MUSICA › PEZ PRESENTA SU NUEVO DISCO, “HOY”, EN EL TEATRO ND/ATENEO
Es uno de los grupos más personales, talentosos e inquietos de la escena independiente del rock, que aún cree en el “hacelo vos mismo” e intenta mantener una integridad artística: “Las decisiones que tomamos no son por dogma, sino por respeto”, dice el guitarrista Ariel Minimal.
› Por Cristian Vitale
Ariel Minimal, guitarrista y cantante de Pez, le da un click al mouse y el monitor capta la figura calva, hippona y colorida de David Crosby. La imagen sigue y se carga a Graham Nash, Stephen Stills y Neil Young. Es nada menos que el súper cuarteto tocando en Wembley, en 1974. Para Ariel parece ser lo más importante de la tarde. Tararea la letra, sigue el ritmo con los pies, comenta cosas, se relaja y goza. Unos metros más allá, siempre dentro de la sala-altillo que tiene el grupo en TNT, está Fósforo. Con una mano toma bolsitas de plástico, y con la otra las introduce en el cartón fresco de Hoy, flamante disco de la banda. “Hay que ponerle el pecho, no queda otra”, dice el bajista, que va por el décimo envoltorio. Falta Pepo Limeres, tecladista, que fue a comprar gaseosas al almacén de enfrente. La polaroid destapa un rasgo permanente: Pez sigue siendo una banda artesanal y atemporal. Pese a 13 años de historia y nueve discos editados, uno de los grupos más personales, talentosos e inquietos del rock argentino continúa firme en la táctica del hacelo vos mismo. Igual que con el debut Cabeza, diseñan tapas, afiches, venden entradas, eligen dónde tocar y dónde no, componen y escuchan lo que quieren, y tienen sello propio: Azione Artigianale. “Es lo que somos. Ojalá alguna vez vendamos 10 millones de discos y ya no tengamos que hacer todo nosotros. Pero lo hacemos con amor”, se sincera Minimal.
–También es una elección. Entre otras cosas, nunca piensan en extraer un corte de difusión cada vez que sale un disco...
Ariel Minimal: –No tenemos corte porque no pagamos difusión. No somos una empresa que paga por un tema para que rote en todas las radios.
Pepo: –Y no tocamos por un corte sino por un disco y una carrera.
Primera característica de Hoy, entonces: igual que los ocho anteriores, es un disco sin singles y habitado por personajes que Minimal y Fabián Casas, su compañero de pluma, rescatan de sus vuelos –Betty Page, Jerry García–, o formas divinas de definir la muerte: “Hasta que un día te amalgames con la tierra”. Parejo y dominado por el endémico péndulo sonoro marca Pez, Hoy se parece poco a cualquiera de los anteriores. Tal vez, por belleza melódica y aura folk, liga un poco con El sol detrás del sol (2002), pero contrasta con los giros rabiosos de Pez (1998), el bonus rioplatense que impregna Convivencia sagrada (2001) o la búsqueda psicodélica de Quemado (1996). “Estamos todo el tiempo buceando cosas nuevas, tratando de no repetirnos, pero no como una cuestión de manual. Cuando algo nos sale agarradito y bien, tratamos de escaparle”, profundiza Minimal. El cuarteto presenta el disco hoy en el ND/Ateneo, con un as bajo la manga: por primera vez van a tocar todos los temas de un disco. “Siempre había alguno que no tocábamos porque era difícil de reproducir o lo que sea, esta vez vamos a tocar los trece”, remarca el guitarrista.
–¿Les cuesta escapar al estigma Pez, la banda setentista?
A. M.: –La situación retro me chupa un huevo en el sentido de añorar una situación que no vivimos. Es cierto que la música que más me gusta es la que se hizo en esa época, pero no hay una cuestión tanguera.
–Sin embargo, Para las almas sensibles, el disco en vivo, podría haber sido grabado por cualquier banda británica en el ’73.
A. M.: –Puede ser, pero no es consciente. Pez no quiere reproducir lo que ya pasó. La valoración del instante es muy importante. Todo lo que hacemos se relaciona con un estado de ánimo coyuntural.
–¿Cuál es el estado de ánimo que subyace a Hoy, entonces?
A. M.: –Cierta cuestión de empuje. Franco Salvador y yo estábamos esperando familia. Y la onda era “lo que mueve al mundo es la bondad”. Hay cierta nobleza espiritual y por eso el disco es sencillo. Trata de ser sincero, noble, bello desde sentimientos puros. Optamos por el silencio y todo lo que lo acompaña.
–A diferencia de Para los hombres... suena muy despojado. Pero se parece a Un día normal en el maravilloso mundo de Ariel Minimal, su último disco solista...
A. M.: –Puede ser. Pero mis discos solistas son irrelevantes bajo la luz de Pez. Es lo que hago en los diez días que Pez se toma vacaciones. No estoy menospreciándolos, pero Pez es un compromiso medular.
–¿La “Jota Pez” es la hinchada de la banda?
A. M.: –No, son chistes que hace Casas. No tenemos una hinchada que se llame de tal manera. Los que nos siguen son un reflejo de lo que viene de arriba... nada impuesto. Nadie está jugando al juego del rock and roll acá, ni nosotros arriba del escenario ni ellos abajo. No hay trapos, cantos ni nada de eso. Sólo gente que viene a presenciar un espectáculo, que tal vez se siente atraída por recibir un pensamiento ante tanta música estéril. Hoy no hay segundas lecturas ni sensaciones: son todos carteles rojos de Crónica. No puede ser que todas las canciones que se escuchan en la radio generen la misma sensación que el cartel rojo de Crónica.
–¿Ingresar al circuito festivalero, firmar con una compañía, entrar en el business y todo eso es meterse en una picadora de carne?
A. M.: –No. A nosotros nos serviría si este disco lo sacara una compañía y llegara a más gente, pero es lo que hay.
–Ningún dogma, entonces...
A. M.: –Nuestro dogma es temporada de patos, temporada de conejos. Todo puede cambiar. Lo necesario es que creamos en lo que estamos haciendo. Y lo disfrutemos. Cuando elegimos dónde tocar no es por una cuestión de dogma sino de respeto. Nos gusta que nos paguen lo que valemos.
–Las influencias superan ampliamente al estigma Piazzolla-Spinetta que selló al grupo en un principio y, sin embargo, se los sigue caratulando así.
A. M.: –Una de las pocas cosas que me creo es que somos Pez, no un reflejo. Podemos ser fanáticos de Mars Volta, Grateful Dead o Firulete, pero lo que hacemos suena a Pez. Jamás intentamos ser parte de nada.
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