Mié 10.08.2016
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MUSICA › ENRIQUE “ZURDO” ROIZNER SERá NOMBRADO PERSONALIDAD DESTACADA DE LA CULTURA

Mucho más que un mercenario del solfeo

Por más que él mismo lo minimice, el aporte del baterista a la música ha sido enorme: fue parte del Octeto Electrónico de Piazzolla, grabó con Vinicius, Gato Barbieri, Saluzzi, Les Luthiers y el Cuarteto Zupay, entre otros. Ahora integra la banda de Kevin Johansen.

› Por Cristian Vitale

“Lo que pensé cuando me lo dijeron fue ‘éste está en pedo, está delirando, ¡le subió la fiebre!’”, se ríe Enrique “Zurdo” Roizner al recordar la primera reacción que tuvo frente a un acto de justicia musical: su nombramiento como Personalidad Destacada de la Cultura. “Justo habíamos ido a tocar con la orquesta de tango a la legislatura y me dijeron ‘¿sabés que te van a nombrar personalidad desacatada de la cultura?’. No sé, yo siempre me creí un mercenario del solfeo o tal vez un artesano de la cultura, pero nunca una personalidad”, resalta este histórico baterista, cuyo reconocimiento ocurrirá hoy a las 17 en el salón San Martín de la legislatura porteña. “Se ve que el que me lo dijo no estaba en pedo –ríe otra vez–, y la verdad es que me cae reultraplusbien, porque soy de los que cree que el halago, como el dinero, nunca es mucho. De todas maneras, sigo sin tener la menor idea de por qué me nombraron”.

Tal vez haya que recordárselo, entonces: su batalla del solfeo viene de lejos. Desde que, luego de unas inferiores adiestrando el oído con gente como Buddy Rich, Domingo Cura o Gene Krupa, le hizo la percusión a Dino Saluzzi en la legendaria obra Soy Buenos Aires. También a Vinicius en La Fusa –es su set el que suena en el disco Vinicius de Moraes en Buenos Aires–, a Daniel Viglietti en el formidable Canciones chuecas, y al Gato Barbieri por dos: Chapter One: Latin America y Chapter Two: Latin America. Todo eso durante los tres primeros años de la década del 70. Pero fue en el Octeto Electrónico de Astor Piazzolla donde Roizner brilló por primera vez con luz propia. “Obviamente, mi paso por el Octeto fue una de las cosas más movilizantes de mi vida. Creo que la experiencia más fuerte en lo musical”, evoca el instrumentista.

–¿En lo cultural o lo ideológico musical no? Porque Piazzolla era muy discutido en ese entonces... ¿No sentía que lo estaba defendiendo?

–En verdad, lo que recuerdo haber sentido es un disfrute impresionante, porque él se defendía solo y muy bien. Era un tipo fantástico.

–¿Qué pieza musical recuerda, en especial, de esa etapa?

–Una que él escribió especialmente para el Octeto, que se llama “Quinientas motivaciones”, que nunca fue publicada y solo circula a través de grabaciones piratas. Se llamaba así porque tenía quinientos compases, en los que había cinco o seis temas juntos, metidos ahí. Astor era un tipo increíblemente prolífico. También otra pieza que apareció hace unos ocho años y que me entregó José Bragato, su violonchelista de cabecera y copista. Porque Astor tiraba todo y José iba atrás juntando los papeles… por eso se salvaron muchas obras. Esta se llamaba “El tango del zurdo” e intuyo que me la compuso a mí porque, aunque él también lo era, no creo que se lo haya compuesto para él mismo (risas). No sé, por ahí había conocido algún comunista (más risas).

–Ya que está en tema, usted también grabó en “El chueco Maciel”, del disco Canciones chuecas, de Daniel Viglietti. Era un trabajo muy comprometido, aquel. ¿Le entró por ese lado?

–La verdad es que me llamaron para una sesión y no sabía ni con quién iba a grabar. Por eso digo que soy un mercader del solfeo, excepto con proyectos como el del Octeto de Piazzolla, por supuesto.

–A quien tuvo la oportunidad de homenajear con su participación en el disco de Leopoldo Federico, A Piazzolla.

–Impresionante, sí. Llegamos a tocar con la Filarmónica Nacional en el Colón, esa vez. Ese trabajo fue producto de un arreglo que hizo ese enorme músico, guitarrista y arreglador que es Horacio Malvicino. El hizo una reducción del concierto para bandoneón, para un trío, y quedó bárbaro, pero había que grabar más temas porque era algo muy corto. No se podía sacar un CD de veinte minutos, entonces Malveta hizo cinco arreglos más y me llamaron para grabarlos. Una vez terminado, Federico dijo “la verdad es que tendríamos que ponerle batería al concierto”. Y ahí salió la versión definitiva. Fue algo precioso.

–Que coincidió temporalmente con una de sus últimos aportes a Anacrusa, a principios de este siglo.

–Grupo con el que siempre toqué, sí. Y no es raro que haya coincidido porque de cuando en vez, como decía Domingo Cura, estábamos tocando y a veces coincidíamos con el grupo de Castiñeira.

–Esa vez fue en “Encordados”.

–La verdad es que no lo recuerdo porque –y no vaya a creer que es una fantasía, ¿eh?– tengo unos 1200 discos grabados con diferentes víctimas, y muchas veces no me acuerdo de algunos. Sí digo que Castiñeira es un músico impresionante, con un bagaje total de conocimientos del folklore argentino y latinoamericano.

Roizner también tocó batería en el primer disco de Pastoral; formó parte de proyectos notables como La Banda Elástica, Les Luthiers, el Cuarteto Zupay y Cantoral, y actualmente, con 76 años, sigue activo como miembro estable de la Orquesta de Tango de la Ciudad de Buenos Aires, y de The Nada, el grupo de Kevin Johansen. Con él grabó los discos Sur o no sur, City zen, Logo, Bi y el reciente Mis Américas. “El cruce de generaciones es fantástico… Kevin es un tipo muy bajo perfil. Y el resto de los músicos es una maravilla. Al que menos le llevo, le llevo como treinta pirulos, y no sé por qué encajo tan bien en esa brecha. Tampoco lo quiero averiguar, porque si busco una respuesta se va a terminar la magia”, opina el Zurdo, cuyo homenaje contará con las palabras de la legisladora Inés Gorbea –promotora del reconocimiento–, José Luis Castiñeira de Dios, Ricardo Lew y el mismo Johansen.

–Si se pierde la magia, se pierde la música…

–Sí. Me encanta estar rodeado por gente joven.

–¿Se lleva mejor que con los de su generación?

–No diría que mejor: me llevo muy bien con ambas generaciones. Y tal vez con el tema de los géneros musicales sea, como dice Kevin, un desgenerado (risas). Lo siento así porque me entusiasma hacer música de todo tipo, desde lo clásico, ya que he tenido el privilegio de tocar en varias sinfónicas, e incluso me contrataron seis meses para tocar con la filarmónica de Liverpool, hasta grupos de jazz, de tango, de rock…. he tocado con muchas víctimas, bah.

–Empezando por Saluzzi o por Vinicius, nada menos. ¿Cómo recuerda esos pasajes juveniles?

–La verdad es que a esta edad no recuerdo haber sido joven alguna vez pero, bueno, fueron experiencias fortísimas como las de Astor, o las giras con Barbieri por Japón y Estados Unidos. Tuve la suerte de estar en los momentos y los lugares indicados. La brújula nunca me falló en este aspecto. Siempre pensaba “por acá deben necesitar a alguien” y entonces me quedaba cerca.

–Con Domingo Cura grabó La percusión en el folklore argentino. ¿El fue su principal influencia?

–Absolutamente, porque Cura hizo lo que yo vengo tratando de hacer con la batería: incorporarla al folklore, al tango y a ciertas músicas latinoamericanas. Fue el inventor de un sistema que todo el mundo hace. Hoy, por ejemplo, no es para nada raro escuchar un tipo tocando el cajón en una chacarera. O ver un percusionista que toca el güiro en una zamba. Todo esto lo inventó él, que era un artista enorme. También me gustan mucho Daniel Volpini, el “Pipi” Piazzolla y José María Lavandera, el baterista de la Orquesta de Tango de la Ciudad, porque tiene un toque y una comprensión del estilo que me encanta. Y seguramente admiro algunos otros que, bueno, por envidia no voy a nombrar (risas).

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