MUSICA › EL STABAT MATER, DE SIMON HO, CON JAIME TORRES Y SUSANNA MONCAYO
A pedido de Moncayo, el compositor suizo creó un Stabat Mater en el que es fundamental la presencia del charango de Jaime Torres. La obra, que se escuchará en el Centro Cultural Kirchner mañana sábado, estará acompañada por la clásica Misa Criolla, de Ariel Ramírez.
Susanna Moncayo no quiere arriesgar que la obra es solo lo que es. O lo que fue, en el momento de su concepción. Que el estreno mundial de la versión de Stabat Mater según el compositor suizo Simon Ho –de la que ella formará parte, además de producirla– no es exactamente un texto en verbo pasado, por más que trate de una madre que llora frente a un hijo crucificado. Ella la aplica al hoy. A las madres de aquí y ahora. A las de Plaza de Mayo, a las del dolor, a las del paco y a las que luchan contra la trata. “Madres que lloran y se compadecen, pero a la vez se unen y pelean por justicia para sus hijos, en una sociedad despiadada ¿no? Es algo muy personal lo que siento, porque vivo con mucha intensidad la lucha de todas estas madres. Personalmente, veo la obra como un homenaje a todas ellas”, introduce la cantante, sobre la nueva puesta de la obra –cuya traducción al castellano es “estaba la madre”– que Ho reescribió pensando en la voz mezzosoprano de la argentina, y también en el charango de Jaime Torres. “Yo pienso que la obra tiene una magia muy particular, desde la concepción de un hombre como Simon que conoce este país y siente su música, además de lo clásico, del jazz que ama, y de la música popular. Es un trabajo realmente admirable, en el que tengo la suerte de estar”, sostiene Jaime, acerca del concierto que, junto a la Misa Criolla, de Ariel Ramírez, darán los tres más la soprano Graciela Oddone, el barítono Víctor Torres y el quinteto de cuerdas que dirige la violinista Marta Roca, además del propio Ho en piano y dirección, este sábado a las 20 en la Ballena Azul del Centro Cultural Kirchner (Sarmiento 151). “Yo la definiría como una obra de música clásica contemporánea, con elementos minimalistas”, define el pianista suizo, durante la conversación que los tres compartieron con Página/12 en la sala del concierto.
El antecedente de la juntada viene desde que Moncayo y Ho confluyeron en Travesías, un sexteto cubano-suizo que interpreta textos y músicas de él, con la voz de ella. “Ahí nomás, le propuse convocar a Jaime como invitado especial. Lo concretamos primero en la Argentina, y luego en una gira por Suiza. El segundo proyecto fueron canciones de Simon escritas para mí y para Jaime, con textos de Alfonsina Storni, Borges, etc, y fue en una plaza de Goya, ciudad donde estábamos presentando aquel concierto, donde surgió la idea de hacer esta Stabat Mater. Le dije a Simon si no se animaba a hacer algo con una obra de música espiritual o sacra”, evoca la reconocida mezzosoprano.
–Espiritual, tal vez, más que sacra, que podría confundirse con algo “dogmático”
Susanna Moncayo: –Por eso digo espiritual, y un poco pensando en la Misa Criolla, también. Entonces Simon agarró viaje, se armó con las tres voces, Jaime y el quinteto de cuerdas, y acá estamos. Se entusiasmó y estuvo cuatro años componiendo y tratando de concretar la obra.
Torres, en tanto, no tardó en involucrarse en tal alquimia y en el año cero de la década decantó lo que estaba cantado: el trío Moncayo-Torres-Ho que, antes de Stabat mater, tuvo la intención de interpretar las eclécticas canciones del compositor de Berna. “Susanna es la cantante más inquieta que conozco, y fue ella la que me presentó a Simon. Ella siempre tiene buenas ideas respecto a la proyección de la música, no diría de innovaciones pero sí de nuevas propuestas, y por eso me brindó la suerte de conocer a este gran músico, de esos que son como los de antes: bohemios, sensibles, observadores del lugar donde están. Y si algo quiero rescatar de esto es que se haya tenido presente la incorporación del charango dentro de este grupo, que se presenta con una obra inédita”, sostiene Jaime. La obra –se aclara– es inédita en la intención de Ho, ya que a tal texto que muchos atribuyen al Papa Inocencio III, fue musicalizado por más de doscientos autores desde el siglo XVII, entre los que figuran Gioachino Rossini, Antonio Vivaldi, Franz Liszt, Giovanni Pergolesi, Giuseppe Verdi y Joseph Haydn. “Todavía no salimos a la cancha para presentar semejante obra, y esto nos provoca mucha expectativa”, admite el charanguista, que vuelve sus palabras, otra vez, hacia Moncayo. “Además de ser una amiga entrañable, es una de las grandes cantantes de nuestro país y, como tal, es la animadora de esta conjunción. En mi caso, es una primera experiencia. A pesar de haber tocado con ellos, esto es algo totalmente nuevo para mí, así que me adaptaré, trataré de hacer lo mejor que se pueda desde mi instrumento”, sustenta el mejor charanguista del universo.
–El instrumento es usted, Jaime…
Jaime Torres: –(Risas.) Bueno, pero uno se va y el instrumento sigue. Existía, está y seguirá. Lo que sí digo siempre es que la música, el arte y la belleza es un hecho social. No puedo negar la anterioridad de lo que me está pasando.
Actualmente radicado en Bruselas, Ho es un tipo inquieto, siempre con un pié en la música de cámara, y otro en la popular. Compone para danza, teatro y cine; integra ensambles como intérprete de su propia obra, y es reconocido por sus instalaciones sonoras vanguardistas. La única traba, en este caso, es que habla alemán y la que puede destrabar el problema es Moncayo, que enseguida muta en traductora. “Me importaba primordialmente escribir algo en lo que estuviera incluido el charango, por ser un instrumento de este continente. Esa fue la base de la composición”, dice la ella que dice Ho, y de paso agrega que de los diez números del Stabat Mater, hay cuatro escritos pensando en el charango y en la forma de tocarlo de Jaime. “He tocado con él en proyectos diferentes, y pienso que el sonido de su charango es hermoso. Es más, la obra termina con el color de ese instrumento”, explica el suizo que tiene doce discos publicados, además de ser quien arregló las músicas de I Salonisti, el ensamble que representó la orquesta de abordo en la película Titanic.
–¿Por qué este amor por el charango, viniendo de tierras “lejanas”?
Simon Ho: –Porque como sonoridad pega perfecto con el quinteto de cuerdas. Y además, me parece muy interesante cómo toca Jaime desde el punto de vista de la dinámica y el ritmo.
–Esto desde lo estético y musical, ¿pero qué lo mueve desde lo emocional?
S. H: –Que esta obra es como un proceso de nacimiento y dado que Jaime es un gran amigo tenía ganas de hacer algo con él, desde el punto de vista sentimental, porque necesito trabajar entre amigos.
La nueva puesta de la Misa Criolla, la obra de Ariel Ramírez cuya primera grabación fue con el mismo Jaime y Los Fronterizos en 1964 –y publicada un año después– será ejecutada por Federico Siciliano en piano; Goyo Alvarez en guitarra; Sebastián Farías Gómez en percusión; Manuela Torres, en accesorios de percusión y danza, Rubén Mono Izarrualde, en flauta traversa, y el coro polifónico nacional dirigido por Popi Spatocco. “La Misa traerá seguramente a muchos una vigencia de tantos años, y lo positivo de las renovaciones de otros tiempos, hecho con amor, cariño y pasión. La verdad es que, cuando la hicimos, no teníamos idea sobre qué iba a pasar con ella. Si iba a gustar o no… nadie tenía idea de eso, y de pronto perduró hasta hoy, y perdurará, por supuesto. Y a mí con Simon me pasa algo así… yo puedo escuchar las obras que compone para circo, para niños, o para ballet, y me hace feliz su manera de hacerlo desde el piano, hasta obsesivamente diría. Igual, por suerte, vivo un poco alejado, porque sino me llama todo el tiempo para ensayar, para tocar, y yo le digo ‘sí, sí, Simon, ahora vengo’”, se ríe el músico tucumano. “Ahora, en serio, es de verdad que yo admiro muchísimo que el músico esté vivo”, resalta, antes de un comentario que resulta verosímil con solo verle la cara a Ho. O la onda que le imprimen los pelos parados ‘a lo Sting de los ochenta’ y una sonrisa permanente. “Creo que la música tiene que estar viva y con alegría en el escenario, y Simon es un hombre muy particular en ese aspecto. Un hombre positivo, y su música trasmite eso. Por eso rescato la palabra nostalgia, porque su música trae ese recuerdo de músicas lindas. Si no está esta felicidad cuando uno toca, es muy difícil para el intérprete, y yo siento una gran alegría cuando lo escucho tocar, más allá de lo que hemos hecho juntos”, enfatiza el fundador y organizador del Tantanakuy. “Lo que él ha interpretado es el espíritu de la gente de este país”.
–Un espíritu medio complejo, si se quiere
J. T.: –Claro, pero para nosotros que vivimos el día a día, y que demoramos mucho en darnos cuenta el país que realmente tenemos, porque no es todo superficie ¿no? Este país tiene cosas importantes, y yo sé que Simon, que estuvo allá en Humahuaca, es un hombre que recorrería con mucho gusto, no solamente la Argentina, sino buena parte de América del Sur, porque nosotros necesitamos de gente que pueda trasmitir amor y capacidad, a través de la música, y para esto es necesario conocer los lugares, sus rítmicas, el espíritu del sonido de un charango, en fin, sé que vendrá gente a acompañar esto, y no hay que ver solamente lo que la obra parece en el momento que se expone, sino que es el tiempo el que lo va diciendo, como pasó con La Misa Criolla.
S. M: –Yo, puntualmente, quiero agradecer que lo podamos hacer acá. Se lo propuse en febrero a Gustavo Mozzi, y no es tan sencillo proponerle a alguien hacer el estreno mundial de una obra, y él me dijo “hacé lo que vos quieras”. La verdad es que agradezco la confianza, y también poder hacerlo en esta sala, que tiene esta capacidad, esta acústica… es un marco ideal.
S. H: –Para mí también se trata de algo muy especial, porque es un estreno mundial y, por lo tanto, nadie escuchó la obra. Yo la pensé, pero recién la escuché hace dos días, cuando la ensayamos. Y esto es algo verdaderamente excitante, y a su vez un estado frágil que combina perfecto con el estado de una madre que está sufriendo.
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