MUSICA › NESTOR MARCONI TOCA EN DUO CON OSCAR GIUNTA
El notable bandoneonista se presenta hoy en el Tasso, en un formato mínimo, junto a un contrabajo. Heredero de la gran tradición del instrumento, es hoy uno de los baluartes de la renovación.
› Por Cristian Vitale
Autodestituido Rodolfo Mederos del pedestal, son muchos los que ven en Néstor Marconi al heredero clavado de Astor Piazzolla. Como el Pantaleón del tango de hoy. No sólo porque ha dado muestras de piazzollismo militante durante el pasado –fue parte de alguna de las versiones de María de Buenos Aires, interpretó el Concierto para bandoneón y orquesta–, sino también por ejercer los mismos roles que su musa: Marconi orquesta, compone, arregla y toca genialmente el fueye. Pero, muy centralmente, porque se trata de un enorme improvisador; de un tanguero de raza cuyas creaciones siempre miran al futuro. El no se baja del pesado estigma, aunque prefiere traducirlo a perfil bajo. “Me considero un tanguero con un concepto distinto al de la vieja escuela”, resume ante Página/12 y prefiere introducir al creador de “Libertango” dentro de la tríada que compone su columna vertebral: Láurenz-Troilo-Piazzolla.
“Los ubico en este orden no por una cuestión de gusto sino por cómo los fui conociendo”, explica. “El primero fue Láurenz y me impactó su fuerza. Esa juventud eterna que subyace en temas como ‘Amurado’, ‘Milonga de mis amores’ o ‘Vieja amiga’. Después, Troilo. Con él compartí el palquito de Caño 14 durante buena parte de los ’70 y, qué decir de él: el Gordo era Buenos Aires.”
–¿Y Piazzolla?
–Un luchador, que abrió un camino para seguir pero no para imitar. Sostengo que entre los tres hay una línea evolutiva. Todos tuvieron un por qué estar.
La coyuntura detecta a Néstor Marconi en una formación mínima. En dúo con el contrabajista Oscar Giunta, se presenta hoy en el Centro Cultural Torquato Tasso –Defensa 1575–, como la cara de una moneda que completa otro dúo: Julio Pane-Hugo Rivas. “Nos complementamos bien, porque ellos interpretan tangos tradicionales y nosotros, aunque también tomamos viejos temas como ‘Fuimos’ o ‘Responso’, los visitamos de manera más vanguardista”, explica. Con 64 años, el también director de la Orquesta Nacional Juan de Dios Filiberto cuenta que el formato dúo no le es ajeno y nació por accidente. “Fue casi una deformación. Allá por el ’85 tocábamos con un trío en el Café Homero y una vez Juanjo Domínguez, uno de sus integrantes, no llegó, entonces me vi forzado a improvisar un dúo. La experiencia me gustó y por eso la continué. A veces, el azar nos juega a favor.”
–¿Cuáles son las ventajas del formato, si lo compara con otros más poblados?
–La principal es que hay una carga mayor, porque hay que completar todo con dos personas. Y esto implica un desafío seductor: me siento más libre. En dúo, a diferencia de otras formaciones, se puede hacer más uso de la improvisación.
–¿A qué alude con el término vanguardia?
–No a los temas en sí, sino a su ejecución, armado y armonización. Pienso que hasta un “Adiós Nonino” se puede tornar tradicional, de la misma manera que cualquier tema de la vieja escuela puede sonar moderno.
–Usted comenzó a trascender públicamente en una de las décadas más oscuras que atravesó el tango en toda su historia: la del setenta. ¿Cómo hizo para sobrevivir en un contexto tan hostil?
–No sé. A pesar del Club del Clan y el rock yo siempre tuve posibilidad de trabajar; no lo sufrí demasiado. Lo que sí se notaba muchísimo era que no había un acercamiento de la juventud, algo que hoy sí existe. Creo que esto lo padecimos hasta los ’90, cuando la repercusión del tango en Europa y EE.UU. rebotó acá.
–¿Nunca se quedó sin trabajo?
–Sí, cuando empecé a trabajar para mí. Cuando decidí no ser el intérprete de, o el orquestador de. Igual, no fue tan grave, porque los trabajos que salían en el exterior servían para compensar las carencias locales.
–Teniendo en cuenta el auge del tango hoy, han resurgido viejas polémicas. Se han reciclado. Hay quienes, como Rodolfo Mederos, sostienen que no se le puede agregar nada nuevo al género y otros que opinan lo contrario. Incluso muchos se atreven a reanimar la vieja dicotomía “esto es tango, esto no”. ¿Qué posición toma usted frente a esta polémica?
–La evolución pasa por el músico. Un tango de los ’40 se puede tocar a la manera del 2000. Depende mucho del feeling que haya con el pulso de hoy. Yo puedo tocar un tema de Piazzolla como hecho por Arolas o viceversa. Uno puede poner en época un tango, según cómo se toque. Sostengo que, melódicamente, es tan rico un tango de los ’40 como uno de ahora.
–Otra característica de la época es la fusión. ¿Cuáles son los géneros que mejor congenian con el tango?
–Es un terreno bravo. Yo creo que a veces se entiende mal el hecho de que si alguien improvisa de manera distinta a un solo de Troilo o Ruggero, se dice que está haciendo jazz. Ni siquiera la grabación de Piazzolla con Gerry Mulligan puede ser considerada así. Cuando tocaba Astor no tocaba jazz, porque era un tanguero de ley. Un zapador con un concepto musical distinto, muy elevado, con una preparación de gran nivel. La prueba está en que por más resistencia que hubiera contra él, hoy cualquier tanguero, por más tradicional que sea, tiene incorporado “Adiós Nonino”.
–Entonces para usted no existe el tango-jazz.
–Para mí es una manera distinta de tocar tango, de utilizar armonías poco comunes. Es un rótulo engañoso.
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