Desde Medellín

Lo llamaban “La Morgue”. Era un baldío. Un “escombrero”. Y allí tiraban los cadáveres. Quien cuenta la historia es el Perro. Tiene otro nombre pero cuando alguien lo dice ni siquiera se da vuelta. Así firma los graf- fitis. Entre ellos, uno de los que se siente más orgulloso, el retrato de Gardel en la entrada de la Casa Gardeliana. El Perro es un líder barrial. Es uno de los que, en sus palabras, hace “una revolución sin muertos”.

Donde estaba La Morgue hay una escuela y una biblioteca. Una de las pinturas callejeras muestra, en la pared empinada de uno de los barrios más pobres de Medellín, en la Comuna 13, a DJ Maya –un deejay, claro– con alas de ángel. No es la primera reconversión, en todo caso. Ni la más espectacular. La Plaza Gardel, donde se lleva a cabo la décima edición consecutiva del Festival de Tango de la ciudad, está junto al aeródromo Olaya Herrero. Para mayor exactitud, en el preciso lugar en el que hace 71 años había una pista de aterrizaje. Allí donde el Ford trimotor donde Gardel viajaba no llegó a despegar, chocando contra otro avión igual, que estaba detenido a la espera de instrucciones.

“No es por culpa”, dice, con algo de picardía, Amalia Londoño, secretaria de cultura de la Alcaldía. “Medellín es una ciudad tanguera mucho más allá de la muerte de Gardel. Lo era antes, y por eso él vino a esta ciudad. Y lo sigue siendo.” Los incontables lugares donde se baila y se escucha tango en Medellín, la orquesta juvenil de la Red de Escuelas –que grabó dos discos con la dirección de Raúl Garello–, las competencias de baile y de canto que forman parte de este festival y, lejos del último lugar en importancia, la cantidad de gente que asiste a los conciertos programados, dan prueba fehaciente de esa fe. Y es que, más que el gusto por un género musical, se trata de un verdadero culto, en el que no faltan los niños engominados y vestidos de traje negro, o las niñas con faldas de tajo, como la pareja de apenas 9 años que ganó la competencia infantil, en la categoría “tango escenario” y que el lunes a la noche inauguró el festival.

Uno de los ejes de esta edición es el homenaje a Horacio Salgán, que acaba de cumplir 100 años, y una de las presencias más esperadas es la del Quinteto Real, que tocará aquí el próximo fin de semana. Son varios los artistas argentinos que estarán presentes, entre ellos Sandra Luna, Raúl Lavié y el grupo El Arranque, que actuó anoche. El concierto del lunes, que se presentaba como “gala sinfónica”, contó con la participación de la Orquesta Sinfónica de Antioquia, dirigida por Andrés Jaime y con el bandoneonista Daniel Binelli y la pianista Polly Ferman como solistas. Con ellos estuvo como invitada, además, la cantante Catalina Cuervo.

Los arreglos, del propio Binelli, jerarquizaron las partes solistas y manejaron un buen equilibrio entre los distintos planos. El repertorio incluyó tangos tan clásicos como “La cumparsita” y “El choclo”, y “Don Agustín Bardi” y “A fuego lento”, del homenajeado Salgán. También, con la voz de Cuervo, dos de las canciones que Astor Piazzolla compuso junto a Horacio Ferrer –“Yo soy María”, de la obra María de Buenos Aires, y “Balada para mi muerte”, que fue ovacionada por el público–, y una composición de Binelli estructurada como un doble concierto para piano, bandoneón y orquesta, en cuatro movimientos, donde se traza una cierta historia del género y sus estilos característicos. También actuaron, ya en la noche del martes, los ganadores de una competencia internacional de tango (la WTC) y la Orquesta Típica Nelson Alberti, de Uruguay.