MUSICA › ENTREVISTA AL COMPOSITOR Y VIOLINISTA SAMI ABADI
Para su tercer cd, Escuela de vuelo para anfibios, el más exótico de su carrera, procesó sonidos de instrumentos de juguete.
› Por Cristian Vitale
Una simple citarina de madera fue el principio motor de su raro viaje sonoro. Sami Abadi, tal vez el violinista eléctrico más movedizo de estas pampas, jugaba en su casa con una hasta que un día, disparado por un impulso, salió en busca de más. Recorrió “mil” jugueterías y se hizo de un arsenal de instrumentos. Un mundo de xilofones, metalofones, aerofanitos, guitarritas multiformes, trompetas de bolsillo, silbatos de cotillón y maracas que reactivó su imaginación. Descartó algunos, procesó otros y concibió, con los elegidos, el disco más exótico y experimental de su carrera. Mientras Lejos o Leve? (1998) y Lunar (2003) representan dos escaladas en eso de sacarle el jugo al violín, el flamante Escuela de vuelo para anfibios es un atajo poblado de misterios. Tanto que su prodigioso violín, otrora matriz de gemas, pasó a ocupar un lugar aleatorio. “Lo usé en sólo dos temas –‘Aire fresco’ y ‘Shore’–, el resto es todo juguetes, que son subsidiarios de otros instrumentos a los que juegan a ser”, resume, sobre la originalísima instrumentación de la obra que presentará este domingo en Código País (Báez al 100).
En el planeta Abadi, Escuela de vuelo para anfibios representa dos cosas. Una alude a cierta alegoría existencial. “El ser humano cuando nace aprende a caminar, luego a nadar y después aspira a volar. Los anfibios, en realidad, somos los hombres en afán de crecimiento. Tengo una visión optimista del hombre... hasta con los juguetes trato de ir a más”, es su explicación. La otra es empírica e imaginaria a la vez. El músico imagina sonidos de un lugar que existe, pero que desconoce. “Sitúo historias e imágenes en una isla del Pacífico, con sus colores, sus animales y sonidos. La música imaginaria de una isla imaginaria te da este disco.” La isla imaginada, a juzgar por el onírico orientalismo de los temas, podría ser la de Bali, o cualquiera de Indonesia. Otro elemento que le da a la obra un aura conceptual es el nombre de las piezas: “New Padang”, “Equator” –grabado por Gaby Kerpel–, “Anhagabau”, “Pacifique”. “No conozco el Pacífico –admite–, recién ahora pienso viajar a Chile.”
–¿En qué basó la selección de instrumentos?
–Algunos no pasaron el filtro de mi interés, porque si bien todos generan grandes posibilidades para experimentar, éstas se expanden o no cuando los procesás electrónicamente. Cuando podía bajar alguno a octava, agregarle quintas en simultáneo o modulaciones en anillo, quedaba en el set. Si no, no.
–¿Le costó correr el violín hacia un lugar secundario?
–No. Creo que en Lejos o Leve? y Lunar logré focalizar bien mi mirada sobre el sonido del violín procesado y ya. Es como cuando un pintor hace un estudio en color azul y busca entre los azules un rendimiento máximo. Si bien la primera idea para Escuela... era contrastar la sonoridad de los juguetes con la del violín, después me volqué hacia los juguetes.
–¿Tiene hijos?
–No... pero a mis sobrinos les encantó.
–’Ma, mirá lo que hizo el tío, loco ¿no?’
–(Risas). No. No creo, porque todo lo que les ocurre es loco y original. Para ellos es tan loco que yo toque el violín como que toque juguetes. La diferencia es que los juguetes se los puedo prestar... el violín no.
–En sus discos anteriores se nota más la implementación de loops. ¿Fue premeditado?
–El loop es el principio constructivo que vengo usando en todos los discos y éste, aunque no se note tanto, no es la excepción.
–¿En quiénes se miró para encarar esta música no convencional?
–Uno es Brian Eno, que hace tres décadas inventó el ambient. El otro es Steve Reich, un gran compositor minimalista. No quiere decir que mi música se parezca a la de ellos, pero tengo una deuda de honor con ambos.
Abadi –se nota– es profesor de Estética y Técnicas de Sonido en la Universidad de Palermo. En su trayectoria –además de los dos discos– figuran aportes a Babasónicos, David Lebon y Divididos, aunque dice que él “de momento” está lejos del rock. Además de su tarea pedagógica, no para de componer música para cine y teatro, actividad que entrelaza con su participación en Ultratango, el grupo que escurrió a Astor Piazzolla hasta convertirlo en una especie de padre del electrotango. “Estamos por editar Trashnoche, nuestro segundo disco”, informa. En contraste con el disco debut (Astornautas), Trashnoche presenta una sola visita a Piazzolla (“Fuga y Misterio”) y el resto es un mix entre versiones de Pugliese, tangos de la vieja guardia y composiciones propias. Según Sami, temas marcados por una gran osadía armónica y estructural. “Son tangos de hoy... no desde las formas pero sí desde los modos. Vamos de un extremo a otro.”
–¿Cómo se relee a la vieja guardia, después de haber entrado al género por Piazzolla?
–Es más fácil empezar por Piazzolla, porque es muy moderno. Diría que nos dejó la pelota en el área chica para que hagamos el gol. Ponerle drum’n bass a su música era algo que sus temas estaban pidiendo a gritos. El tango viejo, en cambio, es más difícil porque tiene un pulso flotante... para este disco tuvimos que trabajar las fluctuaciones de pulso desde la electrónica. Lo demás es empírico, no queda otra que probar.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux