MUSICA › INTERPOL BRINDó UN ENéRGICO CONCIERTO, EN SU PRIMERA VISITA A LA ARGENTINA
El cuarteto neoyorquino deleitó a un público incondicional, que llenó el teatro Gran Rex y cantó todas las canciones.
› Por Roque Casciero
Desde la aparición de los Strokes a esta parte, el rock del nuevo siglo ha tenido mucho de revisitación de lo que sucedió en las últimas cuatro décadas del anterior, de ahí que ya ni siquiera se insista, como al principio, con la muletilla “retro rock”. En esos días de 2001 y 2002 se dieron simultáneamente dos fenómenos: el primero indicaba que el garage y el prepunk (con Velvet Underground, los Stooges y MC5 como guía) volvía a ser cool; el segundo, que Nueva York era nuevamente territorio caliente para que los sellos buscaran bandas. Por ese tiempo se dio a conocer Interpol, un cuarteto formado en la Gran Manzana pero que, a contramano de la corriente principal, no compartía el look de “chicos ricos con un disco de Lou Reed bajo el brazo”, sino que se sentía más a gusto en la oscuridad del post punk que hacían Joy Division, Echo & The Bunnymen y The Cure. Y aunque los dos primeros discos de la banda, que en Estados Unidos editó la indie Matador, no se publicaron acá, el mensaje de estos cuatro tipos vestidos de negro llegó hasta el público dark argentino, que el sábado pasado dio la sorpresa al llenar el Gran Rex y generar un clima tan especial que en los foros de Interpol los fans extranjeros muestran su asombro: “Ustedes estuvieron a la altura de la banda”, escribió uno. “Nunca fui parte de un concierto así.” Debe haber sido más que un gesto, entonces, el aplauso de los Interpol en pleno hacia el público al final del show.
Desde que se apagaron las luces y empezó a sonar el colchón de teclados de “Pioneer to The Falls”, el Gran Rex se convirtió en un hervidero. La sorpresa del volumen altísimo y la energía en la ejecución de la banda hicieron que recién en el segundo tema, “Obstacle 1”, el público saltara de sus butacas, mientras el escenario era tomado por asalto por luces rojas ubicadas en el fondo, que tornaban casi invisibles a los músicos. Paul Banks logra conmover con su voz grave y potente, aunque a menudo queda atrapada entre los riffs asesinos de Daniel Kessler, que no paró de bailar extrañamente y de moverse mientras tocaba su guitarra, casi en un viaje personal por demás extravertido. Lo del trip también puede aplicarse al bajista Carlos Dengler (o Carlos D), pero no la extraversión: raramente mira al público, concentrado en crear un groove demoledor. Es el personaje de Interpol: ya no luce los bigotes que tenía en las fotos promocionales del disco Our Love to Admire (2007), sino que se levantó el pelo como en aquellos “raros peinados nuevos” de los ‘80 y se pintó un mechón más claro a un costado de la frente. El batero Sam Fogarino es una suerte de metrónomo con onda, pura precisión y buen gusto, mientras que el tecladista invitado hizo su aporte sin opacar en ningún momento a los cuatro actores principales.
Aunque las canciones de su disco más reciente estén imbuidas de un sonido más “grandioso” que remite al rock de estadios de U2, la oscuridad no las ha abandonado: “There’s No I in Threesome”, “The Scale”, “Rest My Chemistry” y la potente “The Heinrich Maneuver” fueron buenos ejemplos. Pero, claro, los fans deliraron cuando el cuarteto rescató gemas de sus dos discos iniciales, Turn on The Bright Lights (2002) y Antics (2004). Primero con “Evil” y después con “NYC”, “Stella Was A Driver And She Was Always Down” (que no tocaban hacía rato) y “Leif Erikson”, dejaron contentos a todos los de la primera hora. Pero más contenta aún estaba la madre de Fogarino, a la que todo el Gran Rex saludó con un “Hola, Laura” por pedido del batero. La señora tenía la misma cara de incredulidad que los plomos de la banda durante los bises, cuando el cantito futbolero (sorpresas te da la vida) “Oh, vamos Interpol” se hizo estruendo. Al final, Banks dijo en perfecto castellano que esperaban volver pronto. Y, por una vez, no pareció una frase de circunstancia.
8-INTERPOL
Músicos: Paul Banks (voz y guitarra), Daniel Kessler (guitarra), Carlos D (bajo), Sam Fogarino (batería).
Lugar: Teatro Gran Rex, 8 de marzo de 2008.
Público: 3500 personas.
Duración: 1 hora 30 minutos.
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