Mié 23.05.2007
espectaculos

MUSICA › HERNAN NUÑEZ Y LA LEAGUE OF CRAFTY GUITARISTS, ANTES DE LOS SHOWS CON ROBERT FRIPP

“Aquí, hasta el silencio tiene significado”

El músico cuenta cómo nació esta nueva encarnación de los “guitarristas artesanales”, habla del encantamiento de Fripp con esta ciudad, las coordenadas del Guitar Craft y las posibilidades del músico más allá de la industria actual. Todo, en el marco de un ensayo que hace pensar en los shows del Ateneo como una cita de honor.

› Por Eduardo Fabregat

Sobre la escena planea una clase de magia que sólo la música puede producir. En el segundo piso de un antiguo edificio porteño, Hernán Núñez cuenta cuatro y once guitarristas se embarcan en una impactante versión de “Vrooom”, uno de los títulos que King Crimson presentó en aquella inolvidable reunión de 1994 en Buenos Aires. Núñez, Fernando Kabusacki, Mariana Scaravilli, Ignacio Furones, Claudio Lafalce, Ignacio Gracián, Martin Schwutke, Jorge Sevilla, Carolina Tonnelier, Leonardo Requejo y Luciano Pietrafesa se embarcan en una de esas complejas y atrapantes piezas instrumentales que llevan la marca de Robert Fripp en el orillo. Promediando la canción, Núñez detiene todo, y una parte del ensamble revisa la línea principal del tema: la revisión deja conformes a todos, y la performance arranca de nuevo, con precisión de relojería. En esa habitación luminosa y cálida, el sonido de las once guitarras tiene una contundencia que desmiente cualquier preconcepto sobre el instrumento acústico: cuando la League of Crafty Guitarists se embarca en la coda final, todo lo externo parece haber desaparecido, no queda nada más que esa inexplicable conexión que la música produce con los sentidos del oyente.

El regalo de compartir una parte del ensayo con la Liga es un final de nota más que satisfactorio: sobre todo porque hay una íntima relación entre lo que el cronista ve y escucha y todo lo hablado minutos antes con Núñez, director del ensamble de guitarras que actuará en el Teatro Ateneo a comienzos del mes próximo (ver aparte). “Para un músico, la performance en vivo es fundamental”, dice Núñez, nacido en Argentina pero radicado en Alemania, integrante de Los Gauchos Alemanes y Santos Luminosos y factótum de aquella reencarnación de Crimson en las pampas. “No sólo porque el músico se está expresando, no sólo por lo que le pasa al músico: el espectáculo es también lo que le pasa al público. En un concierto de la Liga hay todo un marco que conocemos, un material que sabemos que vamos a tocar, pero también... si alguien pregunta qué va a pasar, la respuesta es no lo sé. Depende de lo que pasa entre nosotros, incluso lo que surge cuando tocamos con Robert, y lo que pasa con el público. Hay mucho espacio para la improvisación, y hasta el silencio tiene su significado.”

El origen de la Liga tiene que ver con el hambre de experiencias de Robert Fripp. En 1985, el líder de King Crimson inició las actividades del Guitar Craft, seminarios de guitarra que se llevan a cabo en todo el mundo y que van más allá del concepto de “clase magistral” o “clínica”: el GC abre la puerta a otro tipo de afinación –la New Standard Tuning, que amplía el rango de la guitarra hacia arriba y abajo, convirtiéndola así en un instrumento aún más versátil, capaz de abordar tonalidades de otros instrumentos– y a una serie de ejercicios que incluyen las “circulaciones”, en las que cada guitarrista “entrega” una nota al siguiente y entre todos van formando un entramado, una creación colectiva que diluye las concepciones habituales sobre el ego del músico. La aparición de un ensamble mutante, que puede sumar o restar miembros y ganar nuevos matices en cada formación, fue consecuencia natural de esos seminarios: desde su fundación en 1986 y hasta 1991, la League tocó regularmente en todo el mundo, una tarea reflejada en los discos The League of Crafty Guitarists Live (1986), Live 2 at Quebec, Show of Hands e Intergalactic Boogie Express. En 1991 la Liga se llamó a silencio, pero los Guitar Craft siguieron ofreciéndose regularmente. En abril de 1995, un seminario en un antiguo convento de la localidad bonaerense de Gándara inauguró los capítulos argentinos, que se siguen realizando hasta el día de hoy.

–Lo último que se supo de usted en Argentina fue en 1999, tenía que ver con los Gauchos Alemanes... y ahora vuelve como director de la LCG para Europa y Sudamérica. ¿Qué pasó en el medio?

–De algún modo, dejé aparte mi “carrera” de músico..., me fui a Alemania y me puse a estudiar, me dediqué a aprender sobre producción de sonido, me metí mucho en eso porque necesitaba aprender. Yo ya trabajaba con Robert, ayudándolo con los cursos, y en 2002 empezamos a tocar nuevamente con los músicos del Guitar Craft, probando diferentes formaciones y repertorio. Entre 2003 y 2005 estuvimos de gira, y un día vino Robert a vernos y nos dijo: “¿Puedo tocar con ustedes?”.

–Y lo dejaron, supongo.

–Le dijimos: “No sé, vamos a ver” (risas).

–Desde entonces, la Liga estuvo girando intensamente, acaban de terminar un tour en España y Portugal..., pero siempre encuentran un tiempo para hacer algo aquí. Evidentemente, en el “universo Fripp” hay un lugar particular para la Argentina.

–Sí, acá hicimos muchas cosas, el String Quintet, lo de King Crimson, los Soundscapes de Robert solo..., teníamos muchas ganas de traer a la Liga. Robert tiene una fascinación muy grande con Buenos Aires, le gusta mucho esta ciudad y lo que pasa acá. Incluso les dice como consejo a los músicos “andate a vivir a Buenos Aires”...

–Algunos músicos que sufren las dificultades de trabajar acá tendrían algunas cosas para decir de eso.

–Sí, bueno, pero el show business es igual en todas partes. Y acá es cierto que sucede algo diferente, la gente es especial, tiene avidez por ver cosas y prestar atención. Yo creo que es una apertura que tiene el argentino a que algo lo transforme. Pasaba con los que iban a ver a Pescado Rabioso en los ’70 y salían sintiendo que algo de eso que habían visto y escuchado los había transformado. Eso de que el público argentino es diferente no es un mito, es la pura verdad. Sí, también podés encontrar un público caliente en Inglaterra, pero en los países latinos es distinto, España, Italia..., pero Argentina es como ese público latino al extremo.

“La música desea tanto ser escuchada que llama a algunos a darle voz y a algunos a darle oídos”: ése es uno de los aforismos de Guitar Craft, que instruye no sólo sobre cuestiones estrictamente musicales y de ejecución del instrumento sino también sobre el rol del músico, la necesidad de entrenar su percepción y su receptividad para, según dice Núñez, “esperar el momento”. Pero ante todo lo que guía a la LGC es un valor que hoy parece sepultado por la omnipresencia de las reglas del mercado musical, potenciadas por la era de la tecnología y la hiperconectividad: el término “crafty” parece hoy aún más singular que hace veinte años. “Crafty es nada, se traduce como artesanal pero es sólo un término, un personaje”, dice Núñez. “En realidad refiere al acercamiento que un músico debe tener con respecto a la música, de honestidad, de respeto por uno y por el otro, de amor a la música. Yo creo que el músico tiene una responsabilidad. No es que va a cambiar el mundo, no es una cosa grandilocuente, pero sí tiene una responsabilidad con respecto a la música y lo que quiere decir.”

Desde que puso en operaciones Discipline Global Mobile, Robert Fripp se encargó de poner especial atención en el músico, no sólo en sus responsabilidades y la necesaria filosofía de amor y respeto por lo que hace sino también en lo que refiere a sus derechos. A contrapelo de las leyes del negocio, cualquier edición de Possible Records viene con el epígrafe “El copyright de estas canciones pertenece a sus autores”: mientras los popes de la industria encabezan sus campañas antipiratería con el sonsonete de “estamos defendiendo los derechos de los músicos”, el líder de King Crimson es el único productor que cumple a rajatabla ese precepto.

–Hoy por hoy, el esquema de trabajo diseñado por Fripp hace años, las “pequeñas unidades móviles” desperdigadas por el mundo, parece aún más viable. La tecnología de esta era eliminó varias de las barreras que le impedían al músico poder mostrar lo suyo...

–Se terminó esa tiranía del estudio de grabación, y la necesidad de tener que firmar sí o sí cualquier cosa con quien te edita el material. Si queremos, nosotros podemos grabar lo que estamos ensayando acá y subirlo inmediatamente a la red, y ofrecérselo a la gente. Hoy las bandas nuevas puede llegar al público más directamente, mostrar lo que hacen en su propio sitio, y eso es buenísimo.

–Pero al mismo tiempo la gran batalla sigue pendiente: los grandes sellos siguen imponiendo sus reglas.

–Lo del copyright es algo imperdonable, es lo único en lo que yo soy realmente inflexible: los derechos son del músico, no debería ser de otra manera. Lo que le pasa al pibe que está empezando es entendible: las compañías le ofrecen adelantos, y que su música va a estar en los medios, y que van a estar en la tele, y entonces firman lo que le ponen delante, y de pronto sus canciones ya no son de ellos. Y por ahí firmás con un tipo con el que dijiste: “Bueno, este tipo parece diferente, creo que puedo trabajar con él”, y a los dos años se muere y quedaste en manos de otra persona que no sabés quién es, y tu música ya no es tuya. No lo digo en general, lo digo con conocimiento, por experiencia propia. Entonces, el mensaje que nosotros tratamos de dar es que ante todo hay que ser honesto con uno mismo y honesto con lo que hace, y que las cosas se pueden hacer de una forma diferente. Eso no quiere decir ni mejor ni peor: solo diferente. Quizá los tiempos sean otros, pero la satisfacción que te deja al final también va a ser diferente.

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