MUSICA › JANE BIRKIN BRILLO EN LA TRASTIENDA
La cantante y actriz inglesa repasó su trayectoria de manera impecable. Aunque no interpretó la célebre “Je t’aime moi non plus”, mostró todo su encanto para recrear aquellas viejas canciones que compartió con Serge Gainsbourg.
› Por Roque Casciero
Músicos: Jane Birkin (voz), Thomas Cohen Seas (piano y violín), Eric Lafont (bajo y batería), Thomas Coeuriot (guitarra, teclados, arpa y banjo)
Lugar: La Trastienda, 7 de marzo de 2008
Público: 600 personas
Duración: 1 hora 40 minutos
La musa de Serge Gainsbourg, la primera mujer en mostrar su vello púbico en una película inglesa, la que escandalizó a la BBC con su orgasmo fingido en “Je t’aime moi non plus”... ¿Eso habrán ido a buscar tantos señores mayores y señoras bien perfumadas a La Trastienda? Tal vez todos ellos hayan dejado clavado en algún lugar de su memoria a Jane Birkin, a esa diosa que los sedujo y les alegró la vida allá por la adolescencia o la juventud. Pero el tiempo avanzó, claro, aunque nadie se atrevería a jurar que esa cantante alta y flaca como un junco ya pasó los 60. Su sonrisa encandila, su voluntad por comunicar (en francés y en inglés) y lo bien que lo pasa arriba del escenario porteño es delicioso; su repaso por su trayectoria es impecable, lo mismo que su banda. No, no es aquella chica que parecía más joven al lado del viejo pervertido de Serge: es una dama encantadora, tanto que si hubiera decidido no cantar una sola nota y sólo hubiera usado el micrófono para contar anécdotas y pasearse entre el público (dos cosas que sí hizo), nadie se habría quejado.
El contraste entre las vestimentas de las mujeres de la platea –donde varias actrices muy conocidas estaban de gala– y las de Birkin no podía ser mayor: lucía pantalones “cargo” verde militar y un fino pulóver negro. No hacía falta más: bastaba con el magnetismo de su sonrisa y de su voz suave, que se pone mejor cuanto más cerca está del susurro. Sus músicos, de negro riguroso, la apoyaban con solvencia cuando buceaba en su pasado con aquellas páginas que le escribió Gainsbourg (como “Strange melody”, “La ballade de Johnny Jane” y la magnífica “Je suis venu te dire que je m’en vais”) o cuando se la jugaba con canciones más recientes, como la notable relectura de “Alice” (de Tom Waits). Al cuarto tema, “Sans toi”, Birkin bajó del escenario y cantó entre las mesas. Alguno aprovechó para besarle la mano y ella devolvió el gesto de cariño. La canción, una bella pieza de neocabaret que le sienta perfecto, siguió con la dama cantando en los balcones laterales de La Trastienda, cosa de que todos la tuvieran cerca. Iban diez minutos y todos estaban a sus pies.
Con el espíritu de Gainsbourg merodeando por el lugar, la noche fue para el recuerdo. Por ejemplo, cuando se apagaron casi todas las luces y Birkin, apoyada en el piano del todavía adolescente Thomas Cohen Seas, más que cantar narró “Image fantôme”, que el malogrado Hervé Guibert escribió como homenaje a Gainsbourg. “Bienvenidos, fantasmas”, musitó la cantante, tras explicar que ella había elegido música de Ravel como fondo. “La favorita de Serge”, dijo. Luego se permitió bromear sobre su versión de “O leaozinho”, de Caetano Veloso: “Mi hija vio que había escrito la letra por fonética y me preguntó desde cuándo cantaba en japonés. Así que les pido perdón por anticipado”. Pero también se puso seria para hablar de la situación en Birmania, que la llevó a escribir “Aung San Suu Kyi”, en honor de la líder democrática encarcelada por la junta militar de ese país. Pese al énfasis que le puso al momento –hay que recordar que Birkin lleva años de labor humanitaria–, tal vez haya sido lo más flojo musicalmente.
La cantante recordó una visita anterior a Buenos Aires, adonde llegó acompañando a su hija Charlotte Gainsbourg, que actuaba en una película. Durante un paseo por San Telmo, dijo, un anticuario la reconoció y le pidió que le firmara un disco. Enseguida otros colegas del señor llegaron con más vinilos bajo el brazo y ella pensó: “Claro, así van a cobrarlos más caros”. Pero no, los hombres le insistieron en que volviera a cantar. “Así que supongo que esto estará lleno de anticuarios viejos como yo”, se rió. El disco que todos le pedían que firmara era el célebre “Je t’aime moi non plus”. Ironías del destino: Birkin no puede interpretar la canción que la hizo famosa sin Gainsbourg, por más que se lo hayan pedido varias veces durante el concierto. A cambio, el final fue con “Ex fan des sixties”, “Manon” y “L’aquaboniste”, como para que el fantasma del franchute loco finalmente se hiciera presente gracias al encanto de su eterna musa.
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