Lun 30.04.2007
espectaculos

MUSICA › FESTIVAL CLASICO EN USHUAIA

Los ecos de la música también llegan hasta el fin del mundo

Veinte mil personas disfrutaron del encuentro. Actuaron la Sinfónica de Berlín, la Camerata Bariloche y la Opera de Cámara del Teatro Colón.

› Por Diego Fischerman

Podría ser el fin del mundo. Y podría, claro, ser el comienzo. Los picos nevados emergiendo del mar de un azul imposible, las hojas marrones de las lengas y ese cartel surrealista que marca, en dos direcciones opuestas, La Quiaca-Océano Pacífico, hablan, más bien, de un continente que comienza justo aquí, en esta ciudad que alguna vez fue convertida, por la combinación entre una ley de promoción industrial y la viveza argentina, en paraíso de los galpones vacíos. En Ushuaia, hoy, además de la Bienal del Fin del Mundo, se desarrolla un festival de música clásica que, en su primer año de existencia, convocó un público de 12 mil personas para llegar en 2006 a 17 mil. Esta vez, con la presencia de la Orquesta Sinfónica de Berlín y las plazas hoteleras totalmente agotadas, la cifra llegó a 20 mil.

La idea de este festival empezó, para el director de orquesta Jorge Uliarte, hace 40 años. El titular de la Sinfónica de Berlín y director artístico de este ciclo que comenzó hace dos semanas y culminó este sábado no tiene mucho más que 40 años de edad. Ahora vive en Berlín después de un largo tiempo en Salzburgo, donde además de conocer a su mujer fue asistente, en el famoso festival de esa ciudad, de Georg Solti. “Creo que tenía veinticinco años cuando se me ocurrió por primera vez que había que organizar conciertos en Ushuaia”, dice Uliarte, mientras a través de los ventanales se ve caer la nieve. “No conocía la ciudad. Estaba esta idea del ‘fin del mundo’ que me atraía. Y se pudo concretar hace cuatro años, cuando conocí a Hernán Román, que ahora es el director ejecutivo del festival. El dijo que era posible, que había que hacerlo. Y lo hicimos.” Para él hay algo “inmensamente atractivo” en encontrar un lugar “virgen y a la vez ávido”. En Ushuaia, cuenta, “se encuentran historias increíbles. Aquí hay una gran cantidad de jóvenes que estudian violín, por ejemplo, y uno de los violinistas que conocí aprendió a tocarlo mirando violinistas por televisión. Es maravilloso”.

Uliarte define el festival como “un rompecabezas donde cada pieza encajó, sobre todo la disponibilidad de la gente. Los hoteles alojan a los músicos gratis, por ejemplo”. Para él, “no se trata sólo de un hecho cultural sino, también, económico y social. Además de música, este festival produce trabajo para la gente de aquí. Este año, las filmaciones las realiza un equipo local. Y, desde ya, gracias al festival llega gente de otras partes que llena los hoteles, que va a los restaurantes, que toma taxis. Nuestra aspiración es que, algún día, este encuentro esté entre los festivales importantes en el mundo. Por ahora, de lo que se trata es de trabajar y de aprender de los errores”. Su orquesta, que fue la responsable del cierre con la Obertura de Las bodas de Fígaro, de Mozart, la Sinfonía Nº 2 de Brahms y, junto al pianista montenegrino Ratimir Martinovic, el Concierto Nº 2 para piano y orquesta de Piotr Tchaikovsky, fue fundada hace cuatro décadas y cuenta con el padrinazgo del Senado de Berlín. Uliarte la dirige desde hace dos años y afirma que, para él, “la música es un hecho social. Una melodía no existe, son ondas que van desde un cuerpo que vibra hasta otro que recibe esas vibraciones y las transmite al cerebro. En esa melodía, en esas vibraciones, tiene que haber algo más que un bello ruido. Por lo tanto, elijo las obras que están cerca de mi emoción. Necesito que la gente que escucha sienta que hay algo que pasa. No tiene que ver con escuelas ni con el uso de la tonalidad o de la atonalidad. No pongo fronteras en ese sentido; simplemente tiene que ser música que me involucre”. Por el festival, que se realizó en el Auditorio del Hotel Las Hayas, sobre la ladera, en el pie de la montaña, ya pasaron la Camerata Bariloche, la Opera de Cámara del Teatro Colón –que deslumbró con su versión de La ocasión hace al ladrón, de Gioacchino Rossini– y, entre otros grupos de cámara, el Cuarteto de Cuerdas de la Universidad de Graz, en Austria. La recepción por parte del público y la manera en que los habitantes de la ciudad sienten el festival como cosa suya, le da la razón a su director musical, cuando enfatiza, nuevamente, que “la música es un hecho social o no es otra cosa que un ruido más o menos agradable”.

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