MUSICA › LA PIANISTA JAPONESA HIROMI UEHARA ESTá EN BUENOS AIRES
› Por Santiago Giordano
Apareció para muchos en 2003, con Another Mind, un disco en trío, cuyo triunfo ante crítica y público podría explicarse en el equilibrio entre lo que mostraba y lo que insinuaba. Lo que mostraba era una energía impresionante a partir de un trajinante sonido jazz-rock; lo que insinuaba era que detrás de ciertos desbordes había una pianista, en el sentido más amplio, fuera de serie. La portadora de esa forma de equilibrio es Hiromi Uehara, y lo bien ganado de su fama podrá comprobarse en vivo en Buenos Aires, el próximo sábado y domingo en el Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125). El entusiasmo que despertó su llegada a Buenos Aires animó a una segunda función, completando así estos dos conciertos de piano solo.
La historia de Hiromi Uehara refleja una de las versiones posibles del rodado “sueño americano”: pianista japonesa de formación clásica que en un momento descubre el jazz. Aparecen en su vida Chick Corea, a quien conoció en Tokio, enseguida la Berklee de Boston y sucesivamente nombres como los de Ahmad Jamal y Oscar Peterson, que ella reconoce como fundamentales en su formación. A los 23 años graba su primer disco y desde ahí comienza un camino que atraviesa de manera personal el jazz. Incluir a Hiromi en la categoría jazz sin objeción de los puristas podría resultar arriesgado. Salvo en Duet, de 2009, con Chick Corea, como pianista y compositora Hiromi se movió en los bordes de género, territorio en el que logra imponer una personalidad hecha de sus propias variaciones.
“Siempre me resultó importante y productivo pensar que el piano solo como instrumento puede ser una orquestra completa, por eso me entusiasma esta posibilidad de volver a Buenos Aires con un concierto de solo piano”, comenta Hiromi a Página/12 antes de sus conciertos. “Cuando toco sola siento una gran libertad, lógicamente. Puedo ir a cualquier lugar que quiera. Pero creo en la libertad que viene acompañada de una gran responsabilidad. Me estimula cargarme la responsabilidad sobre mis hombros. Hacer música es eso: una gran responsabilidad asumida con libertad”, define su oficio.
Del otro lado del teléfono está Nueva York en un día de lluvia. Hiromi confiesa que las entrevistas en el fondo le gustan y por la calidez con que responde y la frecuencia de su risa, no habría por qué no creerle. Se ríe de una posible comparación con Keih Jarrett, dice que encontrarse con Chick Corea fue para ella “como entrar a una gran biblioteca” y está segura de que se hubiese sentido muy bien tocando con Frank Zappa. “Eso está entre las cosas que me quedan pendientes para otra vida”, dice Hiromi y ríe otra vez.
–Usted comenzó su formación musical como una pianista clásica. ¿Cuándo descubrió al jazz?
–Resulta que mi primer profesor de piano, un músico clásico, resultó además ser un gran fanático del jazz. Cuando tenía 8 años empecé a transcribir y a improvisar sobre algunas músicas de jazz, imitando los ritmos que los grandes del jazz tocaban. Así fui entrando a ese mundo. Oscar Peterson fue uno de los primeros pianistas que oí por entonces. No tenía idea de lo que significaba su nombre en el jazz, lo que recuerdo es que escuché su música y no pude parar de bailar, me hizo sentir muy feliz. Más tarde, a los 18 años, lo conocí personalmente. Fue muy importante para mí estar cerca de él, no sólo por el aliento que me brindó continuamente, sino porque también porque su vitalidad fue un gran ejemplo: era incansable, siempre estaba creando música, desafiando los límites, mejorando en todo. El me enseñó que no importa la edad que tengas si realmente quieres encontrar nuevos paisajes. Siempre se puede: esta es la mayor inspiración que Oscar me brindó.
Hiromi asume sin complejos su historia musical. Es más, hace de ella una de sus características, la pone en juego. “No sé bien cómo se da la combinación entre los distintos momentos de mi formación musical –explica–. Escuchando distintos tipos de música se dio una mezcla, pero se dio naturalmente. Nunca intenté hacerlo de forma deliberada”. Como pianista, su técnica demoledora y una sensibilidad abierta le permiten abordar cualquier diferencia y llevarla a las más variadas direcciones.
–¿Cómo se definiría como pianista?
–Es una pregunta difícil para mí. No sabría contestarle. Siempre pienso que los mejores pianistas del mundo son los que pueden sacar el potencial máximo del piano. Yo trato de hacer eso, lo más que puedo.
La energía por momentos desbordantes de Hiromi se potencia en los pasajes de improvisación. “Soy una improvisadora innata”, dice Hiromi y explica que es ahí donde encuentra su órbita más propicia. “Cuando estoy componiendo melodías y ritmos, incluso trabajando sobre una letra, la música me viene de la inspiración, porque ahí está mi corazón. Luego, realmente disfruto de la improvisación. La improvisación es como la vida, uno va improvisando su vida todos los días. Nadie sabe con qué se va a encontrar cada día y así es como me siento cuando improviso.
–¿Qué es lo que más le atrae de la escena del jazz actual?
–Me gusta la variedad que hay. Todo el mundo tiene distintos tipos de estilos de jazz y músicas cercanas y disfruto mucho de esa diversidad.
–¿Es sistemática para componer?
–Depende. A veces la música aterriza sola. Voy caminando por la calle y de golpe aparece. Entonces me siento muy afortunada de componer de esa manera. Otras veces me siento al piano y compongo. Esas son mis dos maneras de componer. Yo compongo desde los 6 años y para mí es como llevar un diario íntimo. Realmente amo componer, por eso siempre encuentro motivaciones para hacerlo.
–¿Hay más corazón o más razón en su música?
–Más corazón, si dudas. Mi primer maestro de piano me enseñó que la música debe ir del corazón al corazón. Siempre tuve eso presente. Es cierto que para poder darme cuenta de los sentimientos y transmitirlos de un corazón a otro, debe haber buenas técnicas. Pero sin lugar a dudas, se trata de ir de corazón a corazón.
–Esta es la segunda vez que toca en Buenos Aires. ¿Hay algo en particular que recuerde de esta ciudad?
–Tengo un recuerdo vivo de Buenos Aires, fue un concierto memorable el que di allá. Porque el público de Buenos Aires es maravilloso, la gente es tan apasionada y energética con la música. Además el Teatro Coliseo es un teatro tan lindo. ¡Ahhh... y la comida! Es una de las mejores comidas que probé. Son las cosas que me hacen sentir que vale la pena viajar hasta allá, además del hecho del concierto, claro.
–Usted viaja todo el tiempo, ¿en qué ciudades del mundo se siente más cómoda?
–Vivo entre Nueva York y Tokio, así que allí es donde me siento más cómoda, por el sencillo hecho que es donde tengo mi propia cama y eso no se compara con nada. Pero aparte de eso, el lugar donde me siento más cómoda en el mundo es en el escenario. Cada vez que viajo, incluso si es una ciudad en la que nunca estuve, al segundo que subo al escenario me siento como en casa. Es un sentimiento extraño, pero realmente hace que me sienta como si estuviera en mi hogar. Mi piano, el escenario, el público, yo, todo eso hace que sea como mi casa.
–¿Podría dar una definición de jazz?
–Libertad que proviene de la improvisación.
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