MUSICA › ACTUA HOY EN EL BAR URBANO
El Vasco presenta canciones de su “disco potencial” Jamás lo lograré.
› Por Cristian Vitale
En 1976, cuando Gustavo Bazterrica se integró a La Máquina de Hacer Pájaros, era un joven manso. Había tocado en Reino de Munt –banda fugaz de Raúl Porchetto– y el mundillo rocker, más concentrado e íntimo que el de hoy, lo veía dócil, sensato y, sobre todo, talentoso. Incluso, se dice que Charly García lo “retiró” de La Máquina tras el disco Películas, porque “era serio, hablaba poco y tocaba sentado (¿?)”. Grabación de Sólo el amor puede sostener –de Spinetta– mediante, el Vasco integró la segunda formación de Los Abuelos de la Nada y su “expulsión” ya no tuvo las mismas causas. Incumplimiento de horarios, bohemia, estupefacientes, desgano en los ensayos y faltas constantes fueron minando la paciencia de sus compañeros, y en 1985 dejó Los Abuelos. Dos años después, editó su único disco solista (Joven blando) y, pese a ciertos intentos con Bazterrícolas, su figura se esfumó de la escena. Las causas sobran, entonces, para que el creador de “No se desesperen” y “Ménage à trois” considere su show de esta noche en Bar Urbano (Lacroze y Alvarez Thomas) como un reinicio. “Pensé en tres palabras: regreso, retorno y reinicio. Al final, elegí ésta porque es el reinicio de mi vida en contacto con el público”, dice.
Bazterrica cuenta –¿exagera?– que tiene 70 temas para mostrar en esta nueva vida. Nombra algunos –“Menos bien que mal”, “Luces galácticas”, “A la vasquita”, “Padre invisible”– y puntualiza “Expedición mágica”, que le escribió a su amigo Miguel Abuelo. Las canciones forman parte de un potencial disco, Jamás lo lograré. “El nombre tiene que ver con el sentimiento que tuve alguna vez en mi vida con respecto a plasmar lo creativo, que sea publicado para que llegue a la gente. Es una expresión irónica, porque precisamente es lo que estoy logrando: ser escuchado. Estuve mucho tiempo paralizado por diversas crisis personales”, dice y trae la maravillosa pluma de Miguel en “Medita sol”. “‘Uniendo las partes rotas de mi gran espejo interior’, esto es lo que estoy haciendo.”
Algunas cosas pasaron el último año para que Bazterrica, a los 51 años, suelde sus partes rotas. Cuenta que Spinetta –repartidor de guitarras del rock argentino– le dio una en consignación. “Fue a fines del año pasado y, cuando la toqué, se me transfirió su energía milagrosa y pude arreglar mi vida personal, que estaba bastante ajetreada y tambaleante.” La utilizó para grabar un tema del próximo disco de Los Auténticos Decadentes, componer con Joaquín Levington de Turf, tocar con Blues Motel y –clic fundamental– transformarse en pieza clave del disco que está produciendo Litto Nebbia en homenaje al rock argentino. Bazterrica grabó en tres de las ¡200 canciones!, que Nebbia tiene en carpeta. “Era lo que me faltaba, después de haber trabajado con Miguel Abuelo, Charly y Spinetta.”
–¿Qué temas grabó?
–“Color Humano” de Almendra, “Cruzando la calle” de Aquelarre y “Viernes 3 AM”, de Seru Giran, en el que me di el lujo de cantar.
–¿Cuánto le costó haber sido parte de un grupo tan popular, maravilloso y “reventado” como Los Abuelos?
–El costo es la vida, todavía se cotiza... no podría decir el precio, porque las acciones suben y bajan. Hoy me llena el pecho haber sido parte de esa agrupación, como también los dos años gloriosos con La Máquina de Hacer Pájaros.
–Una experiencia más “seria”, ¿no?
–No sé, porque yo dejé Los Abuelos antes de esa famosa etapa de excesos y glamour... casualmente, cuando empezaron los excesos, me autoexpulsé o, mejor dicho, me expulsaron por mis conductas.
Bazterrica pone un freno cuando la conversación deriva hacia su pasado pesado. “No hagamos hincapié en el tema drogas... la gente me tiene enroscadas las pelotas con eso.” Prefiere recordar que fue profesor de Juanse, Fabiana Cantilo y Osky Ri-ghi, de Bersuit –“puedo decir que saqué algunos pibes a la cancha”, señala–. O que Jamás lo lograré es una especie de “autohomenaje”, una respuesta a los embates de la vida. “Lo que me pone feliz hoy es volver a tocar en el mismo lugar en el que debuté cuando tenía 11 años. En aquella época se llamaba Cine Teatro Argos y yo toqué la guitarra en un grupo folklórico, porque me gustaba muchísimo una de las chicas del grupo. Ese momento fue mágico, porque marcó mi amor por el instrumento para toda la vida.”
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