LITERATURA › ANTONIO SKARMETA GANO EL IV PREMIO IBEROAMERICANO DE NARRATIVA PLANETA CASAMERICA
El escritor chileno fue distinguido gracias a Los días del arcoiris, novela de “épica pacifista” ambientada en la antesala del plebiscito de 1988, cuyo resultado, el triunfo del “No”, marcó el epílogo de la dictadura de Augusto Pinochet.
› Por Silvina Friera
Desde Santiago
En el edificio de la Biblioteca Nacional de Santiago los periodistas contemplaban con los ojos bien abiertos las puertas rotundas, los impactantes pasamanos de hierro y bronce, el lustre distinguido de las lámparas, los detalles de la madera, que consiguieron robar más de un epíteto laudatorio, los pisos de mármol humillados por los mundanos y viles calzados de los invitados a la esperada ceremonia. El escritor chileno Antonio Skármeta ganó el IV Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta Casamérica con Los días del arcoiris, novela de “épica pacifista” ambientada en la antesala del plebiscito de 1988, cuyo resultado, el triunfo del No, escribió la primera página del epílogo de la dictadura de Augusto Pinochet. La sonrisa de Skármeta flirteaba con sus mejillas, como si no pudiera dejar de coquetear y celebrar la buena nueva, mientras caminaba hacia el estrado en busca de un nuevo galardón en su aquilatada rutina de sumar títulos y condecoraciones varias. “Es una novela hecha de dicha y quebranto, ‘los dos materiales que forman mi canto’. La combinación de estos factores hace que produzca emociones de dos clases: creo que habrá sonrisas y puede que se les oprima un poco el corazón”, anticipó el escritor, después de parafrasear los versos de la legendaria Violeta Parra.
Más allá de la frontera chilena, Los días del arcoiris refleja los “momentos de agitación y movimientos dramáticos de liberación en muchos países del mundo donde los pueblos luchan para cambiar estructuras y derrocar tiranos”, dijo el escritor chileno, que concursó bajo el seudónimo Cosme Catiboratos, el criado supersticioso y glotón de una comedia de Pedro Calderón de la Barca, La dama duende. En una rueda de prensa con periodistas de Latinoamérica y España, en la que estuvo presente el jurado –integrado por Angela Becerra, Guillermo Martínez y Alvaro Pombo, además de la directora general de la Casa de América, Inma Turbau, y el director editorial de Planeta Argentina, Alberto Díaz–, Skármeta aseguró que sus novelas surgen de experiencias profundamente arraigadas en su intimidad. Uno de los personajes principales, el profesor de filosofía que tiene un hijo llamado Nico –por la Etica a Nicómaco, de Aristóteles–, está inspirado en el fallecido actor chileno Roberto Parada, intérprete de Pablo Neruda en el film Ardiente paciencia, que dirigió el propio Skármeta. Parada siguió actuando con una fortaleza descomunal tras enterarse de que su hijo, militante del Partido Comunista, había sido brutalmente torturado y asesinado por los represores, en 1985. La novela es un tributo a la rebeldía de los “pingüinos” –como se conoce en Chile a los estudiantes de secundaria–, que salieron a las calles “arriesgándose en la lucha por las libertades”. La figura de los “pingüinos” tiene tanto magnetismo que el escritor se imaginó una portada en la que aparece un “pingüino” con una remera con la cara de Shakespeare, el escritor faro del chileno. Uno de los narradores es Nico, joven de 18 años que está terminando la escuela secundaria.
El fenómeno meteorológico presente en el título de la novela es fundamental para Skármeta. “El arcoiris es el símbolo de las fuerzas que enfrentaban a Pinochet, desde la derecha con temperamento democrático hasta la extrema izquierda, una coalición insólita que se juntó por el rechazo a la dictadura”, explicó el escritor chileno, descendiente de croatas, nacido en Antofagasta, en 1940, que ha ganado el premio Casa de las América en 1969, con Desnudo en el tejado, y el premio Planeta en 2003, con El baile de la victoria, por mencionar algunos de los galardones que fue cosechando este autor de expresión bonachona con fama de buen amigo. Entre los jóvenes que participaron de esa “insólita” coalición estuvo el actual presidente chileno, Sebastián Piñera, “aun siendo de derechas”, aclaró Skármeta, quien militó en el Movimiento de Acción Popular y Unitaria (MAPU) en los años del gobierno de Salvador Allende. Como cientos de escritores e intelectuales chilenos, el flamante ganador del Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta Casamérica se exilió después del golpe de 1973. Primero rumbeó hacia Buenos Aires –ciudad “familiar” en la que vivió entre 1949 y 1951– y luego se instaló en Alemania.
“Aunque Chile puede ahora congratularse de haber alcanzado pacíficamente una democracia que costó mucho esfuerzo e incluso muchas vidas, llegar no significa el fin del camino”, subrayó el escritor, quien ilustró esta idea con unos versos de Walt Whitman. “Esta mañana antes del alba subí a una colina para mirar el cielo poblado, y le dije a mi alma ¿cuando abarquemos esos mundos estaremos al fin satisfechos? Y mi alma me dijo no. Una vez alcanzados, proseguiremos el camino”, recitó Skármeta. Un miembro del jurado, Alvaro Pombo, complicó el panorama cuando comentó algunas impresiones sobre Los días del arcoiris. “Es una novela de la reconciliación, y en ese sentido me ha chocado –reconoció–. Claramente política y psicoanalítica, analiza el sistema anímico de un pueblo que después de 15 años de dictadura se encuentra 15 minutos con el dictador.” Si la palabra “reconciliación”, dicha a la ligera, provocó cierto escozor en algunos oídos, la cuestión se empantanó más aún cuando Pombo agregó que el tono de esa ficción es “muy franquista”. “En 1988 había una especie de reconciliación en marcha. Se parece a lo que pasó con Franco, que murió siendo amado.”
–¿Podría explicar qué significa la palabra reconciliación para usted? –preguntó Página/12 a Skármeta.
–La reconciliación es la sustancia de la novela. La reconciliación sobre la base de la verdad y la justicia es deseable, pero los procesos históricos no son puros; las sociedades se comportan de manera pragmática. Se consiguen logros y claudicaciones indeseables...
Skármeta eligió un ejemplo para ilustrar las tensiones de esa reconciliación y el modo ambiguo y atípico en que se comportan las sociedades. “Estoy hablando más largo que tren de carga”, bromeó el escritor, remedando en una expresión porteña que habrá escuchado en la Buenos Aires de fines de los años ’40. La Comisión Re-ttig (Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación) fue creada en 1990 por el entonces presidente chileno Patricio Aylwin, un presidente “débil” porque Pinochet seguía siendo el hombre fuerte del país. “Los primeros años la democracia chilena caminaba como pisando huevos”, resumió el escritor. La comisión investigó las violaciones a los derechos humanos y cuando entregó el informe se probaron las “barbaridades” cometidas durante la dictadura. “Aylwin habló por televisión, se emocionó profundamente, lloró y dijo: ‘Se hará justicia en la medida de lo posible’. Podría ser otro título de la novela, la medida de lo posible. La historia avanza con imperfecciones; hay que seguir activo, a pesar de las imperfecciones.”
En el norte de las ficciones de Skármeta hay una “épica minimalista”. “Mis personajes son seres pequeñitos, no son los protagonistas de la historia, pero la enfrentan con dignidad.” Cabeceó un poco, como si evaluara la conveniencia de lo que estaba por declarar. “No quiero sonar patético ni exagerado, pero la libertad no te la regala nadie. Los hechos no desaparecen, una generación no supera a la otra en los grandes temas que quedan pendientes. Somos lo que hacemos y lo que seremos es a partir de lo que hemos sido.”
El escritor chileno recordó que vivió desde su exilio en Alemania los momentos de agitación social que desembocaron en el referéndum en el que la mayoría de los chilenos le dijeron “No a Pinochet”. “Estaba con la oreja pegada a la radio, siguiendo el plebiscito. Todo era muy contradictorio; pasaba del entusiasmo a la desazón más amarga. Me fui a dormir, pero mi esposa me despertó a los gritos”, repasó esa escena imborrable.
—¡Ganamos, ganamos, nos volvemos a Chile! –festejó la mujer del escritor.
Como dijo Shakespeare y repitió Skármeta: “Está bien todo lo que termina bien”.
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