Lun 12.02.2007
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MUSICA › INTOXICADOS SE DESTACO EN LA SEGUNDA JORNADA DEL COSQUIN ROCK

Pity, el más freak de la tribu rockera

La banda de Villa Lugano hechizó a unos 25 mil fans en el predio de la comuna de San Roque. Fue tan determinante su presencia arriba del escenario que eclipsó la actuación posterior de Babasónicos. Anoche, el plato fuerte fue Callejeros, el grupo más convocante del festival.

› Por Roque Casciero
Desde San Roque

La importancia de llamarse Pity: así podría resumirse el momento más alto de la segunda jornada del Cosquín Rock que se desarrolla en un bello predio de la comuna cordobesa de San Roque. Es que Cristian Alvarez, líder de Intoxicados, hechizó a más de 25 mil personas con el candor químico que emana su querible figura, entregadas desde antes de que la banda hiciera sonar su primer acorde. Si alguien pensaba que los “informes serios” televisivos que hablaron sobre las adicciones –y la cosmogonía que habita dentro de esa cabeza con dreadlocks teñidos de rubio– iban a perjudicar a Pity, la realidad no se cansa de demostrar lo contrario: la honestidad llana de ese auténtico poeta del suburbio cosecha simpatías hasta de las abuelitas que lamentan su estado. Y ya que se mencionó el tema, se abre aquí un paréntesis: el cantante está en pleno tratamiento, con las pilas puestas para librarse de lastres que le estaban pesando demasiado tanto en su vida personal como en la carrera de su banda. En el escenario mayor de Cosquín Rock, por el que pasaron otros nombres fuertes como Attaque 77 y Kapanga, y que cerraron los Babasónicos, los Intoxicados ofrecieron uno de los mejores shows que hicieron en los últimos tiempos, para disfrute de la multitud que había ido a verlos.

Pity puso el foco en cantar y la banda se mostró ajustada para disparar hacia el rocanrol, el funk y las canciones calamarescas (esta vez no hubo hip hop). Como sucede en muchos conciertos de Intoxicados, el cantante se pasó anunciando el final del show muchísimo antes de que decidiera realmente irse, pero la gente ya está acostumbrada a semejantes “freakeadas”. Un amago a abandonar el escenario –frente a un cerro, de espaldas al lago San Roque– y los Intoxi que arrancan con “Una piba como vos”, o “Quieren rock”, o “Fuego”. Y entonces la multitud vuelve a delirar, las banderas se agitan y todo vuelve a estar igual de bien, como cantaba Pity en su banda anterior, Viejas Locas. Aun con esos anticlímax con los que juega el vocalista (por ejemplo, cerrar solo con la acústica y un cover de “Mother”, de Pink Floyd, en un inglés chapucero) y con sus arranques de locuacidad, que pueden resultar en carcajadas o miradas de desconcierto entre el público.

Lo que sucedió con Intoxicados se magnifica si se piensa que al final del show de Babasónicos había en el predio apenas unas tres mil personas. Está bien que era tarde, pero la noche anterior Las Pelotas habían terminado un par de horas después y la multitud no se había movido. Sería facilista adjudicarle al público de Cosquín Rock una impronta más rocanrolera (como se demostró en la jornada que se realizaba al cierre de esta edición, con Callejeros sobre el escenario), pero lo cierto es que hasta el VIP quedó raleado después del show de Intoxicados. Inmerecido para los Babasónicos, que hicieron un set que golpeó con la contundencia de sus tres últimos discos (con hits como “Putita”, “Yegua”, “Carismático”, “Irresponsables”) y un par de visitas al (siglo) pasado: “Calmado matamos al venado” y “Desfachatados”. El final fue con “Deléctrico” (con el Mono de Kapanga como invitado) y el rockero “Luces”.

Lo de Attaque 77 también fue contundente, aunque sin demasiadas sorpresas: se esperaban adelantos del próximo Karmaggedon, pero el concierto fue un repaso de temas de buena parte de la carrera de la banda. A falta de hits radiales como “Hacelo por mí” o “Arrancacorazones” en la lista, vinieron más que bien las versiones de “Yo combatí la ley” (Sonny Cricket vía The Clash) y “El jorobadito” (Los Auténticos Decadentes), además de clásicos como “Donde las águilas se atreven” y “El cielo puede esperar”. Antes, Kapanga había desplegado su divertido cóctel de rock duro, cuarteto, aires de candombe y otras yerbas (nunca mejor aplicado el término) y levantó a la multitud. El carisma del Mono volvió a brillar en un festival y van... En esta ocasión, se lo pasó jodiendo con su insólita visita al programa de Mirtha Legrand y organizó un “sorteo” para entregar el reloj que regala la diva a sus invitados (como aparecieron dos personas con el DNI terminado en 223, como había pedido el cantante, el segundo se llevó una remera).

Más temprano, la gente deambulaba entre los tres escenarios montados en San Roque: estaban los que se enfrentaban a la incógnita del español Luis Rodrigo o pogueaban con 2 Minutos en el principal, los que decidían que era buen momento para el reggae en el “temático” (por donde pasaron Fidel Nadal, Resistencia Suburbana y Riddim, entre otros) o que preferían “ver qué onda” con las bandas que estaban programadas en el más chico (donde cerró notablemente Estelares). Otra vez la concordia entre las tribus fue un rasgo distintivo del festival más importante del rock del país, aunque se enojen quienes piensan que todo pasa por Buenos Aires. La idea de los organizadores de llamar a esta zona San Rock-E no suena nada presuntuosa si se presta atención a cómo vibran los miles de pibes que se las arreglan con poco más que una carpa y los pesos justos para ser parte de la gran cita federal del rock.

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