MUSICA › MUSICA LOS NOCHEROS CERRARON UNA NOCHE DE CONTRASTES EN COSQUIN
La actualidad del grupo quedó reflejada en la convocatoria y las reacciones que se vieron en la Próspero Molina. Al cierre de esta edición, Sosa, Heredia y Gieco preparaban el gran final.
› Por Karina Micheletto
Desde Cosquín
El festival de Cosquín es la gran vidriera del folklore, en más de un sentido. Como en una suerte de pequeña muestra de lo que pasa en la escena del género a nivel nacional, por aquí desfila lo bueno, lo malo, lo nuevo, lo consagrado por derecho propio y por la maquinaria de la industria, esa que compra oídos por radio y televisión. El viernes por la noche, lo que se vio en la plaza resultó un termómetro útil para definir un estado de situación: Los Nocheros, el grupo que marcó la década de los ’90 con su folklore romántico a cuatro voces, actuó frente a una plaza con muchos blancos en las plateas y en las populares, algo impensado un año o dos atrás. La industria del folklore se reacomoda y, como en toda movida de fichas, hay beneficiados y damnificados.
La Próspero Molina lució llena apenas en un 60% hasta cerca de la 1 de la mañana, y comenzó a poblarse un poco más, hasta unas siete mil personas, sobre el horario de entrada del grupo que sería el número fuerte de la noche, alrededor de las 2. Unos años atrás, una actuación de Los Nocheros en Cosquín significaba no poder caminar por las calles del pueblo, una alteración de sus ritmos. Este año, los que llenaron la plaza fueron otras estrellas folk: el instalado Chaqueño Palavecino y el ascendente Jorge Rojas. Ocurrió lo mismo en otro festival importante como Jesús María: Los Nocheros cortaron 8500 entradas el último día, mientras que Jorge Rojas agotó las 25 mil de un sábado, el día más fuerte del torneo de jineteada, y con el Chaqueño se vendieron unos 23 mil tickets un martes. Pero como cada uno había actuado en circunstancias diferentes por los días en que fueron programados, restaba ver qué pasaba en Cosquín.
Desde que en 2005 Jorge Rojas se separó de Los Nocheros para iniciar una carrera solista (no en los mejores términos, y llevándose a parte de la banda con él), el grupo comenzó a complicarse. Llegó Alvarito (hijo de Mario Teruel), que da lindo pero no llega con la voz. Los Nocheros quedaron sostenidos vocalmente sólo por Rubén Ehizaguirre, y comenzaron a reducir su arsenal técnico de sonido, luces y producción. La partida de Rojas los afectó más que aquel playback en el que les saltó el disco ante unas 30 mil personas, a fines de 2003 en el Estadio Córdoba. Y aquí están, precedidos por una entrada de café concert, con fila de caños y luces violetas, sin tanto club de fan ni desgañitados gritos femeninos tapando lo que cantan. “Hemos venido como siempre a ponernos románticos, chicas”, anuncia Mario Teruel en el primero de sus extensos monólogos de la noche, y recibe un silencio espeso por toda respuesta. Ni un gritito de las chicas aludidas, nada que se parezca al fervor de las buenas épocas. Los ánimos subirán hacia el final, después de la versión Nochera de “El humahuaqueño” y de enganchados románticos de temas como “La mora” y “La yapa”, en un show que se extendió durante una hora y media.
El folklore romántico no es ninguna novedad en el género: habrán cambiado los tiempos y las formas, pero las fanáticas que en los ’70 seguían a Hernán Figueroa Reyes y a Daniel Toro, como en hinchadas enfrentadas, son el antecedente de las actuales fans de Los Nocheros o Jorge Rojas. Lo que introducen Los Nocheros en el folklore es el sexo explícito: las letras ya no sugieren, describen, con poética directa y metáfora limitada a lo evidente, prestada de la música tropical. Jorge Rojas, ahora solista, sigue la misma escuela. Lo que parece haberse agotado, más que un modelo, es un ciclo en un grupo. Poniendo lentamente fin, de paso, a la incontable cantidad de clones Nocheros que todos estos años castigaron las plazas del folklore.
Afortunadamente, la música no se reduce siempre a números, y la séptima luna mostró otros momentos para prestar atención. Como la sorprendente actuación de Juan Falú, que solo con su guitarra –y sin siquiera enchufarla– arrancó aplausos largos y pedidos de bises con sus versiones de temas como “Recuerdos del Portezuelo”, “La vieja”, y un homenaje a Eduardo Falú con “La cuartelera”. Hubo espacio también para las Cuerdas de América de Jaime Torres, el peruano Lucho González y el venezolano Hernán Gamboa, que unieron marineras, joropos y música del altiplano; el Folklore de dos orillas que propusieron el entrerriano Víctor Velázquez y el santafesino Orlando Veracruz, y un inusual grito inaugural de “Aquí Cosquín” con caja y copleado, a cargo de la salteña Mariana Carrizo, entre otras cosas. Al cierre de esta edición, la plaza se preparaba para vivir el gran momento de la 47ª edición de Cosquín, con un cierre de lujo: el reencuentro de Mercedes Sosa, León Gieco y Víctor Heredia, que vuelven con el espectáculo Argentina quiere cantar. Una buena síntesis de lo que es hoy la música popular argentina, una vez que se dejan de lado los números.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux