MUSICA › DANIEL BARENBOIM DIRIGIRA EN EL OBELISCO
Mañana a las 19, el gran director y pianista conducirá un concierto que será transmitido en directo por la televisión alemana.
› Por Diego Fischerman
Daniel Barenboim habla de su admiración por los directores Sergiu Celibidache y Wilhelm Furtwaengler. Habla, también, de la ética para Spinoza. Fundó una orquesta, junto con el intelectual Edward Said, conformada por jóvenes nacidos en distintas naciones de Medio Oriente. Piensa que “esta orquesta tal vez no logre demasiado, aunque si consigue que un adolescente israelí vea a su lado a un adolescente palestino que se conmueve con la misma música que él, ya es bastante importante; pero, sobre todo, si esto es algo que puede hacerse, es algo que debe hacerse”. Y asegura que “la música hoy es cara porque está siempre dirigida a una minoría insuficiente”. Es, en todo caso, uno de los exponentes más claros de una raza hoy casi en extinción: la de los músicos humanistas. La de quienes creen –y viven de acuerdo con esa creencia– que la música hace mejores a las personas.
Las últimas veces que visitó Buenos Aires lo hizo dirigiendo, precisamente, la West Divan Orchestra, esa especie de sociedad milagrosa donde se entienden quienes en ningún otro contexto podrían –o querrían– entenderse, y tocando en el piano el Primer libro de El clave bien temperado de Bach. Antes había conducido a la orquesta Staatskapelle de Berlín en un maratón de sinfonías de Beethoven y, en medio de la crisis económica de 2002, interpretó la integral de las sonatas para piano de ese autor. Cada uno de sus actos, podría pensarse, está cargado de valor simbólico. Que mañana se presente en el Obelisco de Buenos Aires, ante todos los que se acerquen a compartir el acontecimiento, dirigiendo una orquesta de músicos argentinos y en un repertorio conformado exclusivamente por tangos, puede entenderse dentro de esa misma serie de actos en que la música, aun la más abstracta, aparece cargada de significaciones sociales. Sus conciertos en Jerusalén para un público munido de máscaras antigás, o en Berlín, al frente de la Filarmónica de esa ciudad, cuando se derribó el Muro y la única entrada exigida al público era un boleto de transporte que demostrara que había llegado desde el ex lado oriental, muestran, sin duda, a un artista que lejos de concebir su actividad como algo alejado de las otras realidades, no sólo acepta esas contaminaciones sino que las siente enriquecedoras.
El programa para este año nuevo porteño, que se transmitirá en directo por la televisión alemana –el horario, de 19.30 a 21, está pensado para que coincida con la medianoche europea– y en diferido por la local incluirá, además de la Orquesta Filarmónica del Teatro Colón –un organismo conformado ad hoc con instrumentistas que forman parte de las orquestas de ese teatro– a los bailarines Mora Godoy y Junior Cervila y al bandoneonista Leopoldo Federico y su Orquesta Típica. Organizado por el Gobierno de la Ciudad, el concierto incluirá versiones sinfónicas de temas como “La cumparsita”, “Chiquilín de Bachín”, “Adiós Nonino” o “El día que me quieras”, en arreglos de José Carli, quien fue también el preparador musical del evento.
Carli ya había sido el arreglador del disco con el que Barenboim se asomó por primera vez al tango, en 1995. La idea había surgido casi como un chiste, en un almuerzo en la residencia del embajador de Alemania, mientras el director y pianista estaba de gira con la Staatskapelle. “¿Y si grabara un disco de tango?”, preguntó. “¿Y con quiénes podría hacerlo?”, continuó inquiriendo. Los nombres del bandoneonista Rodolfo Mederos y Héctor Console surgieron en la conversación, de la que también participaba quien entonces era presidente de la filial argentina de la compañía discográfica que edita los discos de Barenboim, y todo no parecía ir mucho más allá de un berretín pasajero. Pero Barenboim suele preparar una ópera de Wagner mientras estudia para un concierto de piano, está de gira al frente de una orquesta y graba un disco conduciendo a otra. Y quienes lo conocen aseguran que una vez que una idea se le mete en la cabeza, no lo abandona más. Al día siguiente, en un concierto en el Colón, los bises depararon una sorpresa, Mederos y Console subieron al escenario y se despacharon, junto al pianista, con “Mi Buenos Aires querido” y “A fuego lento”. Tres días después, Mi Buenos Aires querido, el disco en que Barenboim toca tangos con Mederos y Console, ya había sido grabado. Mañana, el músico se reencontrará con el tango y con Buenos Aires. Lo hará frente a su gente y a la vera de ese extraño monumento que, vaya a saberse por qué, todavía representa a la ciudad como ninguno.
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