Jue 02.11.2006
espectaculos

MUSICA › HOMENAJE A EDUARDO LAGOS EN MUSICAS DE PROVINCIA

Para la memoria del futuro

Manolo Juárez, Oscar Alem, Carlos Aguirre y Lilian Saba, entre otros, rindieron tributo al excelente pianista y compositor en el marco del encuentro organizado por el gobierno porteño. Lagos, retirado desde hace años, también se animó a tocar y se fue ovacionado.

› Por Karina Micheletto

”Un revolucionario de la música argentina.” Así presentó al homenajeado su amigo y colega Manolo Juárez, y el preámbulo no sonó pretencioso. El martes pasado, dentro del Séptimo Encuentro Músicas de Provincia, un ciclo gratuito que organiza el gobierno porteño, ocurrió lo infrecuente: un homenaje en vida a un creador que marcó vanguardia en la música popular argentina, de esos que no acumulan en su currículum discos de oro ni de plata, sino más bien discípulos y admiradores. El pianista y compositor Eduardo Lagos recibió el cariño y el homenaje de compañeros como Manolo Juárez y Oscar Alem, y de alumnos declarados como Carlos Aguirre, Lilian Saba, Abel Rogantini y Hernán Ríos, entre otros pianistas que interpretaron sus obras. No sólo eso: el músico, que desde hace varios años está retirado, se animó a revivir por un momento el dúo que formó con Oscar Alem, en improvisaciones que lo mostraron con muchas ganas de seguir haciendo música.

Con dirección artística de Gustavo Mozzi, el concierto tuvo la virtud de reunir algunas de las obras más importantes compuestas por Lagos en una paleta interpretativa de pianistas de distintas procedencias. En un teatro Alvear lleno, con muchos músicos entre el público, el homenaje sirvió también como una interesante forma de revisión de los hitos compositivos de Lagos. Lilian Saba, quien se dedicó a transcribir una parte de su obra –de la que no hay muchas partituras disponibles– comenzó con “La Bacha” –aquella cueca que lo marcó como compositor–, y “Mi amigo Waldo”, escrita en honor a Waldo de los Ríos. De este músico Lagos tomó una definición de música que lo define también a él: “Hago música argentina popular contemporánea, simplemente e-so”, decía el pianista en una entrevista publicada en este diario, cortando cualquier posible discusión sobre si lo suyo fue o no folklore, un debate a esta altura perimido.

El programa del homenaje siguió con grandes interpretaciones de grandes temas: los jóvenes Mariano Moreno y Constanza Meinero revivieron “Gato i’ mama”, de Tata Farías Gómez, con los arreglos que Lagos y Alem dejaron grabados en el disco Pianíssimo. Abel Rogantini mostró “Con amuras a estribor” (un nombre que Lagos tomó de la náutica, una pasión que sumó a la de oficios como los de músico, oftalmólogo y periodista). Y Pablo Fraguela interpretó el gato “El palangana”. “Sin haber tomado clases con vos, has sido un gran maestro y un ejemplo de libertad y criterio. Te agradezco de corazón por eso”, le dijo el pianista al homenajeado, que por entonces ocupaba un palco del teatro.

Siguieron los piropos para Lagos: “Me atrapó su capacidad de aventura, y la profundidad de sus temas: siempre tienen algo más para encontrar”, explicó Hernán Ríos, antes de avanzar sobre la chacarera “La trunca parche”. “Hace varios años, el apacible transcurrir de mi vida provinciana fue alterado violentamente por la fugaz presencia de Lagos”, contó el entrerriano. “Fue un torbellino que me dejó girando como un trompo, y me llenó de esa frescura.” Tras la actuación de Manolo Juárez –quien también ofició de eficaz maestro de ceremonias– llegó el turno de Oscar Alem y, finalmente, el dúo a cuatro manos entre Alem y el homenajeado. Reviviendo años pasados, los pianistas improvisaron sobre “La vieja” y “La López Pereyra”, con la frescura y el oficio de dos viejos amigos que se conocen mucho.

En temas como los que pasaron por este concierto (“La oncena”, llamada así en alusión al acorde que prevalece, “La Bacha” o “Cuando los gauchos vienen marchando”, por citar algunos), Eduardo Lagos volcó todo su conocimiento y su amor por otras músicas como la clásica, el jazz o la bossa nova. Sin hacer mucho estruendo –o, mejor dicho, haciendo sonar sólo a sus obras– marcó a la música popular argentina, amplió los moldes formales abriéndolos a otras posibilidades expresivas, continuando un camino que abrió Waldo de los Ríos.

Alguna vez se lo llamó “el Piazzolla del folklore”, en una de esas comparaciones que nunca llegan a ser completamente eficaces. Su obra grabada es escasa y poco difundida. La reedición del disco Así nos gusta en formato CD, hace un par de años, y recientemente de Folkloreishons, por Melopea, vino a cubrir un vacío de catálogo importante. Y conciertos como éste, además del homenaje merecido, refrescan la potencia de su música. El encuentro del martes sirvió, de paso, como preámbulo a otro homenaje, que seguramente deberá hacerse en tiempo y forma. El realizado al percusionista Norberto Minichillo, recientemente fallecido, quien estaba anunciado entre los que esta noche estarían sobre el escenario. Un creador que tampoco creía en las fronteras en la música, y que hubiera estado encantado con este concierto.

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