MUSICA › A LOS 60, JOHN LYDON MOSTRO SU SORPRENDENTE IMPETU AL FRENTE DE PUBLIC IMAGE LTD
Ante un Teatro Vorterix colmado, el artista alguna vez llamado Johnny Rotten demostró por qué le ganó la pulseada a la industria que quiso maniatarlo, con canciones que tratan acerca de dilemas personales proyectados al resto de la humanidad.
› Por Yumber Vera Rojas
Cuando el enojo es un motor bien dirigido –no para agredir, sino para construir, para crear–, los efectos pueden ser inspiradores y hasta asombrosos. A propósito de la sensibilidad que causan las historias sobre superación en tiempos de Juegos Olímpicos, como la de los rugbiers de Fiji o la del nadador panzón etíope, John Lydon sigue demostrando a sus 60 años que es un artista de alto rendimiento. Luego de que el sistema lo indujera a guiar a un sabático a su proyecto grupal post Sex Pistols, Public Image Ltd, –la multinacional que lo publicaba se negó a invertir un dólar más en la banda–, el rey del punk y padrino del post punk volvió a la carga dos décadas más tarde con un ímpetu sorprendente. Sin embargo, a diferencia de las reuniones de los Pistols en 1996 y 2007, PiL no regresó por el sucio lucro ni para que su líder se consagrara como icono pop, sino para tomarse revancha de la industria que quiso maniatarlo. Y le ganó la pulseada a través del siempre válido “hacelo vos mismo” y con canciones que tratan acerca de dilemas personales proyectados al resto de la humanidad.
Después de que Lydon financiara la operación retorno de PiL, en 2009, con lo que le devengó un anuncio televisivo de una marca de manteca para la que prestó su imagen, puso a la venta en 2012 el disco que confirmaba la vuelta, así como su estupendo estado de salud creativo: This is PiL. A ese trabajo le sucedió tres años más tarde What the World Needs Now, con el que el cantante demostró una vez más que está lejos de ser un chanta, y cuya gira mundial lo trajo por tercera vez a Buenos Aires (ya había venido con PiL en 1992, y con los Pistols en 1996). El artista alguna vez llamado Johnny Rotten siempre supo rodearse de músicos excepcionales en su laboratorio de post punk y esta etapa no ha sido la excepción. Así que, respaldado por el baterista Bruce Smith (ex The Slits y The Pop Group), el guitarrista Lu Edmonds (ex The Damned y actual The Mekons) y el bajista Scott Firth (en su currículum destacan las Spice Girl, Steve Winwood y Elvis Costello), el cantautor con cara de orate y de gestos iracundos saltó el jueves al escenario de un Vorterix abarrotado.
Como para que no quedara duda alguna de que mantiene algunas buenas costumbres británicas, pese a que se nacionalizó estadounidense, Lydon y los suyos largaron puntualmente, a las 21, a disparar todo su arsenal de clásicos, nuevas canciones, apologías al minimalismo y experimentos sonoros. Justo comenzaron con una de los piezas de este último apartado, “Albatross”, post punk espeso, oscuro y ruidoso de 10 minutos, incluido en el disco Metal Box (1979), al que le secundaron sendos tracks de su nuevo álbum: “Double Trouble” y “Know Now”, que dejaron constancia de su coherencia conceptual y prendieron la mecha para lo que se venía. Después de pasar las hojas con las letras de sus temas en el atril que tenía en frente, y tras hacer unos buches con agua y vino para limpiar su garganta, que escupía en un tacho frente a la batería, el frontman develó el primer momento épico de la noche mediante el clásico “This Is Not a Love Song”, matrimonio entre el post punk y la música disco con el que el público protagonizó un pogo febril y arengador, ante la mirada orgullosa del artista.
Apenas Edmonds dejó de lado el llamativo saz (instrumento perteneciente a la familia de los laúdes), se colgó la guitarra para hacer el espectral “Deeper Water”, del álbum This is PiL, y el discursivo “Corporate”, de la flamante décima producción. A pesar de que “Death Disco” (título que demuestra la macabra relación entre el post punk y la pista de baile, lo que denotan algunos temas más del género como “Death of the Disco Dancer”, de The Smiths) representó otro de los puntos altos del repertorio del show, no tuvo el recibimiento merecido. Al igual que “The One”, de su reciente cosecha. Una vez que quedó atrás “The Body”, flirteo con el sonido de Manchester de su trabajo Happy? (1987), PiL mantuvo el contraataque con “Warrior”, donde quedó de manifiesto su pasar por el alternative dance propio de fines de los ‘80, y hasta se atrevió a colar el novel y groovero “I’m Not Satisfied”. Hasta ese instante, Lydon se había transformado, amén de encantador de texturas y estados de ánimo, en el propio curador de su obra, eligiendo minuciosamente los temas de antaño que acompañarían la introducción de What the World Needs Now, columna vertebral del recital.
Mientras parte del público pretendía convertir esta feligresía en un acto social secular, Lydon, quien con su característico acento cockney presentó un rato antes a su banda (en lo que fue una de sus escasas alocuciones), bramó de furia con “Religion”, en la que repta hacia el inframundo, una de las constantes de sus letras. En un momento invitó a Edmonds a acercarse al borde del escenario, y, con esa ironía filosa de la que hace gala, lo presentó como Jesús y luego le agradeció por su pericia con la viola. Después de tamaña beligerancia sonora, los ingleses pegaron el volantazo con “Rise”, éxito que evolucionó en pogo. Al despedirse por primera vez, el ex Sex Pistols se limpió cada fosa nasal, y abandonó el escenario. Cuando el público pidió la vuelta del cuarteto con una arenga basada en “Rise”, los músicos se animaron a otro clásico, “Public Image”, primer single de su debut First Issue (1978). Y ante la posibilidad de despedirse con una obviedad, PiL desconcertó al sacar de la galera el hit que grabó en 1993 con el dúo electrónico Letfield. Cosas así sólo se le ocurren a un monarca. Al rey del punk.
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