Jue 26.10.2006
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MUSICA › ENTREVISTA AL GRUPO 34 PUÑALADAS

“Nuestros tangos siguen abordando la marginalidad”

La banda presenta mañana Argot, su tercer CD. Ahora se animan con canciones propias.

› Por Cristian Vitale

Una puñalada hiere al rock de marca. La clava Ale Guyot, cantor. “Nosotros, como Sumo en los ’80, tocamos en sótanos oscuros para los que no pueden garpar los 50 mangos del Pepsi o no se bancan la calcomanía, que deslegitima al rock como contracultura.” Otra va para los que se quedaron en los ’40. El que desenfunda es Juan Lorenzo, guitarrista. “Queda mentiroso tocar o componer tango como en los ’30. Pasaron un montón de cosas, desde una dictadura hasta una penetración cultural enorme, y no se puede escapar de eso. Las letras del Indio Solari tienen más poesía urbana que las de ciertos copiadores del pasado.” La tercera es más bien una autopuñalada, una especie de harakiri necesario y futurista. A ocho años del debut en el desaparecido Babilonia y tras tres discos editados, Edgardo González señala que 34 Puñaladas recién empieza. “Los tres discos fueron de investigación y ahora viene realmente lo que tenemos para decir.”

Sobran 31 puñales pero está todo dicho. En los días por venir, Tangos carcelarios y Slang (primer y segundo disco) serán apenas un recuerdo iniciático. Y el flamante Argot –que presentan mañana en el Tuñón–, un trabajo bisagra destinado a detectar el momento en que el quinteto se desprendió de sus musas más queridas –Carlos De la Púa, Edmundo Rivero y Julián Centeya– para entregarse a su propia inspiración. De los dos actos de Argot, en rigor, uno es un testimonio en vivo de versiones ríspidas y ruinosas –“Packard”, “Un cheno”, “La cautiva”– grabadas en Arles, Francia, y el otro un trabajo de estudio que comprende dos temas propios premonitoriamente llamados Interludio I y II. “Nuestro pasado fue la materia prima para llevar a una instancia interpretativa una serie de inquietudes estéticas. No tocando esos tangos como se solía hacer, sino creando atmósferas densas, similares a los que sugieren sus poesías. Ahora, la idea es seguir haciendo música respetando esa atmósfera, pero propia”, completa González.

Sobre la puñalada inicial queda flotando un enigma. ¿El tajo es para el rock de marca o para todo el rock? Esclarece Augusto Macri, otro guitarrista. “No. Pasa que en otra época, los músicos de rock no llegaban vivos a los 40. Y era una movida genuina. Pero en los ’90, se llenó de auspiciantes y es una máquina de bandas que imitan a los Stones. Cambió mucho: hay más glamour abajo del escenario que arriba.” Guyot –voz gruesa, entrecortada y arrabalera– agrega: “Somos parte de una generación que durante su adolescencia escuchó mucho rock. Pero cuando empezamos a tocar, el rock ya era algo mainstream. Por eso, buscamos alternativas estéticas”. Puede afirmarse que no pifiaron. 34 Puñaladas fue uno de los primeros grupos que fogoneó el resurgimiento del tango con guitarras. Ese tango anquilosado en los ‘20, con sus códigos tumberos, inexplorado y cruzado por crímenes pasionales y angustia existencial. “Cuando empezamos a barajar qué nombre ponerle al grupo, nos pareció que 34 Puñaladas sonaba agresivo y contundente. Y tiene una musicalidad alucinante”, evoca Guyot.

–¿Hasta qué punto les moldean la personalidad las historias sórdidas de los tangos que recrean?

Juan Lorenzo: –De la manera que te pueden influir un libro de Arlt o de Dostoievski. Yo suelo encontrar analogías entre De la Púa y Dostoievski.

Alejandro Guyot: –Igual, hay que tomar distancia. No es necesario ir a la cárcel para saber cómo es. Y hoy en día no te va a ir muy bien (risas).

–Dicen que el rock no les es ajeno; sin embargo, la música que hacen es abrumadora y prerockera. ¿Por dónde se filtra ese background?

A. G.: –Es complicado explicarlo, porque la primera repregunta siempre es “si ustedes no usan viola eléctrica”. Creo que empieza por el lugar desde el que interpretás hasta la manera que planeás el show.

J. L.: –Igual, el rock y el tango son culturas muy diversas, con ideologías distintas. Nosotros somos de una generación que se nutrió de una diversidad cultural. Nuestra música se deja influir por la diversidad.

–¿De qué hablan las nuevas canciones?

A. G.: –Siguen abordando la marginalidad. Por ejemplo, “Milonga en luto” describe la ribera del Riachuelo.

E. G.: –Tal vez de una manera menos narrativa que las historias de los tangos del ’20, pero más impresionista, abstracta, de imágenes fuertes.

A. G.: –La poesía lunfarda te templa, afronta la dificultad con valentía y asume la difícil tarea de redefinir la desgracia personal del personaje por medio del lenguaje. El autor se caga de risa de sus desgracias y logra armar una manera de expresarse que está superpoblada de ironías.

Mientras sus compañeros deslizan conceptos, Hernán Reynaudo, contrabajista, improvisa en guitarra con suavidad de mimbre. Es el más callado y no hablará hasta que termine la nota. Apenas mueve el mentón cuando Guyot baraja un término ideal para definir al quinteto. “Somos un grupo de tango-garage.” Y dice Macri: “Nos hicimos en una época en la que tocar tango era cosa de bicho raro”.

–¿Creen que hay un auge del género?

A. M.: –Yo tengo mis dudas. Existe cierto auge, pero estamos lejos de una situación de masividad. Y más aún, de la época dorada del género. Esa no volverá más.

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