ídolos del rock, los bienes culturales generados por las compañías, la maquinaria montada para que consumamos, y la posición que tomamos algunos de resistir eso, en especial Luis”, dijo Ripoll.
Y lo fundamentó: “Yo creo que si él no hubiese existido, probablemente todo el rock argentino sería otra cosa, porque fue un creador excepcional, que puso el listón muy alto de entrada, a los 18 años; y los otros músicos tuvieron que aspirar a estar a su altura. Pero más fundamental fue que Spinetta, y otros también, se rebelaron a esta cosa del héroe en la que también se subió el rock. Se rebeló a través de su estética, de sus presentaciones en vivo, de su rebeldía en los medios... había como una cosa de rechazo al establishment por parte de Luis. Y este libro precisamente lo que hace es dimensionar su obra en el plano horizontal, no solamente en el unidimensional del ídolo. Digo esto, porque casi todos los libros que se han hecho sobre rock argentino son devocionales, laudatorios, y acá me encontré con ensayos de verdad, que van a ser útiles porque, dado el rigor en la investigación, provee herramientas para analizar su obra en el futuro”, manifestó Ripoll, que aprovechó la ocasión para anunciar una campaña de eliminación de la estatua del flaco montada en Villa Urquiza. “Es un Spinetta de cartón, totalmente rígido, duro, ¡con anteojos de verdad!, encerrado en un kiosco de lata que abren a las ocho de la mañana y, pobre Luis Alberto, cierran a las siete de la tarde. Es realmente espantoso eso... no se puede hacer cualquier cosa con algo conocido y popular”, cerró.
El segundo y último orador, fue Schanton, cuya idea fuerza articuló casi la totalidad de su nutrido relato: “En la obra de Spinetta hay un cruce entre surrealismo y psicodelia del que nunca se pudo recuperar”, señaló el periodista en medio de su exposición, y lo justificó, con una diestra operación de elipsis, antes, durante y después. Antes, reuniendo a todos bajo el sentido del título del libro. “De alguna forma todos somos iniciados en Spinetta y, gracias a él, en el alba también... estamos como conjurando un cuerpo que no está en la tierra y muchas veces es casi sinónimo del rock argentino”, subrayó antes, surreal y psicodélico. Durante, cuando tomó como referencia el ensayo de Edwards (“El emporio de las imágenes”) para determinar el momento en que se produce el cruce mencionado. “El surrealismo en la argentina existía cuando Spinetta estaba haciendo música, claro, pero él lo toma como una forma de vida, en el sentido que la vida se puede metaforizar, algo que ya está en el primer disco de Almendra, junto con la psicodelia”. Y en el después engloba el concepto en ciertos rasgos simbióticos: “Cada uno de nosotros se armó un sistema a partir de lo que él decía, porque hay cosas que no se suelen entender: ¿Qué será eso de “Deberás, ave salón de turno” (“Leves instrucciones”)... yo entendí que había que abrir el salón del turno, no sé, hay un montón de fantasmas y mundos que uno va creando y que tienen que ver con los cortocircuitos creativos, que son muy importantes en el universo de Spinetta porque nos abren la posibilidad de tomarnos licencias poéticas. Sus canciones, además, nos hablan a cada uno y no a todos, como las de Charly (...) Spinetta está en el momento en que te hacés la gran pregunta existencial. Cada uno de nosotros tiene `su` Spinetta”, puntualizó Schanton, cuya canción preferida es “Los libros de la buena memoria”. Justo una de las cuatro que hizo Gabo Ferro –con guitarrista acompañante– para cerrar la velada. También cantó “A estos hombres tristes” y “Quedándote o Yéndote”. Y epilogó, en absoluta sintonía estética y emocional, con una sentida versión de “Por”, a capella.
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