Vie 31.08.2007
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MUSICA › ENTREVISTA A GUSTAVO BERGALLI

Otros cruces entre el jazz y el tango

El trompetista radicado en Suecia defiende su concepto de fusión. Actuará esta noche junto con la Stockholm Jazz Orchestra.

› Por Diego Fischerman

Hubo un tiempo en que la palabra “fusión” significaba algo. Y si, en la teoría, sus alcances eran muchas veces farragosos, en la práctica podía palparse en varios hechos estéticos que estuvieron entre lo más original de la década de 1970. En varios de ellos –algunos de los grupos en los que Litto Nebbia experimentaba junto a músicos de jazz, la banda Sanata y Clarificación, que dirigió el guitarrista Rodolfo Alchourrón y que participó con Nebbia de la cantata Historia de un hombre, Quinteplus– hubo un elemento en común: el trompetista Gustavo Bergalli. Radicado en Suecia por casi tres décadas y miembro estable de la Stockholm Jazz Orchestra, con la que llega para tocar hoy en el teatro ND Ateneo (Paraguay 918), Bergalli encuentra que esa “fusión” está, además de en su interés, en su propia tradición y lo resume diciendo: “Yo toqué en el primer disco de Almendra”.

La orquesta sueca presentará un espectáculo en que la mezcla de géneros estará, desde ya, presente, tal como lo anuncia el título del espectáculo: Tango y jazz, lo mejor de dos mundos. Habrá allí versiones de temas de Troilo, de Cobián y de Piazzolla, por ejemplo, pero también composiciones originales de Carlos Franzetti y del propio Bergalli. La orquesta, que ha realizado producciones con varios de los mejores arregladores y compositores del mundo, empezando por la genial Maria Schneider, Bob Brookmayer y Bob Mintzer, fue fundada en 1984 por el trompetista Fredrik Norén. Integrada por cuatro trompetas, cuatro trombones, quinteto de saxos (que pueden cambiar por flautas o clarinetes), piano, contrabajo o bajo eléctrico y batería, grabó, para el sello DMP Records de Nueva York, un disco llamado precisamente Tango, que integra materiales musicales específicamente vinculados a ese género con un tratamiento puramente jazzístico, en arreglos de Franzetti. Allí había un bandoneón solista, Juan José Mosalini, y aquí, en la versión de esta noche, el encargado de esa parte será Víctor Villena, otro argentino radicado, como Mosalini, en París.

“El momento en que me fui de Buenos Aires era un momento musicalmente muy intenso”, cuenta Bergalli a Página/12. “En ese entonces estaba en Quinteplus –con Jorge Anders, Santiago Giacco-bbe, Jorge González, Pocho Lapouble y Ricardo Lew–, que era un grupo bárbaro, y antes, en los ’60, habíamos hecho un trío con Rodolfo Mederos y Rodolfo Alchourrón, que quedó encerrado entre las paredes de su casa pero que marca que el interés por trabajar con el jazz sobre materiales que provinieran de Buenos Aires no es nuevo. Esta siempre fue una preocupación para mí porque, a los 20 años, había tenido una crisis muy fuerte de lenguaje cuando empecé a preguntarme a qué se debía que hiciera jazz cuando ésa era una música que tenía otra cultura, otra idiosincrasia, otras raíces históricas que las mías. Pero yo tenía un instrumento que era la trompeta y una técnica, que era la del jazz, y era a partir de ahí por donde tenía que empezar a buscar. Pero en ese momento en que nos juntamos con Mederos y Alchourrón, ni el tango ni el jazz estaban tan abiertos como para admitirnos. De todas maneras, a partir de allí, para mí el tango siempre estuvo. Es decir, está en mi cabeza y está desde siempre; mis viejos lo escuchaban y lo bailaban y, aunque uno no lo tenga demasiado consciente, ésa es la música que un tipo de Buenos Aires se pone a silbar cuando está distraído.”

En esos años fundantes, Bergalli también tocó con Rubén Rada y probó con las posibilidades rítmicas y melódicas del candombe. “Me fui a Europa con un contrato, pensando en volver –relata–, pero el jazz europeo me capturó. En realidad, lo de jazz europeo es una generalización que no quiere decir demasiado. Porque una cosa es Francia, o Suecia, que desarrollaron tradiciones muy fuertes a partir de las décadas de 1940 y 1950, y otra es, por ejemplo, España, que, durante todo el franquismo prácticamente no tuvo jazz. En Alemania, Hitler lo había prohibido. Pero Suecia no participó en la guerra. Y, en la posguerra, llegaron muchísimos grandes músicos: Charlie Parker grabó allí, Stan Getz, Quincy Jones, Dexter Gordon también. Suecia era un paraíso para el jazz. Y allí empecé a tocar. Y me fui quedando.” Su nexo con Argentina fue, durante años, su hijo Facundo, también músico. “El me iba contando. Lo que pasa es que entre mi generación y, digamos, la de Armando Alonso o Francisco Rivero, hay un agujero. Tierra de nadie. Todo se volcó al rock, y así estuvieron las cosas hasta que los mismos músicos de rock empezaron a descubrir el jazz y hasta que aparecieron jóvenes que, además, en muchos casos, fueron a estudiar a Estados Unidos y volvieron, y tuvieron alumnos y esos alumnos, a su vez, empezaron a formar a otros. Hoy hay muchísimo movimiento en Buenos Aires y muchos muy buenos músicos.”

La orquesta de jazz de Estocolmo es un grupo privado pero, “como todo en Suecia –explica Bergalli– recibe un subsidio estatal, en este caso de la Dirección de Cultura, que no implica un sueldo para los músicos pero permite, por ejemplo, sacar a la orquesta en gira. Mover un grupo como éste significa, de movida, diecisiete pasajes de avión, diecisiete piezas de hotel. Una banda de jazz no es fácil de llevar de un lado a otro. Para esta visita a Buenos Aires apoyó mucho, también, la Embajada de Suecia en Argentina”. Para el trompetista, llegar a Buenos Aires con este proyecto, que él imaginó desde el principio, desde que llamó a Franzetti como orquestador, es un logro muy especial. “Es algo ambicioso, y cuando lo hicimos allí participó Susana Rinaldi. Con la parte instrumental grabamos un disco, que tuvo una excelente repercusión, y esto lo trato de llevar a todas las partes que puedo. Acabo de tocar este repertorio en Nueva York, en el Lincoln Center, con la Afro Latin Jazz Orchestra, y, obviamente, estar en Buenos Aires y hacerlo con la orquesta de Estocolmo, que es la que participó de la idea desde el comienzo, es una alegría infinita.”

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