MUSICA › LITO EPUMER, MACHI RUFINO Y CRISTIAN JUDURCHA
La flamante banda promete jazz “a la Epumer”, con pinceladas rioplatenses, candombe y algunos toques folklóricos.
› Por Cristian Vitale
No hubiese sido un acierto. Después de mandarse con una larga explicación sobre cómo reparar computadoras, Machi Rufino revela un detalle: “Mi mamá siempre me decía ‘vos te tendrías que haber dedicado a arreglar televisores’”. Cristian Judurcha y Lito Epumer, uno a cada lado, lo rodean con la mirada, ponen cara de poker y parecen pensar lo mismo: “¡Machi arreglando televisores!... un desperdicio”. Por empezar, ni Invisible ni la mejor formación de Pappo’s Blues –la de “Sucio y Desprolijo”– hubiesen sido posibles, algo que la posteridad del rock argentino no hubiese perdonado jamás. El bajista, que formó con Héctor “Pomo” Lorenzo la base más sólida y versátil del rock categoría setenta, se desmarca de la situación y sigue tirando data tecnológica: “si tu PC no arranca –le explica a Judurcha– es porque se quemó la fuente... comprás una y se la cambiás. Yo te digo cómo se hace”. La secuencia coincide con el nacimiento de un trío que puede dar mucho que hablar: Machi-Judurcha-Epumer. Aún no tiene nombre –Epumer esboza un dudoso “Power trío”– pero sí fechas de presentación: 16, 23 y 30 de enero a las 21.30 en Thelonious Club (Salguero 1884). “La idea es divertirnos, ir menos por más. Hacía mucho que nos teníamos ganas”, explica el baterista.
Machi y Epumer vienen amagando un proyecto en común desde fines de los setenta. Cuando Luis Alberto Spinetta desmembró Invisible para reiniciar su carrera solista, Pomo y Machi, el dúo indivisible, fueron a tocarle el timbre a Epumer con el fin de seguir. “Yo había ido a ver la presentación de El jardín de los presentes en el Luna Park ¡colgado de la tribuna! Y en 15 días estaban los dos tocándome el timbre en casa. Una cosa de locos”, evoca Lito. El trío se llamó Señor Sutano, pero duró poco: Machi volvió con Spinetta para grabar en A 18 minutos del sol y no hubo bajista que lo reemplazara. “Igual, quedó la onda y ahora se dio el momento. Nos fuimos embalando y dudo mucho que se trate sólo de un amor de verano. Es algo destinado a perdurar”, prosigue Epumer. El sonido del trío es un misterio bien guardado. En principio –clave– se trata de música puramente instrumental con temas compuestos en su mayoría por el hermano de María Gabriela. En rigor, jazz “a la Epumer” con pinceladas rioplatenses, candombe y lindes folklóricos. “La orientación del trío, igual, se va a notar más adelante... recién estamos abriendo el juego”, modera el guitarrista.
–¿Por qué se tenían ganas?
Machi Ruffino: –Mirá, la primera vez que vi tocar a Cristian me impactó. Digo, yo creo que además de tocar bien, un baterista tiene que tener cierta plasticidad física. Y él la tiene. No invento nada si digo que la batería y el bajo son dos caballos que tiran del mismo carro, Wynton Marsalis lo definió una vez como el motor y las ruedas de cualquier formación.
–Machi, ¿podría comparar esta simbiosis con aquella que formó con Pomo en Pappo’s Blues e Invisible?
–La veo con la misma categoría. Y en el caso de Lito, lo conozco de las épocas de Madre Atómica... yo creo que entre los tres hay un entendimiento que supera lo meramente musical. Lo humano influye, es lo que provoca que algo perdure en el tiempo.
–Otra vez en trío. ¿Es porque le gusta más que otros formatos, o porque simplemente se da así?
–Es lo que la vida me depara, no sé.
–Los tres, en algún momento, trabajaron con Spinetta. Epumer en Madre en años luz (Jade), Judurcha en los inicios de la formación actual y Machi durante varios lapsos. ¿Los unifica en algún sentido este pasado en común?
Cristian Judurcha: –Yo toqué nueve meses con él... es un tipo al que admiraré toda la vida. Es como la figurita difícil que todo músico anhela. No sólo por tocar con él, sino por otros cotillones cotidianos que están buenísimos: las comidas y toda esa energía.
Lito Epumer: –Todos los ídolos que tuve de alguna manera los encontré. Yo empecé a tocar la guitarra por Pappo. Me acuerdo que la primera vez que fui a ver a Pappo’s Blues fue en el colegio Nuestra Señora del Huerto de Devoto, en la calle Mosconi. Entré y fue un flash: Machi, Pomo y Pappo con remeras negras... quedé desmayado. Yo tenía 15 años y ellos, 22. Salí del recital como un zombie y al año empecé a tocar la guitarra. Luis, para mí, es la usina máxima de la música argentina.
M.: –Apelando a la anécdota de Lito, cuando Spinetta me vino a tocar el timbre a mí fue como tocar el cielo con las manos. Yo había visto el primer concierto de Almendra en el Instituto Di Tella... me acuerdo hasta de cómo estaba vestido: jardinero de jean y la famosa guitarra con forma de huevo. Cuando me vino a proponer integrar Invisible, no lo podía creer.
–Y lo convocó varias veces más: Mondo di Cromo, Lalala, Téster de violencia, Fuego gris...
–Ocho años en total. Y puedo rescatar muchísimas cosas que exceden lo musical: cuando falleció mi hija en 1995, él le puso el pecho a todo como si le hubiese pasado a un hijo suyo. Siempre les digo a los chicos que el ser humano Spinetta es tan grande como el músico. La palabra gracias no abarca lo que siento por él. Su conducta sobre lo que es el show bussines es intachable.
–¿Definieron algún nombre para el trío?
Lito Epumer: –No. Al empezar como se debe empezar, con la música, el nombre surgirá en alguna charla informal. Yo dije medio jodiendo que éramos un power trío. Por supuesto, no nos vamos a llamar así.
M.: –Sonaría un poco inmodesto (risas).
C. J.: –A mí no me importa demasiado el nombre, lo que importa es que recibí el regalo de estar en el medio de dos pilares. ¿Qué más se puede pedir?
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