Lun 06.02.2006
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LITERATURA › PROBLEMAS PARA EL ESCRITOR EGIPCIO

Naguib Mahfuz, un Nobel que no es profeta en su tierra

El autor, que pidió permiso a las autoridades religiosas para publicar una novela, provocó la ira de los intelectuales laicos.

Por Naji al Qanni
Desde El Cairo


Cuando aún no se ha apagado el fuego de la controversia por las caricaturas de Mahoma en el mundo árabe (ver página 16), ahora es una obra del Premio Nobel egipcio Naguib Mahfuz la que levanta la polémica en su propio país. En este caso, signo de los tiempos que corren, a Mahfuz lo atacan no por resistirse a la censura y plantar cara al islamismo sino precisamente por plegarse a él. La novela más famosa de Mahfuz, Hijos de nuestro barrio, la que le valió reconocimiento mundial, está prohibida en Egipto desde la publicación en 1959 de varios fragmentos por entregas en un diario egipcio. La Universidad de Al Azhar, la más alta autoridad del Islam suní, consideró entonces su contenido “blasfemo” hacia Alá y sus profetas y prohibió la novela, que tuvo que publicarse en la liberal Beirut unos años después.

Aunque Mahfuz ganó luego el Premio Nobel (en 1988), algunos tienen la memoria muy larga, y en octubre de 1994 un extremista islámico intentó matarlo. Más tarde declaró ante los tribunales que quería vengarse por las blasfemias de una novela que probablemente nunca había leído. El escritor, ahora con 94 años, quiere publicarla nuevamente, y para ello ha pedido el aval de Al Azhar, y no sólo del gobierno, como podría haber hecho. Esta actitud de Mahfuz ha despertado la ira de los intelectuales laicos, que consideran que pedir la aprobación de los censores de Al Azhar para significa aceptar su autoridad en la cultura. Pero lo que más sorprendió fue que Mahfuz llegó a solicitar que un notorio islamista, Ahmed Kamal Abu el Magued, le escriba el prefacio de la obra para “lavarla” de cualquier contenido sospechoso. Abu el Magued defiende en su prefacio la novela porque –asegura– no contiene ataques, ni siquiera velados, contra la religión, Alá ni los profetas del Islam.

Varios intelectuales han lanzado una campaña contra lo que consideran excesiva intromisión de las instancias religiosas en la cultura egipcia. “Rechazo tajantemente toda intervención de Al Azhar en este asunto, porque darles tal derecho sería como admitir que Al Azhar todavía puede desempeñar el papel de censor de publicaciones, lo que me parece inadmisible”, dijo Ibrahim al Moalem, cuya Editorial Casa de Oriente es la única responsable de la publicación de las obras de Mahfuz. Otros intelectuales han formado un “frente” para presionar al anciano Mahfuz –que vive, sordo y ciego, recluido en su domicilio– para que retire su petición a Al Azhar en nombre de la libertad de expresión y de opinión. “Si yo fuera al Moalem, no dudaría ni un segundo; publicaría la novela sin esperar ninguna aprobación de Al Azhar”, ha dicho el escritor Gamal Ghitani, mientras que su colega Farida al Naqash no duda en criticar a Mahfuz porque “su petición a Al Azhar ha hecho retroceder la libertad de expresión varios años atrás”. Magdi al Daqaq, editor de la publicación Al Hilal, se mostró más conciliatorio, pues rechazó que Al Azhar pueda imponer su criterio en las artes y las letras, pero al mismo tiempo consideró que la maniobra de Mahfuz ha sido “sensata y realista”.

Otros novelistas más jóvenes, como Alaa al Aswani, en El Edificio Yacubian, se atreven con temas como la homosexualidad, la tortura y la corrupción en términos que Mahfuz nunca utilizó. Al Aswani se gana la vida como dentista y ni siquiera sueña con cerrar su consultorio. La literatura no le da para vivir.

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