MUSICA › CAETANO VELOSO
El músico bahiano acaba de editar Cê, un disco radicalmente sencillo, en el que luce más “rockero”. Aquí habla de su música, pero también de política brasileña: “Lula se llevó una tarjeta amarilla”, señala.
› Por Carlos Galilea
Desde Madrid
Cumplidos los 64, el brasileño ha optado por rodearse de músicos de 20 y 30 años para un disco inesperado. Un disco cercano al rock, radicalmente sencillo, que él considera muy personal y a la vez el más impersonal de cuantos ha grabado. Cê, una forma coloquial de decir Você, es su disco número 40. Desde su casa en Río de Janeiro, Caetano Veloso comenta por teléfono que en el mundo hay demasiadas canciones y que él mismo ya ha escrito una cantidad absurda de ellas, pero que continúa sintiendo la necesidad de hacer canciones. Asume que está envejeciendo, “aunque tengo un temperamento adolescente, un tipo de personalidad que a veces crea problemas con la realidad de la vejez. Pero me gusta así (se ríe). Ahora vivo solo y no me va del todo mal. Estoy descubriendo la vida.”
–Dice su hijo Moreno, que lo ha producido, que la mejor definición del disco quizá sea que es nuevo, diferente...
–Nunca había planificado la sonoridad de cada canción desde la composición. Acabo de leer un correo de un amigo director de teatro que me dice: “Abandonaste los tambores de Bahía y las cuerdas, esos sonidos que nos encantaban, y has hecho un disco únicamente con bajo, batería, guitarra y tu voz. Y, paradójicamente, casi me gusta más”.
–¿Cê es un poco hijo de un disco que finalmente no grabó, uno de rock clandestino en el que iba a fingir ser otra persona?
–Tiene muchos de los elementos que hubiera usado en aquel disco que iba a ser más radical. Como si no fuese yo. Pero no tengo vocación de esconderme. Ni ganas.
–Afirma que algunas de las canciones podrían haber sido escritas por un heterónimo.
–Es interesante trabajar con un nombre distinto. Da cierta libertad. Experimentaría mucho más. Me sentiría más libre para hacer cosas diferentes que las que hago con mi voz, mi cara y mi nombre.
–“Nao me arrependo” tiene que ver con su dolorosa separación de Paula Lavigne, madre de sus dos hijos menores, Zeca y Tom...
–Igual que “Minhas lágrimas”. Las dos son autobiográficas.
–En “Minhas lágrimas” aparece Los Angeles...
–La desolación de Los Angeles. A mí me gusta la ciudad que es ciudad. Me gustan Madrid, Nueva York, Buenos Aires, Río, París... Ir caminando al cine. Tengo que vivir donde hay una librería, una pizzería y una panadería.
–Muslos, mucosas, pezones... Una poética corporal que en EE.UU. le valdría sin duda al disco la etiqueta de “parental advisory”.
–(Se ríe.) Hay mucho sexo. Tiene una razón muy clara y otras que no lo son tanto. La decisión de unos sonidos rockeros y de llegar a un lenguaje básico sobre cosas básicas llevaron al sexo. El rock es una expresión de energía sexual.
–¿Le disgusta la fama de Brasil de no cumplir las expectativas?
–Cuando uno dice que lo que distingue a Brasil es la incapacidad, lo que está haciendo es eximirse de responsabilidades. El país que produjo Joao Gilberto, Machado de Assis, Tom Jobim, Guimaraes Rosa, Oscar Niemeyer o Joao Cabral de Melo Neto tiene responsabilidades. Somos un trozo enorme de América y el único que habla portugués. El país más mestizo. Esos tres elementos, sumados al hecho de estar en el Hemisferio Sur, le otorgan a Brasil una originalidad fatal. Y tenemos la responsabilidad de ejercer nuestra originalidad en el mundo.
–En Brasil prima el individuo sobre el ciudadano...
–Es algo que Borges dijo en los años treinta de los argentinos. Las relaciones interpersonales son más importantes que los derechos de ciudadanía. Para mí, los valores universales de los derechos humanos son superiores a fidelidades de familia, amistad, grupo religioso o étnico, nacionalidad...
–Anunció que no iba a votar a Lula.
–Y no lo hice. Quería una segunda vuelta porque ahora se llevó una tarjeta amarilla y el partido está más equilibrado.
–Sí lo votó hace cuatro años.
–Y no me arrepiento. Lula necesitaba llegar a la presidencia por lo que representaba. Le voté de corazón y no me arrepiento ni un segundo. Pese a esa terrible confusión de partido con gobierno y gobierno con Estado. El pensador político que más me interesa hoy es Roberto Mangabeira. Una izquierda muy inteligente, de profundización radical en la democracia y de apuesta por la originalidad de Brasil.
–Una mayoría de artistas se ha posicionado a favor de Lula.
–Hubo una reunión en casa de Gilberto Gil a la que no fui. Vi a mis colegas músicos, artistas apoyando a Lula y a éste vanagloriándose de cosas inaceptables. Así que dije públicamente que la corrupción me indignaba. Y que no se podía fingir que nada había ocurrido y que era un complot de las elites contra Lula. ¿Y quién levantó la voz para defenderlo contra mí de forma muy agresiva? Delfim Neto. El tipo que cuando yo estaba en la cárcel y exiliado era el economista que hacía el milagro del gobierno más autoritario de la dictadura, ¡dándome clases de democracia!
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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