Mar 11.03.2008
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MUSICA › JARVIS COCKER ACTUARá POR PRIMERA VEZ EN BUENOS AIRES

El heredero de una dinastía

Ex líder de Pulp, es uno de los cronistas más lúcidos que dio la escena musical inglesa en los ’90, siguiendo la línea de John Lennon, Ray Davies y Morrissey. Aquí mostrará su último CD solista, Jarvis.

› Por Roque Casciero

Para Jarvis Cocker, la separación de Pulp fue como sacarse un peso de encima: al fin y al cabo, ya había hecho todo lo que se puede hacer en el mundo del rock y, en medio de eso, había crecido hasta darse cuenta de la pila de estupidez que puede implicar la vida de gira y ser blanco de los tabloides en Inglaterra, su país. Es que Pulp, una banda que este alto y flaquísimo nativo de Sheffield había creado allá por 1978, había saltado inesperadamente a la notoriedad en plena batalla por el reinado del britpop. Mientras Blur y Oasis se dedicaban a insultarse a través de los diarios amarillistas, Cocker y los suyos se ganaban a la gente común con canciones que hablan sobre ella en Different class: “Common people” fue un hitazo con la mirada aguda del cantante (pese a sus anteojos culo de botella) burlándose de una chica rica con tristeza a la que le divertía ser parte de la plebe. Un video magnífico en un supermercado, un show consagratorio en Glastonbury, y Jarvis se hizo “famoso”. En plena resaca del éxito, el tipo le mostró el culo a Michael Jackson durante una entrega de premios en la que Jacko se autoendiosaba rodeado de infantes (ejem). Jarvis fue preso y se convirtió en carne de tabloides. Después, dos trabajos más sombríos aunque muy buenos, This is hardcore y We love life, un compilado para cerrar el contrato, chau Pulp, valijas, un departamento en París junto con su mujer y su hijo, y la sensación interna de que el mundo de la música se había acabado para él. Entonces, ¿cómo es que esta noche y mañana pisará por primera vez suelo argentino para presentarse en La Trastienda?

Sucedió que las canciones empezaron a surgirle y, pese a que quiso convencerse de que estaba retirado, ellas se impusieron. Primero dio señales de vida a través de un proyecto titulado Relaxed Muscle, a medias con su ex guitarrista Richard Hawley, y luego colaboró con damas como Nancy Sinatra, Charlotte Gainsbourg y Marianne Faithfull, participó de un supergrupo (con miembros de Radiohead y Add N To X) para la banda sonora de Harry Potter y el cáliz de fuego, y hasta metió mano (o garganta, mejor dicho) en Pocket Symphony del dúo francés Air. Pero antes de la salida de ese álbum, Cocker ya tenía listo su primer trabajo solista, Jarvis. El rock había recuperado a uno de sus cronistas más lúcidos, heredero de una dinastía de compositores ingleses en la que se cuenta a Ray Davies, John Lennon y Morrissey.

El primer paso de Cocker para anunciar su regreso fue publicar online la canción “Cunts are still running the world”, algo así como “Los pelotudos todavía manejan al mundo”. En el disco bajó un cambio y la incluyó como track oculto, al final de todo, pero no fue precisamente porque estuviera arrepentido de su afirmación. De cualquier modo, un título tan resonante no encaja del todo con la mirada ácida y algo oscura de Jarvis. En “Disney time”, por ejemplo, se queja de las películas para chicos en las que la infancia aparece idealizada, mientras que “From A to I” le pega a Tony Blair (“‘Quieren nuestro modo de vida’/ Bueno, pueden quedarse con el mío cuando quieran”, ironiza). En “Fat children”, el poeta de la gente común se apropia sarcásticamente del lenguaje y las ideas de la clase alta para quejarse sobre el robo de un celular (y, de paso, suelta la frase “la policía estaba en otro lado/ metiéndole balas a la cabeza de un tipo sin ninguna razón en particular”). Y en “I will kill again” mira con tristeza y cierta condescendencia a las estrellas pop que se encierran en sus torres de marfil (“Construite un castillo/ mantené a tu familia a salvo/ dedicate a la música clásica/ criá conejos en una granja”). El, en cambio, está seguro de que volverá a matar. O a rockear, que viene a ser más o menos lo mismo.

Esas canciones son las que se lo escuchará cantar hoy y mañana en sus shows porteños. No se gasten en pedir “Common people”, “Disco 2000” o cualquier otra de la época de Pulp; no habrá suerte, aunque quizá sí sorprenda con algún cover de David Bowie o de Lou Reed, como hizo en su gira del año pasado. Las entradas, que cuestan entre 200 y 410 pesos, no son precisamente para “gente común”, pero incluso con esos precios y con la sala llena ambas noches, los productores perderían dinero: en esta ocasión, para ellos eso es menos importante que el hecho de que Jarvis finalmente cante en la Argentina. Seguramente no serán los únicos que harán un sacrificio grande para ver ahí, a pocos metros, al más brillante escritor inglés de canciones de los ’90. Con sus anteojos y su pelo levemente despeinado de siempre, sólo que un poco más grande, un poco más agudo, un poco más sabio.

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