MUSICA › GUILLERMO ZARBA Y SU CD/DVD LOS TIEMPOS DEL AGUA
El músico y poeta entrerriano propone una obra de notable sofisticación, basada en ritmos litoraleños. La presentación del disco, esta noche, estará acompañada por una proyección audiovisual dirigida por los cineastas Alberto Ponce y Maximiliano González.
› Por Cristian Vitale
¿Puede un río determinar músicas? Guillermo Zarba, quien se metió en el intento, lo piensa como creativo e impiadoso. Y si lo piensa así –sobre todo creativo– puede que la respuesta tenga un final positivo, como ha pasado con tantos otros ejemplos de la música universal. “En los relatos trato de expresar mi opinión sobre el río”, refrenda él, que algo sabe del tema porque es entrerriano, porque –como tal– ha vivido “entre ríos” y porque, en su carácter de poeta y músico, lo ha podido traducir en palabras y melodías. “El hombre siempre busca, proyecta, sueña. Y cada vez que puede, se acerca a esa misteriosa costa. ¿Qué esconderá este imponente andante; qué ofrecerá mañana? El agua y lo inesperado parecen indomables. Tal vez la música, tan difícil de explicar, tan huidiza y cambiante, se anime a entenderla. Por eso me atreví a intentar esta aventura de imaginar un porqué inexistente y lejano pero tan atrapante que se traduzca en tiempo”, enmarca él, a punto de presentar el CD/DVD que contiene su intento (Los tiempos del agua, precisamente) hoy a las 19 en el auditorio Jorge Luis Borges de la Biblioteca Nacional (Agüero 2502), con entrada libre y gratuita “¿Tuvo el agua un ayer? ¿Por qué nos atrae tanto su belleza y su maldad; su inmutable recorrido; su seguro destino? De algún modo, no deja de ser una aventura”, se pregunta y se responde, poético, este pianista y compositor litoraleño.
–¿Por qué considera al agua como un elemento “difícil” de entender? ¿En qué se parece a la música en este sentido?
–Los humanos tenemos un ineludible padecer: queremos entender. Yo, incluso, desde gurisito me animé a buscar el por qué de las cosas. Recorría a caballo las silenciosas siestas e imaginaba poder comunicarme con el animal que me conducía. Quería hablar con él. Así llegaba a la orilla de algún arroyo y me preguntaba de dónde venía. Así llegué a saber que tanto el caballo como el arroyo tenían un lenguaje distinto. El agua, conductora de ríos y arroyos, tiene un destino claro, o al menos lo imagino yo, pero no puede explicarlo. Y así pasa con la música: existen muchas formas de expresarse con ella pero, más allá del placer o displacer que provoque a los escuchas, tiene alguna explicación auténtica que ni el propio creador sabrá expresar totalmente, porque están la emoción y lo subjetivo molestando. ¿Dónde irá aquel río? ¿Qué intentará esa melodía? Y cuanto más recodo tenga ese río, cuanta más profundidad trasmita la melodía, más curioso e inesperado será su destino.
La presentación del disco estará acompañada por una proyección audiovisual dirigida por los cineastas Alberto Ponce y Maximiliano González. “Es una película que se propone interpretar visualmente mi música”, señala Zarba. “Creo que esto tiene pocos antecedentes pero, confío, gozará de muchas y diversas opiniones. Me pregunto qué pasaría si hiciéramos el ejercicio de escuchar la música y luego volver a hacerlo visualizando la película”, fantasea el pianista, que mostrará el disco junto a Daniel Ruggiero en bandoneón, Hugo Romero y Claudio Ceccoli en guitarras, Mariano Frezetti y María Silva en voces; Mauricio Marcelli en violín y Marcelo García en percusión.
Zarba se ha animado a arreglar piezas de Carlos Guastavino, Eduardo Falú, Atahualpa Yupanqui, Astor Piazzolla y el Cuchi Leguizamón; pero, en esta oportunidad, no grabó ninguna canción de otro músico, en un género habituado a la infinita clonación de standards. “Hace años, cuando imaginé este trabajo, soñé pedirle a un gran amigo, Hamlet Lima Quintana, su participación. No puedo explicar por qué, pero no lo hice. Creo que lo que quería expresar era íntimo y preferí resignar el talento de Hamlet por lo más cercano a mis deseos. Este es un simple intento de un músico solitario…. después se arrimaron grandes intérpretes y lo transformaron en un trabajo colectivo”, cuenta.
–¿Cómo traduciría este intento solitario –devenido en trabajo colectivo– estética, histórica, afectiva y conceptualmente?
–La música no admite limitaciones geográficas ni nacionalismos. Sin embargo, la creación musical está preñada por la personalidad de quienes la generan. Y es de tremenda importancia el origen de quienes la componen, porque eso garantiza la autenticidad del producto artístico. Sé que esto implica inmediatas discusiones, e incluso hay ejemplos que refutan esta opinión. Pero es tan amplio y disímil el campo de la creación, es tan importante la penetración del comercio, que pueden crearse diversidad de productos y pléyades de adherentes y la confusión es muy fácil. En mi caso, he sido catalogado como compositor e intérprete de raíz folklórica, con lo que eso implica; se tildan algunas de mis obras como provenientes del jazz; algunos creen que mi ubicación debería estar en algún rincón de la música clásica, pero lo cierto es que yo no pertenezco a ninguna escuela que me haya inscripto. Sí soy entrerriano, nací y me crié allí, amo a mi provincia y me emocionan el chamamé, la chamarrita y la milonga.
–Y el agua, por si no ha quedado claro...
–Y sí (risas). Tal vez ella me llevó a un mundo con nostalgias medidas y presente mucho más fuerte. Este disco tal vez pueda definirme, pero mucho no me preocupa… en todo caso confío que estéticamente y conceptualmente consiga trasmitir parte de lo que pretendo.
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