MUSICA › ENTREVISTA A GABO FERRO
Gabo presenta Mañana no debe ser esto. Y habla de la censura en Volver Rock.
› Por Cristian Vitale
Los comienzos de esta nota podrían ser varios: Gabo Ferro, profesor, descubriendo las aproximaciones entre la música y la historia como disciplina; Gabo Ferro, músico, arrimando definiciones sobre su nuevo y muy buen disco (Mañana no debe ser esto), que será presentado hoy en La Trastienda, tras el show de los Malosetti; Gabo Ferro, personal, remarcando cuánto le pesa –o no– que lo llamen “heredero natural” de Miguel Abuelo. Pero la coyuntura obliga. El joven trovador hablará de todo eso, pero en segundo plano. La razón es contundente: lo censuraron. El viernes pasado vedaron su participación en Volver Rock por “no ser suficientemente importante ni representativo para un ciclo que busca evocar los 40 años del rock argentino”. La medida provocó el repudio y renuncia de los conductores Nicolás Pauls, Marcelo Fernández Bitar y Alfredo Rosso y la solidaridad de músicos que tenían que grabar para una próxima edición (Fito Páez, Kevin Johansen, Arbol, Leo García y Edelmiro Molinari). “Yo no voy nunca a la tele porque uno sabe a lo que se expone, salvo que detrás haya alguien que quiera o respete. Y éste fue el caso: fui un martes, grabé dos canciones, una breve nota y el viernes, cuando tenía que salir al aire, el canal lo impidió”, explica, lacónico.
–La excusa fue que usted no es tan importante en términos “históricos”.
–Yo entiendo que no soy importante en los términos que la gente del canal cree, porque no tengo un sello multinacional, no estoy dentro de las grandes agencias. Tanto Lisandro Aristimuño –que también fue censurado– como yo somos artistas independientes, no tenemos detrás una estructura para competir con los sellos indies que tienen cierto poder y muchísimo menos con las compañías. Digamos que soy importante por cosas que ellos no consideran y esto me enorgullece.
–¿Por cuáles?
–Por ser una resultante de los 40 años de historia del rock argentino... y esto sí que no les permito que digan. Como historiador digo que para apreciar el pasado hay que ver qué nos está pasando hoy. Parece ser que las bandas que sí pusieron representan el pasado o un presente en el cual ese pasado se ve mejor manifestado.
Gabo historiador. Más allá de su faceta musical –que incluye tres discos y gran reconocimiento de la crítica–, tiene una carrera de grado y posgrado en la UBA y una maestría, cuya tesis dirigió el jefe de cátedra (retirado) de Historia Moderna, José Emilio Burucua. Y en marzo, la editorial Marea publicará su tesis, que trata sobre la época antirrosista y dos metáforas: la sangre y lo monstruoso. “Es sobre el discurso de las imágenes. En las conclusiones, muestro cómo ese universo se importó después al siglo XX, mediante Bioy Casares y Borges. Desde un soporte que habían usado Mármol y Echeverría, ellos editan La fiesta del monstruo, que recae sobre Perón”, dice. Seguidor de la escuela de los anales y la microhistoria, dio clases de Historia Económica y Social en la Facultad de Ciencias Sociales, pero volvió a la música.
–¿Cómo funciona el péndulo de compatibilidades e incompatibilidades entre la música y la historia como disciplina?
–Yo me importé todas las herramientas... toda esta data, esta teoría, me dio un ojo diferente. Cuando tocaba hardcore, de chico, no había empezado con la carrera. Es inevitable aplicar a la música no sólo la teoría de tu estudio, sino la vida misma. Yo no me puedo escindir. No soy el Doctor Jekyll de la música ni el Mister Hyde de la historia... soy todo yo.
–Mañana no debe seguir siendo esto... otro título que, como su segundo disco (Todo lo sólido se desvanece en el aire), alude a este juego entre pasado y presente.
–En este disco quería tratar el tema del amor, hacer una pirueta semántica para hablar de él, sin caer en el tú me amas y el yo te amo. Lo que hice fue pararme en lugares de la historia y ver dónde estaba el amor... en los ’60 no, porque ahora encima existe esto que la industria llama neofolk, y entonces me fui al romanticismo alemán del siglo XIX, y empecé a componer bajo la estructura de la naturaleza, la noche, la muerte, el folklore o la religión. Quería usar un título que estuviera casi vacío para que quien lo leyera pudiera cargarlo con su propio significado... la verdad es que el secreto del título está en la palabra “esto”, porque mi “esto” seguro que no es el mismo que el suyo.
–¿La mirada sobre el amor es sociológica o subjetiva?
–Totalmente subjetiva... es lo que me puse a tratar de ver en este poliedro multiforme que es el amor, y usar algunas cosas casi de la microhistoria, es decir, tomar un suceso chiquitito para hablar del problema grande.
–Está bien, pero hay tópicos del romanticismo alemán, como de cualquier escuela que pretende sistematizar costumbres, sentimientos o formas de ser de una época, y que pueden ser considerados datos casi sociológicos. De ahí la pregunta.
–No me paré demasiado a pensar en esos términos, no hago discos eruditos ni lo pretendo. Un crítico me decía cómo hacía yo para que mis discos sean sencillos y profundos a la vez... y bueh, me sale así. No me interesa ser sesudo para hacer canciones.
–Tal vez la clave sea su vuelo poético y primal. ¿Le jode que lo consideren un nuevo Miguel Abuelo?
–No me jode ni me deja de joder. Encasillar, definir y meter una etiqueta da tranquilidad, y yo soy un sujeto bastante inquietante. Y como la gente no puede considerar a alguien que tenga un poco de originalidad, me tienen que anular asimilándome a una figura. Y si está muerta mejor: los nuevos Soda, los nuevos Radiohead, el nuevo Moris, el nuevo Abuelo... así funciona.
–¿Pero le gusta lo que hacía Miguel?
–Claro, pero lo escuché después de grabar mi primer disco... me refiero a su vertiente solista. Igual, encasillar significa decir que todo lo bueno está muerto. Las influencias existen cuando uno las reconoce. Que los dos tengamos un tono agudo para cantar y ciertas inflexiones, bien... pero no parecen elementos suficientes para asimilarme a esa figura. Abuelo era muy surrealista y yo soy realista: mis metáforas tienen otro color.
–También lo acerca cierta aura trovadoresca del primer Abuelo, el de “Oye niño” o “Mariposas de madera”.
–Si hablamos de trovadores, entonces vayamos a la Edad Media y hablemos de los nobles que agarraban un laúd o una mandolina y salían a cantarle al amor. En esos términos, sí soy un trovador. Ojo, yo me siento halagado por la comparación, porque él es maravilloso. Pero a mi criterio no tenemos nada que ver.
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