Mié 15.06.2016
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MUSICA › CECILIA ZABALA PRESENTA SU CD EL COLOR DEL SILENCIO

Cómo decir desde la intimidad

Cantante, guitarrista y compositora, Zabala define así su flamante disco, que suena los jueves en Bebop: “Se gestó con la necesidad de volver a un espacio íntimo en el desarrollo del diálogo entre mi guitarra y mi voz, que es la esencia de lo que hago”.

› Por Cristian Vitale

Es otoño y están los lobos sueltos. La patria duerme sin techo, como aquella que presentía –pero en invierno– Adrián Abonizio y eternizaba Juan Carlos Baglietto en el disco Mami (1988). Duerme y suelta los lobos. Los de afuera y los de adentro. Y no importa la estación. No viene al caso. Hace frío igual. Cinco grados. Mucho. Pero hay estrellas. También muchas. No están Malena, Carlitos Gardel ni los caudillos, pero sí alguien que sabe cómo tratar a las fieras. Cómo amansarlas. Cómo transformarlas en corderos, casi. Y le sobran herramientas para la conversión: dos guitarras (una acústica y otra española, de siete cuerdas), un requinto, una amiga (la cubana Yusa), una mano golpeando el micrófono, una caja chayera y una voz. Sobre todo una voz. Cecilia Zabala está culminando el estreno en público de su flamante disco (El color del silencio), y ningún lobo se atreve a morderle el ala, siquiera. Va llegando el final y participa el público: “Aiea, aie”, pide ella. “Aiea, aie” repiten sus seguidores, casi como un mantra. Después viene “Aire soy”, y todo es como ella: sutil, fino, profundo, muy pero muy hostil hacia todo lo que tenga que ver con el mal gusto. Austero y bello, como las catorce piezas que pueblan su nueva criatura. “El disco se gestó con la necesidad de volver a un espacio íntimo en el desarrollo del diálogo entre mi guitarra y mi voz, que es la esencia de lo que hago”, sintetizará ella a Página/12, una vez consumada la actuación.

“Digo lo de volver a un espacio íntimo porque hace cinco años vengo trabajando en formato grupal, con otros músicos… desde Presente infinito hasta incluso el disco sobre Violeta (Parra) que, si bien lo grabé sola, lo presenté con Fernando Noy y un espectáculo multimedia. Es más, eso fue tan fuerte que la Violeta secreta se independizó del disco en sí mismo. Y el año pasado la cosa también pasó por compartir, en este caso con Philippe Baden Powell, en el disco Fronteras. Pero nunca dejé de tocar sola, porque mi esencia es la guitarra y la voz”, insistirá esta cantante, guitarrista y compositora. Concierto y nota se dan en Bebop, el subsuelo de Moreno al 300, donde Zabala repetirá la secuencia durante los próximos dos jueves de junio, el primero (el 16) con Teresa Parodi como invitada, y el segundo con Miguel Cantilo. ¿Qué repetirá?: principalmente las catorce piezas que pueblan su octavo disco solista. Las despojadas creaciones en las que prima la voz como un instrumento más, y excepcionalmente como algo más que un instrumento en canciones puntuales: “Azul de madrugada” y “Gris y amarillo” –sí, como aquel tema del Pappo`s Blues Volumen I–, entre ellas. “¡Guuuau!, no sabía que Pappo tenía un tema llamado así”, se sorprende ella, ante dos temas que podrían tener más vínculo que el nombre, porque una, la del Carpo, habla de irse a vivir lejos de la ciudad y la otra, la de Zabala, de una nube de pájaros que se cruza en un camino. “El tema nació durante un viaje en auto a Córdoba. Veníamos en silencio, y de repente el cielo se puso amarillo y vino una bandada de pájaros. Ahí nomás me puse a escribir la letra”, cuenta ella. Todo tiene que ver con todo, al cabo.

Catorce piezas –volviendo– que anudan con su esencia solipsista y sin necesidad de arreglos complejos, ni versiones de otros autores. “Necesité darle más importancia a esto de decir a través de la intimidad, como si fuera la potencia de la fragilidad ¿no? Son músicas que se venían amasando hacía tiempo y tenían que tomar forma… y la excusa fue grabar, obvio. Y se dio en medio de una especie de trinchera artística, porque afuera estaban pasando las bombas en Francia, y las guerras en Oriente Medio, y la eterna pregunta de por qué el hombre hace esas cosas. Ante todo, necesité refugiarme en el arte”

–¿Refugiarse o evadir?

–Refugiarme, porque tenía como una conciencia total de lo que pasaba afuera pero a su vez resistía a través de la búsqueda de la belleza. El color del silencio precisamente describe ese estado de despojo y de soledad del que hablaba antes, porque se instala en el mundo interior. En este caso en el mío, pero a la vez es una invitación a compartir esos mundos interiores. A vivirlos juntos para no refugiarnos solos en nuestras casas. Se puede construir un refugio a través del arte.

–Quién resistirá cuando ataque… ¿Le suena la frase?

–(Risas)Claro… siempre hay una frase de Spinetta que te salva, que sana almas.

Su devenir discográfico (ocho discos en doce años) parece reinventarse, redefinirse a sí mismo, ante cada registro. A la introspección de El color del silencio, la preceden el compartido Fronteras (2015), el citado Violeta (2013), donde lógicamente no interviene como compositora (“Son las músicas que ella escribió para guitarra”, redunda); Presente infinito, tal vez su proyecto más grupal (2011); Pendiente y Aguaribay (2008 y 2007), abrillantados por las presencias de Juán Falú, Silvia Iriondo y Quique Sinesi; Milonga sin palabras, en honor a Astor Piazzolla (2005) y el debut con el Alvarezabala Dúo, un año antes, a través del disco Halo de luz. “Me gusta mucho ver los finales como el principio de algo nuevo, y no cerrar las despedidas como algo triste. Es luminoso mirar los finales con la idea de estar dejando algo para que otra cosa nueva venga”, resume ella, sobre tal devenir.

–¿Se considera una cantautora?

–Si

–¿Y cómo explica que, puntualmente en este disco, haya tan pocos temas cantados, e incluso los que lo son, tengan textos escuetos y uno (“No le temas”) sea en inglés? Los cantautores suelen meter mucha letra

–(Risas) En realidad, mi acercamiento a la música tiene más que ver con el sonido de las palabras, con la musicalidad de ellas. De hecho, mi primera formación viene desde el lado de lo instrumental, y luego entro a las palabras a través de su sonido. A través de enamorarme de cómo sonaban algunas palabras a través de su significado, y después, jugando con ellas, me permití explayarme. Respecto al tema en inglés, me tiró la musicalidad de lo que venía cantando… fue eso.

–Hay un determinismo musical en la composición, entonces. Y otra vez aparece Spinetta, aquí… la voz como instrumento, la palabra como juego, y lo musical en el centro de la creación.

–De hecho, la manera de sonar que tenía la voz del Flaco en sus discos hacía que las letras no tuviese tanta importancia. Las conocían los melómanos, los que indagaban, porque si ibas a un recital las letras casi no se escuchaban.

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