MUSICA › “TENGO MAS ENERGIA”
El músico presenta su disco en La Trastienda con la convicción de una “nostalgia combativa”, que lo lleva a buscar el modo de mostrar lo suyo en un entorno que se derrumba. “Vivo en un país en el que la emergencia me rodea, constantemente. Pero no me quedo en casa.”
› Por Karina Micheletto
El recuerdo como antídoto contra lo que se sospecha inevitable. La nostalgia por una ciudad que se añora, aun sin haber llegado a conocerla, como una suerte de salvaguarda. Una nostalgia activa, “de pie”. “Combativa”, según definirá el entrevistado. Maneras de estar en el mundo, definiciones a título personal. Quien las enuncia como conceptos-guía, mechadas en cada oración, no es un tanguero con pelo prestado, ni siquiera un tanguero de los que todavía tienen pelo propio y se asoman al género. Aunque dice que tiene mucho de tanguero, desde afuera del tango. Quien habla así en la entrevista, y antes en las canciones que compone, es Antonio Birabent. Separado de su rol de actor, el hombre editó su décimo disco, al frente de su propio sello, Sitios Laterales. El disco se llama Demoliciones, se presenta hoy en La Trastienda (Balcarce 460), y su título, nada marketinero, alude a demoliciones concretas y simbólicas.
“Para mí, el mejor negocio es hacer lo que me gusta. Y me encanta la música que hago. Así que no voy a andar pensando en encontrar un título que venda. Nunca lo hice, menos a esta altura del partido”, explica. “Cuando la industria habla de crisis, yo tengo más energía, más ganas de hacer canciones, más necesidad de provocar discos. Entonces sigo mi tiempo, edito mi disco de la manera que me parece mejor. Ni siquiera es un tema para mí: vivo en un país en el que la emergencia me rodea, constantemente. Frente a eso, y frente a la continua demolición de valores y de condiciones de vida, yo puedo seguir haciendo música, tengo esa virtud y esa posibilidad. Tengo esta idea de nostalgia combativa, que siento que me salva...”
–¿En qué consistiría?
–Yo guardo mi memoria, tengo noción de lo que pasó y de lo que no quiero que pase de nuevo. Pero estoy en pie, haciendo lo que hago, hace muchos años, y es placentero para mí. No me quedo en mi casa: me busco un lugar para poder editar mis discos, armo un sello, genero un espacio, para mí y para otros. Por eso siento que mi nostalgia es combativa. Detrás de esto, obviamente, hay una declaración artística.
–Así que nada de “Sur, paredón y después” en sus Demoliciones.
–No, “Sur, paredón y ahora”. Pero es cierto que tengo incorporada una poética que tiene mucho que ver con lo urbano, lo melancólico y lo tanguero. Siempre me ha fluido así, ahora más, pero si repaso viejas letras, esto ya estaba.
–Los temas que abren y cierran el disco, además del título, aluden a las demoliciones que transforman la ciudad. ¿Por qué eligió ese eje?
–Siento que hay muchas cosas cayéndose alrededor mío. No es una sensación sólo mía, es algo colectivo. Hay una cantidad de situaciones en que las cosas se van desmoronando, algunas son producto de la vida misma, otras podrían ser evitables. Yo soy un conservador. Me gustaría conservar las cosas que se van perdiendo. Demoliciones surgió con una imagen concreta: un día caminaba por la calle y vi una medianera desnuda. Es terrible lo que queda fijado ahí, son pedazos de vidas de personas, expuestas en la pared. Retazos, resaca, de lo que alguien vivió en esos cuartos. Un día esa imagen fue tan poderosa que me marcó la canción, y después el disco.
–¿Cómo se expresa esa “nostalgia combativa” en su disco?
–El disco tiene algo de apocalíptico y premonitorio, habla de barrios que se van, pero por otro lado hay un recorrido urbano que está más cerca del combate que de la pérdida llorada. Yo lloro un barrio que se empieza a ir. Pero sé que todavía está. En los libros de Borges, o en mi memoria. Sé que hay un acento de un almacenero español que los chicos de 12 años nunca escucharon, y ya nunca van a escuchar. Yo mismo me escucho y digo: “Es un discurso de un conservador de 80 años”. ¡Pero no lo puedo evitar!
–Sin embargo, en sus canciones habla con cariño de otras ciudades.
–Córdoba y Montevideo... Junto con Buenos Aires, son tres lugares que son importantes para mí. A veces me ronda una idea borgeana de que el lugar perfecto en el mundo sería un punto equidistante entre Córdoba, Montevideo y Buenos Aires, con todo lo que me gustan los mapas y las brújulas. Yo me considero un porteñazo, pero por otro lado cada vez estoy más convencido de que no voy a estar toda mi vida en Buenos Aires. La gran ciudad encierra una brutalidad y un abismo tan grande entre las personas, que salir a la esquina de Las Heras es salir al infierno.
–¿Y entonces qué le gusta de Buenos Aires?
–Lo que más me gusta de esta ciudad en parte ya no existe físicamente. Me gusta el Buenos Aires que describían Borges o Arlt, y esa ciudad no está ni en los colectivos, ni en la música con letras asquerosas que escucho en la radio, ni en la violencia que me rodea. Reconozco que es una visión idílica. Y que quizás añoro una ciudad que nunca existió.
–En principio, que no conoció.
–Desde ya. Añoro algo que no viví. La palabra perfecta es evocación. Yo evoco algo que está en el tango, en la literatura, en las viejas fotos que colecciono.
–Al final es el más tanguero.
–Totalmente, tengo mucho tango encima. Varios me han dicho que mis letras podrían ser tomadas como letras de tango. Me encantaría acercarme más directamente al género. Desde mi lugar, por supuesto: no me animaría a musicalizar un tango, por ejemplo. Pero, en un futuro cercano, me veo cerca del tango.
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