Lun 22.08.2016
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MUSICA › DAVE MUSTAINE Y LA NUEVA VISITA DE MEGADETH A LA ARGENTINA

“Queríamos hacer algo poderoso”

El cantante y líder de la banda estadounidense habla de su 15to disco, Dystopia, que presentará con nueva formación después de siete años. Pero no olvida su idilio con los fans argentinos: “Allí la gente ama la música sin importar de dónde venga”, sostiene.

› Por Mario Yannoulas

Dave Mustaine se jactó siempre de ser un tipo bien informado. Ahora es capaz de describir con minuciosidad la eficacia de las armas que están desarrollando “algunos países”, capaces de aniquilar cualquier tipo de vida a miles de kilómetros a la redonda, y sólo dedicar unas pocas líneas a la definición musical de , el decimoquinto trabajo de estudio de Megadeth. “¿Agresivo? Me gusta esa palabra”, suelta reticente en el teléfono, apretando la mandíbula más que de costumbre, convencido de que se lo llamó fuera de horario. El guitarrista y cantante de una de las bandas de heavy metal más importantes del mundo es conocido por su mal genio, fama que no le interesa cambiar, en este caso exigiendo por anticipado que se le consultara únicamente por su flamante criatura, tal como anunciaba un correo: “De lo contrario, Dave podrá colgar y dar por terminada la charla”.

A diferencia de los últimos lanzamientos del cuarteto (Super Collider y, más atrás, Thirteen), Dystopia toma por momentos vida propia, y presenta nueva formación después de siete años. La llegada del guitarrista brasileño Kiko Loureiro (Angra) y la participación del baterista Chris Adler (Lamb of God) como sesionista le dieron, según Mustaine, otro aire a esta entrega: “Cuando a uno le sale un buen disco, hay cosas que no fueron planeadas. Queríamos sacar algo muy poderoso, y eso se facilitó al tener a Kiko, que trajo la pasión de la música sudamericana. Explotamos sus habilidades al máximo, lo mismo con Chris, que por su forma de tocar siempre obliga a pensar algo diferente”, destaca.

La génesis de este disco tuvo que ver con una idea distinta de Mustaine: la de rearmar la formación de Rust in Peace, disco icónico del thrash metal y probablemente la expresión más alta de Megadeth. Esa reunión no fue –“Es difícil planificar cuando no están todos en la misma habitación”, se excusa– y hoy ya es sencillamente imposible, dada la muerte del baterista Nick Menza. “En su momento no sabía si Nick iba a poder sumarse, entonces había pensado en Chris Adler, porque además de un gran músico, es fanático de Megadeth”, explica el autor de clásicos como “Hangar 18” o “Symphony of destruction”.

Entusiasmado con un nuevo regreso a la Argentina –ya estuvo en Neuquén a principios de mes–, ahora con doble presentación en el Luna Park: primero hoy a las 21, y mañana a la misma hora, por entradas agotadas. Y el músico suma rosas al affaire que mantiene con el público local: “Amo ir a la Argentina, tocar en Vorterix, en una cancha de fútbol, u Obras, el lugar al aire libre donde grabamos el dvd That One Night, que le mostró al mundo hasta dónde llega la pasión de los sudamericanos, cuando cantan los riffs o los solos de guitarra. Eso muestra que la gente ama la música sin importar de dónde venga. Me encantaría hacer un dvd parecido de nuevo, el resto del mundo se volvería loco”.

Después de esa meseta que dibujaran entregas algo simplonas para lo que Megadeth venía arrastrando como legado artístico, Dystopia revive algunas de las viejas premisas del grupo: vértigo y agresividad. “El que nos conoce a mí y a la banda sabe que la inspiración llega desde contactos cotidianos con libros, películas, noticias, y gente en general. Los discos van cambiando, algunos pueden ser más oscuros que otros, pero si son oscuros, es porque la sociedad mostraba oscuridad en ese momento. Me acuerdo de cuando salió Rust in Peace, todavía estaba muy en boga el tema del armamento nuclear. Si una banda de heavy metal habla de destrucción y guerras cuando la cosa está pacífica, la gente te va a preguntar: ‘¿Por qué hablás de esto, si las cosas andan bien?’. Si realmente quiere llegarle al público, uno tiene que estar atento a lo que pasa para escribir una canción”, profundiza.

La chispa musical de Mustaine –plasmada en obras clásicas de los ‘80 y los ‘90– corre en línea paralela con su discurso, que cristaliza cierta parte de la cosmogonía estadounidense, ahora detrás de un título tan sugestivo como “Distopía”, y canciones reveladoras como “Post american world” (“¿Cómo nos veríamos / En un mundo post norteamericano? / ¿Quién se opone al mundo norteamericano?)”, o “The threat is real” (“La amenaza es real”): “Esa no se refiere a ningún personaje en particular, puede ser Jesús o Charles Manson. Pero la idea empezó cuando estábamos grabando, hubo un brote de ébola en África, y una mujer vino desde allá a los Estados Unidos. Tenía que estar en cuarentena, pero se fue a su casa. Cuando alguien tiene una enfermedad contagiosa y mortal, y hace eso, ¿no constituye una amenaza?”.

–¿Es un disco pesimista?

–No, al contrario. A mí me parece esperanzador. En “Post american world” también digo que, si no te gustan cómo están funcionando las cosas, bueno… ponete a hacer algo. Porque del otro lado hay países que avanzan con armas de destrucción masiva.

–¿Qué responsabilidad tienen los músicos en los tiempos que describe?

–Quizá sea anticuado, sé que muchos lo piensan. Creo que todo el mundo merece ser feliz, no importa de dónde venga. Por eso, la primera vez que fui a Buenos Aires estuve horas en la calle charlando con fanáticos. Así empezó nuestro affaire, porque me conocieron personalmente y vieron quién era, no hubo barreras. No creo que pueda sentarme en una mesa mejor que los demás, todos nos tenemos que tratar como iguales, y eso hice con mi público. Ahí está mi responsabilidad.

– ¿Los músicos ejercen la misma influencia que tenían hace diez o veinte años?

–Eso depende. Hay músicos viejos a los que les importa un carajo ser una influencia para los jóvenes, prefieren vivir en el pasado. En realidad, no interesa si son jóvenes o no, cuando se ven largas filas esperando la salida de la nueva Xbox, a gente usando cascos de realidad virtual como el que aparece en la tapa de Dystopia, o jugando un juego que incluye la música de Megadeth, cosas que hace gente de mi edad y de la de mi hijo Justis, que tiene 24. El tema es que, si uno pone la mira sobre lo que le interesa a la gente, la gente lo escucha.

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