MUSICA › MARCONI CON LA FILARMONICA
En su ciclo de invierno, en el San Martín, la Filarmónica de Buenos Aires hará composiciones de Piazzolla, Gershwin, Villa-Lobos y Revueltas.
› Por Diego Fischerman
Mañana se cumplen quince años de la muerte de Astor Piazzolla. Y hoy, a las 20.30, su Concierto para bandoneón y orquesta será interpretado por la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires, con la actuación solista de Néstor Marconi. “Siempre, incluso cuando un pianista toca un concierto de Beethoven, esa interpretación tendrá un toque personal. Pero en el caso de este concierto de Piazzolla, además de lo escrito, hay partes donde él colocó apenas una línea melódica y los acordes que la acompañan, junto a la indicación ‘improvisar con sabor a tango’. He tocado esta obra en muchas oportunidades y nunca la toqué dos veces de la misma manera”, dice Marconi a Página/12.
El concierto, que forma parte del Ciclo de Invierno de la Filarmónica y tendrá lugar en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín, será dirigido por José Luis Castillo. Este valenciano formado en su ciudad natal y, luego, en Salzburgo, Luxemburgo y París, recibió numerosos premios y es uno de los máximos especialistas actuales en el repertorio sinfónico latinoamericano. En esta oportunidad, además del concierto de Piazzolla, conducirá la Bachiana brasileira N° 5 de Heitor Vila-Lobos y Janitzio, de Silvestre Revueltas, junto a la Obertura cubana de George Gershwin. “La música americana en general y Piazzolla y el tango en particular son cada vez más atractivos para las grandes orquestas. No es que los músicos estén cansados de tocar Brahms, pero siempre resulta atractivo salir de lo de siempre”, opina Marconi quien, además de su labor como bandoneonista popular ha compuesto obras para orquesta consciente de que “ese interés muchas veces no encuentra con qué satisfacerse y la culpa es nuestra, de los músicos. Hay muy poco escrito para una orquesta que no sea, simplemente, tomar un tango y doblar las partes para que las toquen secciones enteras en vez de solistas”.
Tocar una obra como la de Piazzolla, donde el gesto de la propia interpretación del autor es tan importante como la propia escritura, implica, para Marconi, un desafío. “Las partes obligadas, donde no hay improvisación, hay que tocarlas con la misma fidelidad por la partitura que si se tratara de un concierto de Mozart, aunque uno pueda agregar algún adorno: un mordente, un gruppeto. Cuánto se incorpora del propio estilo de Piazzolla es difícil de precisar. Todos somos una fusión de los músicos que escuchamos y admiramos. Pero en realidad es algo que no se piensa. Piazzolla tocaba siempre en el aire, desplazando los acentos. No es que yo busque imitar su manera de expresión, lo que pasa es que yo también toco muchas veces así y eso es porque aprendí escuchando esa forma de tocar”. Marconi piensa que este Concierto de Piazzolla en realidad no se corresponde exactamente con esa estructura sino que, más bien, “se trata de tres tangos instrumentados”. Por otra parte, señala que la particularidad del estilo piazzolliano –ese “tocar en el aire”– se suma al hecho de que utilizaba poco su mano izquierda, con respecto a otros grandes bandoneonistas, generando un toque más cercano al jazz o, por lo menos, a la idea del solo improvisado y, desde ya, al swing, eso tan difícil de definir pero sobre cuyo significado nadie duda.
“El análisis, de todas maneras, no puede ser tan frío como para decir quién es mejor o quién es peor sólo en función de su técnica instrumental, es decir su capacidad para resolver pasajes dificultosos”, argumenta Marconi. “De Filippo, que fue uno de los grandes técnicos del bandoneón, no hubiera podido tocar como Piazzolla. Hay varias líneas y varios estilos –Láurenz, Ahumada, Piazzolla– y, en el medio, alguien como Troilo que, aunque no fuera técnicamente impecable, fue quien inventó una cierta manera de tratar el instrumento; fue quien creó la dulzura en el toque del bandoneón”. El músico, por otra parte, reflexiona acerca de una contradicción: “Se habla de un boom del tango, pero es un boom para turistas y cada vez hay menos lugares para tocar y para que la gente escuche. No se puede pensar en un resurgimiento del tango ni en un movimiento si las entradas valen 80 dólares y ningún argentino las puede comprar”.
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