Dom 26.06.2016
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MUSICA › LILIANA Y LITO VITALE SE PRESENTAN HOY EN LA USINA

“En tiempos difíciles, uno se aferra a lo más íntimo”

La cantante mostrará las versiones que abordó en Uanantú, que grabó acompañada por el piano de su hermano (que estrenará trío). Se trata de canciones relacionadas con las influencias tempranas de ambos, de autores como Spinetta, Santaolalla y Yupanqui.

› Por Cristian Vitale

Se sientan de frente. Se miran bien a los ojos, como tal vez hacían de chicos, en el hogar suburbano de Villa Celina. Pero ya están grandes y en la homefaber del clan, en San Telmo. El, Lito, toma gaseosa sin azúcar. Ella, Liliana, un café. La idea urgente es hablar sobre el espectáculo Vitale, dosis doble, que ambos darán este domingo a las 18 en La Usina del Arte (Caffarena 1). El, para estrenar su nuevo trío, con Víctor Carrión en vientos y Mariano Delgado en guitarra. Ella, para presentar Uanantú, flamante disco-libro que figura a su nombre. Pero el álbum disco, pese a que lleva la rúbrica y la voz de Liliana, en realidad es de los dos, porque el piano lo toca Lito. Y, si se va más allá, es de los dieciocho autores –algunos en dupla– que ambos versionan en catorce piezas. Entre ellos el temprano Arco Iris de Santaolalla (“Zamba”); Luis Alberto Spinetta (“Plegaria para un niño dormido”); Atahualpa Yupanqui (“La zamba del grillo”); los dúos Rafael Alberti-Paco Ibañez (“Nocturno”) y Homero + Virgilio Expósito (“Vete de mí”); y Miguel Abuelo (“Oye niño”), entre más. Habitual diagrama de influencias –tempranas– de los hermanos Vitale. “Eran las canciones que tocábamos y cantábamos de chicos”, arranca ella, que cerrará la noche con un plus junto al flamante trío de su hermano.

–¿Por qué la idea de recuperar ese pasado lejano hoy? ¿Hay algo de nostalgia?

Lito Vitale: –De mi parte, al menos, desde la muerte de mi viejo conecté con nuestra historia. Y ella desde el año pasado empezó con el tema de la voz de la infancia, de recuperar eso. Leí algo que posteó Carlos Cutaia, que viene al caso, sobre los códigos que uno va tomando como personalidad desde la niñez, y son los grosos, los que valen, los que uno trata de volver a conectar, pero desde otro lugar. Incluso, en el disco está la foto de mi viejo, que era quien nos proveía constantemente de discos de Mozart o de Bach para escuchar antes de dormir. El nos abrió el abanico de lo que escuchábamos, de ahí la cosa ecléctica que tenemos y que está en el disco. También creo que tiene que ver con que, cuando las cosas se ponen política y económicamente difíciles como ahora, estés o no con el cambio, uno siempre se aferra a lo que sensiblemente está más vivo. Porque cuando las cosas van mejor, pensás en la vorágine del trabajo, de los proyectos, etcétera, pero cuando la cosa se corta y hay menos sincro humana con la gente, uno se aferra a lo más íntimo. Es más, las grandes obras de arte, en general, están hechas en momentos de mierda.

–Y entonces aquellos años, para ustedes, son un buen refugio por eso de que la patria es la infancia. Si se quiere, es como recuperar una especie de sentimiento patriótico por ese lado.

Liliana Vitale: –Sí, puede ser, porque es la perspectiva que me llevó a buscar canciones de las primeras que habían hecho huella en mi oído y mi voz, por un rollo que tengo de andar buscando una identidad vocal, tratando de deshacerme de máscaras. Mi afán es encontrar un hilo que vaya uniendo todas las edades, las identidades. Tirando de esa piola, empecé a encontrar aquellas canciones que habían ingresado en mi torrente sanguíneo más por el sonido, por la emocionalidad, que por saber lo que decían.

–¿Cuáles, entre las que están grabadas?

Liliana: –”A una paloma”, de Vilariño y Viglietti, o “Nocturno”, de Paco Ibañez, que me entraron por el sonido y la emoción. Recién ahora, cuando volvés, confirmás algo que sabías: que esas canciones estaban cargadas de sentido, pero no había edad para saber qué estaban diciendo. O una canción como la de Piero (“Tengo la piel cansada de la tarde”), que es previa a su etapa política. Lo mismo me pasó con “Zamba”, de Santaolalla.

–”Zamba” es un “lado B” del álbum rosa de Arco Iris. ¿Por qué abre el disco?

Lito: –Teníamos un disco de Arco Iris, una recopilación, que empezaba con “Zamba”, y nos encantaba, porque era como una especie de pre Cuarteto Zupay… había como un juego de voces en esa onda.

Liliana: –Además, es uno de los primeros temas que me vino, y que quedó. “Zamba” nos conecta con el principio del rock argentino, que no era específicamente rock, como el primer disco de Almendra, por ejemplo. Era Beatles, pero también Piazzolla, Bossa, Quilapayún, una mezcolanza libre.

Lito: –Lo que hice en este caso, tanto como con el tema de Piero y el de Favero (“Canción para cantar desnuda”), fue compartirlo con ellos, y fue una sorpresa para ambos. Me gustó saber qué pasaba con los autores cuando le mostraba los temas.

Uanantú, que será presentado en el marco del ciclo Doble Dosis de La Usina, es el segundo que Liliana graba a solas con su hermano –el anterior fue Mujer argentina, publicado en 1995– y el decimocuarto de su trayecto solista. Y ancla, como dejó entrever la cantora, en temas de diferentes palos que llegan como reminiscencias de la infancia y la adolescencia. De los tiempos previos a la formación de MIA, la agrupación autogestiva que ambos compartieron con una pléyade de músicos como el Nono Belvis, Alberto Muñoz y Verónica Condomí, entre otros. “Es un disco de dúos por donde lo mires”, sentencia ella sobre el trabajo, que viene con yapa: un libro de relatos breves pergeñados por Patricia Pagola y dibujos de la misma Liliana, que acompañan tales escritos. Y que también pertenecen a ese período difuso que divide la adolescencia de la infancia. “Hay una serie de datos, como si fueran un enigma, un misterio, un abracadabra, una palabra x, que puede nombrar determinadas cosas relacionadas con un estado de compartir, de confianza. Por eso Uanantú”, señala la cantante.

–¿Por eso solo? No parece...

Liliana: –(Risas) También es como un argentinismo de “One and two”, y si lo googleás encontrás un blog de la pandilla One and two, muy viejo. Tan viejo, que Lito no lo sabía.

Lito: –Ni me acordaba, es cierto.

Liliana: –La que trae a nuestras vidas esa palabra es Pagola. Así se llamaba el dúo acústico que teníamos cuando éramos niños. También se llamaba así la editorial por la que editamos los textos breves de Patricia y los mandalitas que yo hacía de niña. Todo relacionado con la infancia, como ve.

–¿De qué época se habla?

Lito: –Entre fines de los ‘60 y principios de los ‘70, cuando yo tocaba teclado y batería mucho mejor que ahora (risas).

Liliana: –Recuerdo que tocamos en vivo en el auditorio de San Isidro; él tenía entre 10 y 12 años, y yo dos más.

–¿Por qué no figura en la tapa como un disco de los dos, por más que lo sea?

Liliana: –(Risas) El disco es de los dos, porque está producido por ambos. En principio, porque hubo una interacción en la elección del repertorio todo el tiempo.

Lito: –A mí me parece que es de ella porque, a diferencia del dúo con Baglietto donde propongo más, en este caso la estoy acompañando, porque es su proyecto. La que lo defiende es ella y los textos de Pagola también los propuso ella. Yo oficio como acompañante.

Liliana: –Más que acompañante, porque Uanantú tiene varios links. Uno de ellos es el disco en sí, donde sucede lo que sucede entre nosotros. Es más, hay temas que no toco en vivo cuando me presento sola.

–Los dibujos que están en el libro interno e incluso el de la tapa son suyos, Liliana. ¿Qué connotan, específicamente? Quien no sabe la intención, no lo puede definir con palabras, pero usted sí, se intuye.

Liliana: –Sí, porque son abstractos, pero en aquel momento significaban cosas recontra concretas. Hay uno que se llama “Adentro y entre la música”, por ejemplo, otro, “Falsa inspiración”, y está “Triunfo rotundo”, porque lo hice cuando ganó Cámpora. En muchos dibujos de estos, el momento político estaba muy presente: “A los muertos de Trelew”, “Latinoamericanización”... Mandalitas que tienen el ruteo de los pensamientos.

–Liliana es la más peronista de la familia, parece.

Liliana: –Sí.

Lito: –Es “la” peronista de la familia. Yo respeto algunas cosas, otras no. Soy independiente.

Liliana: –Me reconozco peronista y me descansa reconocerlo como parte de mi identidad. Me acomoda la confianza en mí, a través de la confianza en el otro. Y es verdad que en tiempos duros como éste, esos lugares de la confianza son un tesoro total… Por eso la hermandad, la amistad, el momento en que verdaderamente ponés las manos en el fuego por el otro.

–De regreso al disco, no se puede obviar el track que lo cierra: “Toma dos blues”, de Sui Generis.

Liliana: –Tocábamos mucho de Sui en esa época: “Estación”, “Bienvenidos la tren”, “Natalio Ruiz”... Pero, bueno, se nos dio por este.

–¿En esa época ya hacían algo, aunque fuera remoto, de lo que después desarrolló M.I.A?

Lito: –No, nada que ver. Este es un repertorio de canciones que hicimos con mi hermana, Miguel y Babú Cerviño, el 11 de diciembre de 1973 en el Auditorio de San Isidro, y después arrancó M.I.A, que tocaba todo un repertorio original. No hacíamos versiones, sino que todo lo que se cantaba era de Alberto Muñoz.

Liliana: –En esa época, las bandas de rock no hacían covers. Componían sus canciones y no existía el intérprete. Creo que Baglietto fue el primero. Recuerdo que cuando hice uno de mis primeros discos tuve que asumirme intérprete y fue todo un quilombo, porque si no componías eras un salame.

–Todos componían, sí. Tal vez aparecían excepciones en la etapa anterior, como Los Gatos haciendo “Ayer nomás”, de Moris y Lernoud; o Tanguito, grabando “Todo el día me pregunto”, de Javier Martínez, pero no era la regla.

Lito: –O el Flaco, cuando grabó “Amor de primavera” con Invisible. Pero era algo esporádico, sí.

–¿Qué tema elegiría cada uno para redondear un perfil subjetivo de Uanantú? Puede venir desde lo emocional o lo meramente estético…

Lito: –Cuando hacíamos versiones, mi viejo nos pedía que fueran lo más intervenidas posible. Que valga la pena hacer una versión, si no era mejor escuchar la original. Entonces, lo que tiene ella cuando se monta arriba de un tema y se lo apropia, como hizo con “El Alazán”, de Yupanqui, es algo especial. En este caso, me quedo con “A una paloma” y con “Nocturno”, porque ambos tienen esa marca de interpretación muy vehemente, que intenté acompañar con el piano. Son las versiones más personales.

Liliana: –Yo pensé en todo lo contrario. ¿Qué loco, no? A mí me gusta cuando me pasa lo que me pasó con “Plegaria…”, porque esa voz que suena cuando no le pongo nada arriba me encanta. El color de paz de “Zamba” también está respetado.

Lito: –Otra que me encanta es la versión de “Oye Niño”, pero ella la detesta (risas).

Liliana: –El me obligó a que la ponga, sí.

–Es diferente a la de Miguel Abuelo, porque pareciera que él saca a su niño dolido ahí. Por más que el mensaje sea otro, la canta con rabia. En cambio, la de Liliana inspira paz. Claramente se trata de infancias y vidas diferentes.

Liliana: –Ese fue el intento. Decir lo mismo pero con paz. Y está en sincro con lo que dije, porque me exigí, no fue algo natural. Es más, juro por mis hijos que no lo soportaba y quería sacarlo de la lista, pero como confío en Lito, bueno, ahí fue.

–Es que está bueno tirarle un manto de ternura a ese tema que, pese a la letra, tiene tanta carga, tanta tensión en su forma original.

Liliana: –Además, el ostinato que le hace Lito tiene un clima increíble, un valor agregado.

–Que lo transforma en un “Oye niña”, tal vez criada con más ternura que el niño de Miguel. Algún abrazo le habrán dado...

Liliana: –Como decía Bam Bam Miranda: “decí que fui criado con amor, que si no...”

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