MUSICA › TOM JONES EN EL LUNA PARK
El galés demostró que aún tiene cuerda y brilló especialmente en un set de blues y gospel solo con guitarra.
› Por Diego Fischerman
En la serie de films documentales acerca del blues producida por Martin Scorsese, hay un capítulo dedicado a Inglaterra. Allí hay un protagonista casi excluyente. Alguien respetado por los músicos que dialogan y tocan con él (como el guitarrista Jeff Beck) como un experto en la materia. Ese notable cantante de blues, Sir Thomas Woodward –fue nombrado caballero el año pasado–, es infinitamente más conocido por el nombre de Tom Jones, donde el uso del apellido materno lo acerca al personaje de la clásica novela de Henry Fielding, y por un repertorio que hizo de la grasitud una de las bellas artes.
Tom Jones actuó en el Luna Park de Buenos Aires ante una multitud de fanáticos. Fue, en muchos momentos, el segundo, el inmensamente popular, y lo fue con fidelidad al personaje y con el talento como para reírse de él, poniendo cara de extrañeza ante las bombachas arrojadas, como si ya fueran para una especie de desconocido. Y también fue el primero, el impecable intérprete de blues, rhythm & blues y rock’n roll capaz de cantar con enorme autoridad alguna de las canciones que interpretó en disco junto a Van Morrison o el tema tradicional galés “La hierba verde, verde, de mi hogar”, en versión country. Por supuesto, estuvo además el folklore: el dudoso españolismo de “Dalilah”, “She’s a Lady”, el más reciente “Sex Bomb”, aquella canción de strip tease que Joe Cocker fustigó en 9 semanas y media y con la que Jones aprovechó para recordar algunos balanceos pélvicos y para que parte de su público femenino rememorara los propios. Estuvieron también una bandera de Gales llevada hasta el escenario por un admirador, las tapas de los venerables LP originales agitadas en el aire por sus no menos venerables poseedores, algunas celebridades como el ínclito Johnny Allon, el vicepresidente de la Nación, Daniel Scioli, y el ex policía y ex político Alberto Albamonte, que coreaba ensimismado cada verso del ídolo. Y, sobre todo, estuvieron los litros de transpiración que la mano que Tom Jones pasaba incesantemente por su frente no llegaba a escurrir.
Una banda eficaz, en la que se destaca el guitarrista y director musical Brian Randall Monroney –que hizo un brillante set de blues y gospel a dúo con el cantante–, fue con precisión del rock’n roll clásico y del explícito homenaje a Howlin’ Wolf a la música disco, pasando por el valsecito que Burt Bacharach compuso para What’s New Pussycat?, un conjunto de tres bellísimas canciones que Sinatra solía cantar, “Fly Me The Moon”, “That Old Black Magic” y “Here’s That Rainy Day”, algún repertorio más cercano al brit pop actual y también alguna versión de Prince. Podría hacerse hincapié en los 66 años de Jones, en su energía –y su sudor–, en que todavía baila y en la energía que despliega generoso a lo largo de las casi dos horas de show. Sería injusto. Si bien es cierto que parte de esas reglas de juego fueron buscadas por él mismo y por la dinámica Las Vegas que termina imponiéndose, lo que importa es que, para ciertas canciones entrañables –esas queribles canciones mersas de los ’60 con las que fatigaba, en sus visitas anteriores, los Sábados circulares de Mancera pero, sobre todo, esos blues–, sigue siendo el mejor cantante imaginable.
9-TOM JONES
Músicos: Tom Jones (voz), Kenneth Anderson (saxo), Peter Olstad y Kevin Richardson (trompetas), Michael Tumbull (trombón), Frank Strauss (teclados), Brian Monroney (guitarra y dirección musical), Michael Mennell (bajo), Herman Matthews (batería), Sharon Hendrix Roach, Darelle Foster–Holden y Kai Jaye Reynolds (coros).
Público: Siete mil personas.
Duración: 110 minutos.
Estadio Luna Park, jueves 15.
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