MUSICA › ENTREVISTA A LA CANTAUTORA MARINA ROSSELL
Protagonista de la Nova Cancó Catalana desde la década del ’70, viene a Buenos Aires a presentar un CD en el que rinde tributo a ese género mal llamado “menor”, que prefiguró el tango y el bolero.
› Por Javier Rombouts
Dicen en España que Marina Rossell es una artista –valga el barbarismo– “glocal”, mezcla de profunda localía catalana y de afán por entender el mundo globalizado que le tocó en suerte. Y, de algún modo, su nuevo disco Vistas al mar –el que presentará mañana en ND Ateneo (Paraguay 918)– cumple también con esta premisa.
Es que esta selección de habaneras coloniales que habitan el trabajo –las hay clásicas, las hay actuales– tienen ese sabor a puerto en cada estrofa. Puertos desde donde se parte; puertos a los que se llega. “Creo que las habaneras coloniales contienen un ritmo de dos por cuatro que nos hermana a todos. Hay habaneras en todo el Mediterráneo, en el centro de España, en el Norte. Se trata de una música extraordinaria porque es de ida y vuelta. Es la música que más ha hecho este viaje de España a América y de América a España. Además, es un género generativo de otros géneros. De la habanera sale el tango, más tarde la rumba y el bolero”, dice recién llegada a Buenos Aires, una ciudad que, a pesar de la humedad del mediodía, le sigue pareciendo “maravillosa”.
Protagonista de la Nova Cancó Catalana desde la década del ’70, Ro-ssell formó parte de esa corriente musical antifranquista formada por cantautores como Joan Manuel Serrat, Lluís Llach y María del Mar Bonet, entre otros. Y como ellos levantó la bandera de las canciones bellas y comprometidas desde lo social, tanto en la melodía como en las letras.
Lo mismo que estas habaneras que hablan de tiempos idos pero también hacen referencia a las Madres del pueblo de Juárez en México y a las Abuelas y Madres de Plaza de Mayo (“Ruta de estrellas”) o a los inmigrantes sin papeles que llegan a España (“Carbón de ron”). “Me propuse respetar el dos por cuatro pero no el modo de devolver este ritmo. Si hay algo nuevo en mi disco es que aquellas canciones, algunas de ellas anónimas, las hemos devuelto con un sonido más actual”, asegura.
–¿Qué la llevó a investigar durante tres años este género que, a primera vista, parecería olvidado?
–Amo este género y todo lo que lo rodea, sobre todo porque la habanera permite viajar con la mente. En mi caso, me atraen los trabajos monográficos, la investigación de un género, de un ritmo. Encuentro cosas allí. Creo que la habanera colonial es una música que siempre ha estado tanto en mí como en España y en América. Lo que pasa es que siempre estuvo arrinconada. Siempre fue a la sombra de los grandes ritmos tótem, como el jazz, el tango o el bolero. Siempre me pregunté por qué la habanera era considerada un ritmo menor. Y la mejor respuesta la encontré profundizando en el tema, investigando su historia.
–¿Y descubrió el motivo por el que es considerada un ritmo menor?
–La habanera es como la hermana menor mal amada. Nadie la quiere. Otros ritmos lograron fusionarse mejor, se volvieron populares. Pero ella no. Y supongo que eso tiene que ver, entre otras cosas, con el espíritu purista de sus cultores. Eso es lo que necesitamos cambiar. Hasta no hace mucho, estaba mal visto que las mujeres cantaran habaneras porque se trataba de una música de marineros. Hoy eso cambió: de hecho, vengo de cantar en un festival de habaneras en España que reunió a 40.000 personas. Me parece que una manera de evolucionar es que sus letras toquen temas actuales.
–Como el tema de los inmigrantes sin papeles que llegan a España.
–Claro. Este es un tema muy largo, pero lo que puedo decir es que causa bastante tristeza y desazón verlos llegar a Barcelona, esposados desde Canarias. Es triste ver que alguien que ha logrado vencer a la muerte y al mar sea esposado como si fuera un delincuente. A mí me indigna, me irrita que los traten como si hubieran cometido un delito cuando ni siquiera tuvieron tiempo de decir buenos días.
–¿Y se puede hacer otra cosa, aparte de indignarse?
–Claro. Esa es sólo una de las caras de España. Después está la otra: hay muchísima gente que se acerca a las orillas para esperarlos y ayudarlos. Es lo menos que se puede hacer por quienes se juegan la vida por una vida mejor.
–¿Hay alguna solución en este tema?
–Creo que esto es un reto que Europa tiene que afrontar. Y no se arreglará vallando el mar o poniendo policías en las montañas.
Poética, Rossell dice entonces que las habaneras permiten hacerle preguntas al mar. Y que una de las preguntas actuales habla de los inmigrantes sin papeles. Más tarde, ya alejada del tema social, encontrará otra forma ciento por ciento siglo XXI para definirlas. Dirá: “Son chill out, música refrescante de verano”. Y agregará: “La habanera colonial merecería estar a la altura de la bossa nova o del fado. Es un ritmo imprescindible”. Con más de veinte discos editados, con una importante agenda europea después del show en Buenos Aires, con varios trabajos monográficos de investigación en su haber –un disco de música religiosa, otro de canciones de cuna, otro de canciones de Navidad, entre los más importantes– a Rossell no le gusta la idea de que la confundan, únicamente, con una cantante de habaneras. “Siempre estuvieron en mi repertorio pero no es lo único que hago”, dice más cantautora que nunca.
–¿El cantautor está en peligro de extinción?
–De ningún modo. Mientras existan sentimientos, habrá alguien que los contará y los cantará. Pienso que el ser humano es intrínsecamente vulnerable y, por tanto, es sensible a todo lo que vive a su alrededor. Nunca dejarán de firmarse historias pero con un denominador común: que atraigan a la gente. Siempre habrá gente creativa, simplemente, porque vivimos y morimos.
–¿Hay nuevas generaciones de cantautores en España?
–Sí, lo que no hay es difusión. En España hay mucha gente creativa, pero los medios de comunicación se degradaron hasta puntos antes nunca vistos. Entonces la música en general quedó afuera. Hoy la televisión española es todo prensa del corazón. Eso, o esa otra cosa que no quiero ni siquiera nombrar porque me enfurezco: los concursos para chicos que quieren cantar.
–¿Operación triunfo?
–Sí, eso. Ahí no están difundiendo música creativa sino lo que las discográficas quieren venderle a la gente. Lo que nadie parece entender es que la gente es mucho más inteligente de lo que esos genios piensan.
–¿Las discográficas están equivocando el camino?
–Desde hace rato. De hecho, todavía no saben cómo solucionar esa gran amenaza que es la piratería en la calle, que allá llamamos Top Manta.
–¿Por qué?
–Porque son copias de discos top dispuestos en la calle, sobre una manta. Creo que se debe repensar el negocio de la música. Hay que empezar a pensar en la carrera de los cantantes y olvidarse un poco del objetivo de ganar montones de dinero. Las discográficas fueron muchas veces depredadores. Una solución sería que ganaran menos y que los discos costaran mucho más barato. Sería una forma inteligente de combatir la piratería.
–Entonces, en estos tiempos de errores varios en el mundo de la música, ¿qué pretende una cantautora cuando se sube a un escenario?
–Mi pretensión es que la música conmueva. Y que, después de un concierto, el público salga más alegre de lo que había entrado.
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