MUSICA › ENTREVISTA A CACHO TIRAO
“Yo había decidido dejar la guitarra”
Tras un accidente cerebrovascular, los médicos aseguraron que nunca volvería a tocar. Sin embargo, Cacho Tirao se reencontró con su pasión y esta noche presenta el disco La guitarra argentina, con canciones propias.
› Por Karina Micheletto
Cacho Tirao estuvo cinco años sin tocar la guitarra. En diciembre de 2000, mientras daba un recital en Adrogué, el guitarrista sufrió un accidente cerebrovascular en pleno escenario, que derivó en una hemiplejía. Los médicos le avisaron a su esposa que quizá no sobreviviría, y que, de hacerlo, lo que era seguro era que no volvería a tocar la guitarra. Durante estos cinco años, Tirao tocó un par de veces en la Iglesia Evangélica Armenia, de la que es devoto, y practicó digitación con una “cachetarra”, un diapasón de guitarra, sin la caja, que le alcanzaron sus amigos músicos para que ablandara esa mano izquierda que se había transformado “en una garra”. El músico había decidido que ya no tocaría más profesionalmente, que era suficiente para él con lo que la música le había dado hasta entonces. Pero algo pasó en el medio, y a la hora de las explicaciones, Tirao habla de un Dios que metió la cola. Lo cierto es que, a los 64 años, el guitarrista está de vuelta con un disco integrado por canciones de su autoría, La guitarra argentina. Hoy a las 21 lo presentará en el Teatro de la Casona (Corrientes 1975), junto a un septeto integrado por músicos jóvenes, porque, asegura Tirao con una sonrisa, “para viejo estoy yo”.
En el disco acompañan a Tirao figuras como el bandoneonista Julio Pane, el violinista Mauricio Marcelli, el guitarrista Juan Falú, el flautista Julián Vatenberg y el percusionista fallecido Domingo Cura, que agrega su bombo en una zamba y un gato. El disco es, en rigor, una grabación anterior a su enfermedad, que había quedado inédita. Pero el guitarrista dice que ahora tiene ganas de más: en el show de esta noche mostrará otros temas de folklore y de tango, “de Villoldo a Piazzolla”, a quien acompañó con su quinteto durante tres años. Y ahora dice que quiere seguir grabando temas suyos en un próximo disco, entre otros el que le compuso a su esposa, Teresa. “El 14 de marzo de este año le dije a mi mujer ‘no voy a tocar más la guitarra’. Ya grabé discos, ya recorrimos el mundo –porque los últimos veinte años fuimos con mi esposa a todos lados–, ya está. Gracias a la música pudimos conocer toda Europa, América, Egipto, Israel... Pero nos falta conocer Japón y China. Y ahora, con este disco, tengo la esperanza de poder hacer ese viaje a Oriente que nos queda pendiente”, se entusiasma Tirao.
Durante los ’70, tras escindirse del quinteto de Piazzolla, Cacho Tirao se transformó en sinónimo de solista virtuoso capaz de poner su sello a tangos, milongas, zambas, jazz, bossa nova o música judía. Una suerte de Luis Salinas de los ’70, salvando las distancias, sólo que en un contexto en el que un guitarrista virtuoso podía convertirse en una figura realmente popular: el programa de TV que conducía, Recitales espectaculares, tenía los más altos niveles de audiencia, y el disco de ese ciclo superó el millón de unidades vendidas. Por entonces comenzó a dar conciertos con el que sería uno de sus grandes amigos: Paco de Lucía.
–¿Es cierto que Piazzolla le dijo que tenía que seguir una carrera solista?
–Sí, él me dijo un día: “Mirá, pibe –porque en esa época yo era un pibe–, vos tenés que largarte solo, no tenés que estar más en mi Quinteto”. No me echó, pero me abrió la puerta para que pudiera hacer la mía. Estuve con Astor del ’68 al ’71. En marzo del 71 salió mi primer disco por la CBS, Mi guitarra, tú y yo. Entonces me pareció ético decirle a Astor que me dedicaba a lo mío, y que dejaba mi puesto para alguien que pudiera aprovecharlo más, dedicarse de lleno a eso. Muchos años más tarde, en el ‘85, toqué con Piazzolla en Bélgica, en un concierto que él escribió para orquesta sinfónica, bandoneón y guitarra clásica. Ese mismo día estrené mi concierto para guitarra clásica y sinfónica, sugerido por Joaquín Rodrigo, el autor de Concierto de Aranjuez. Desde entonces me identifico mucho con Astor.
–¿Y qué fue lo que lo decidió a volver al ruedo ahora?
–En marzo me llamó un hermano de la Iglesia Evangélica Armenia y me dijo que fuera a tocar a la iglesia. Le dije que me disculpara porque casualmente el día anterior había decidido dejar de tocar. Pero entonces sentí el llamado de Dios, sentí que me necesitaba. Empecé a practicar, los primeros días parecía que se me clavaban agujas en los dedos de la mano izquierda. Claro, había perdido los callitos, por eso dolía un montón. Empecé cinco minutos un día, diez el otro, así poco a poco fui ejercitando. Fui a tocar a la Iglesia y salió todo bárbaro, estar de nuevo frente al público me entusiasmó. Eso, más la insistencia de los amigos, los muchachos que tocan conmigo, hizo que me despertara de golpe. Ahí hice un click, empecé a escribir, a componer.
–En este disco, la única canción que no lleva su firma es una de su padre. ¿Por qué la incluyó?
–Puse todas obras propias porque era una asignatura pendiente que tenía conmigo: grabé como 36 discos –que en mi época eran long plays– y a veces ponía alguna canción mía, pero nunca todo un disco entero. Pero sentí que tenía que poner este tema de mi padre (Pequeña romanza), que él le dedicó a mi mamá cuando eran novios, ¡en 1925! Tenía una deuda con él, porque él me enseñó todo lo que sé de música. Con él empecé a estudiar a los 5 años, fue mi primer maestro. Tocaba clásico, y gracias a él también conocí a Segovia. Me acuerdo la primera vez que lo vi en la vieja Radio El Mundo, yo tendría unos ocho años. Desde entonces me marcó. Como dice mi amigo Paco de Lucía, el “toque” mío lo saqué de Segovia.
A su lado, su esposa Teresa permanece atenta a las palabras de Tirao. Se conocieron cuando él tocaba en un grupo de jazz, la San Luis Jazz, en 1957. Lo suyo no tuvo nada que ver con una conquista de groupie, aclara Teresa: “El vino a tocar a una confitería a una cuadra de mi casa, en Wilde. Mi papá y mi mamá se sentaban en la puerta y nos dejaban ir a las chicas, porque era un lugar familiar. Ahí vino Cacho a tocar, y así nos conocimos”, recuerda. Por ese entonces Tirao no tocaba la guitarra, sino el saxo tenor y el clarinete: “Y fíjese qué bien me vino el saxofón”, acota Tirao. “Después de la última internación, que fue por asma, quedé medio pachucho, y el saxofón me ayudó en los ejercicios de respiración.”
La vida personal de Tirao estuvo cruzada por la tragedia. En 1986 murió uno de sus hijos, a causa de un disparo accidental efectuado por su otra hija, Alejandra, la misma que ahora lo acompaña en voz. Desde entonces, el guitarrista se refugió en la Iglesia Evangélica. Hay un gato de este disco que lleva por título una frase tomada de la Biblia: Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. “Ultimamente repetí esta frase todos los días de mi vida, porque Cristo me fortaleció y me sigue fortaleciendo”, dice Tirao. Después de la muerte de nuestro hijo Gabriel me aferré mucho a él. Me siento no como Job, porque él perdió mucho más que yo, pero un poquito así, por todo lo que me pasó. Pero Dios me dio otras cosas: tocar la guitarra, escribir y componer, que es lo que yo amo en la vida, aparte de mi mujer”.