MUSICA › HABLA MARIANA BARAJ
“No es tradicional, pero es bailable”
La cantante, que presenta hoy su segundo disco, rescata a la vez la creatividad y la tradición.
› Por Cristian Vitale
“Yo no quiero aniquilar la tradición.” Mariana Baraj abre gigantes sus ojos negrísimos. El verbo le parece abrumador, violento, exagerado, pero al menos sirve a los fines de ubicarla en un lugar distante del abc del folklore. Su música no aniquila, pero mucho menos resulta asimilable a los clásicos pop del género. Lo suyo es otra cosa. Tal vez renovar, vivificar lo que otros hicieron. Y renovarlo de veras, con el riesgo y la intrepidez que implica, por ejemplo, hacer una versión de Los ejes de mi carreta junto a una banda de jazz e imaginarse qué pensaría Yupanqui.
“Es algo que pienso mucho a la hora de elegir un tema, por más que su compositor no esté vivo. Me pasó cuando hice Zamba soltera del Cuchi Leguizamón y, en el caso de Atahualpa, me daría un poco de miedo su respuesta. Igual, creo que la esencia del tema tiene un alto grado de respeto, aunque no haya una única manera de ver las cosas. Esa canción, para mí, tiene en sí una oscuridad tremenda.” Otros autores, en cambio, pudieron opinar acerca de lo que había hecho en el flamante Deslumbre, su segundo trabajo discográfico. Dice que Hugo Fattoruso le subió el pulgar cuando escuchó su jazz con aires litoraleños en Conmigo, y que a Raúl Carnota le encantó que le “destruyeran” Gatito’e las penas.
–Los músicos aprueban, pero, ¿qué opina el público?
–Puede que armónicamente el disco suene raro al oído de alguien que no está acostumbrado a escuchar determinados colores, sonidos o formas de encarar la música. Pero no es tan raro. Sí sofisticado: existen curvas y tiene un color oscuro y luminoso a la vez.
El resto del disco que Mariana Baraj presenta hoy en el Teatro Alvear (Corrientes 1659) es un péndulo que retiene en su vaivén distintas geografías sonoras: coexisten Leda Valladares bajando del norte con Ya viene la noche triste y Luzmila Carpio desde más lejos aún (Bolivia) con Jantun Illimani; también olores y colores cuyanos a través de Tonada de otoño (Jorge Sosa y Damián Sánchez) y dos anónimos populares en los que la percusionista y cantante venera las fuentes. Uno es el climático Coplas quebradeñas y el otro Chacarera santiagueña, interpretada –entre ecos misteriosos– como el relato oral ordena: “Fue porque yo lo dijí / que te casabas con yo”. “Si la adecuo al castellano perdería todo”, admite. Recién llegada de Tokio, donde fue invitada por el diseñador Martín Churba para tocar durante la presentación de una colección inspirada en el monte santiagueño, Baraj encierra su música entre un espíritu de búsqueda innovadora y algún anclaje en las raíces. De hecho, en Deslumbre conviven temas autónomos, puros, en los que predominan ella y sus cajas, con otros de alta musicalidad, vuelo e improvisación en los que Rodrigo Domínguez, Carto Brandán, Jerónimo Carmona y Juan Arredondo hacen y deshacen a troche y moche. “Son improvisadores; si es por ellos, no paran nunca”, dice.
–No es usual realizar versiones de temas folklóricos con una banda de jazz. ¿Cuál es el objetivo?
–No hay una fórmula. Creo que es algo que se va dando por el hecho de trabajar con músicos que tienen otros puntos de vista. La banda va llevando a que la forma se deforme. No es que el grupo se armó y dijo “destruyamos todo el repertorio folklórico argentino”; lo fuimos destruyendo sin querer (risas). El resultado no es tradicional, pero igual es altamente bailable.
–¿Bailable? Sorprende la respuesta. No parece un disco para las pistas.
–Yo siempre digo que la música folklórica está íntimamente relacionada con la danza y en mis shows invito a la gente a que baile, por más que la forma no sea tradicional. La música no tiene por qué tener una forma específica para ser bailada.
–Algunos temas tienen arreglos bastante complejos...
–Hay excepciones, pero no me parece que el disco esté extremadamente cargado de arreglos. Sí, que hay actividad y momentos con muchas líneas de trabajo individuales. Es muy importante el aporte de cada músico.
–La elección de Dorotea, la cautiva, de Ariel Ramírez y Félix Luna, ¿fue política o puramente estética?
–No. En verdad, creo que la versión de Dorotea que hace Mercedes Sosa es tremenda y llegué a pensar que estaba agotada. Por eso no me seducía hacerla. Pero con el correr del tiempo me fui metiendo más en el tema y me fue tentando su costado musical, no el ideológico.