LITERATURA › ENTREVISTA AL AUTOR MEXICANO ANTONIO MALPICA, GANADOR DEL PREMIO NORMA
En Margot. La pequeña, pequeña historia de una casa en Alfa Centauri, el escritor narra sin golpes bajos la historia de una niña que vive cerca de un basural y que tiene misiones como superheroína. “No quería la idea típica del cuento de hadas”, explica.
› Por Karina Micheletto
Si existiese en las librerías una subcategoría dentro de la literatura infantil y juvenil, algún cartel que indicase: “aquí están los libros que fueron pensados para los chicos, pero atención, los grandes también pueden quedar atrapados”, pues allí debería ubicarse esta novela con la que el mexicano Antonio Malpica resultó ganador del Premio Norma. Margot. La pequeña, pequeña historia de una casa en Alfa Centauri es uno de esos textos cuya solapa marca “a partir de los 9 años” y, sin embargo, la indicación no parece del todo adecuada al comprobar su eficacia entre lectores de todas las edades. La historia es la de una niña como tantas, con su muñeco favorito, su fascinación por las películas, sus ganas de salir de casa sin andar avisando adónde va. Solo que algunos detalles la hacen especial: sus misiones como superheroína, por empezar. Y también su casa en un barrio muy cercano a un basural, su padre que sobrevive juntando cosas en ese basural, la pobreza compartida por sus vecinos. Detalles narrados por Malpica sin golpes bajos, que pintan con naturalidad un contexto cotidiano, como tantos. Sobre esta niña, y sobre los niños y niñas que leen su historia, dialogó con Página/12 el escritor mexicano, de quien Norma acaba de publicar en la Argentina otra de sus novelas para chicos, Una historia (más) de princesas.
–Pues, creo que ésta es una de esas raras novelas de personaje, tanto que no podría decir exactamente que me propuse una estructura para crear un relato, en el sentido más tradicional, con un planteo, un desarrollo y demás. No, lo que hice fue intentar plasmar un personaje, con todo lo que le rodeaba, y a partir de allí casi diría que la novela se escribió sola. De hecho, la primera parte es pura presentación de Margot y su entorno. Recién cuando recibe su misión más importante como superheroína, podemos seguir una estructura. Antes, lo único que hice fue imaginarme a Margot: una niña que vive en un entorno muy hostil, precario, difícil, pero que al mismo tiempo fuera muy fuerte, y que tuviera esta capacidad de ser feliz a su modo, sin la típica idea del cuento de hadas, donde todo tiene que ser maravilloso y hay un vuelco de timón en el final para alcanzar la felicidad. Lo que hace Margot es asumir su posición y tirar para adelante.
–Debo confesar que no lo planeé exactamente así, no sabía en qué iba a terminar esta historia. por eso digo que ésta es una de esas raras novelas de personajes, donde dejas que los personajes te conduzcan. Fue lo que hizo Margot: ella quedó tan presentada, tan sólida, que dictó ese final, y yo mismo quedé muy sorprendido. Justo por eso es un personaje que siento cada vez menos mío: lo eché al mundo, pero se echó a volar y claro, eso es lo mejor que te puede pasar como autor.
–Los niños, sobre todo, la han adoptado como propia y eso me da mucha satisfacción. Aunque está emplazada en un entorno muy mexicano, es un personaje muy universal, no sólo porque pobreza hay en todos lados, sino porque sin querer tomó una forma con la que cualquier niño puede identificarse. Así es como Margot anda por ahí, conquistando corazones por el mundo.
–No exactamente. Claro que si utilizas ciertas fórmulas, un protagonista de cierta edad, por ejemplo, es más fácil que los niños de esa edad hagan conexión con el personaje. Pero trato de no meterme en la cabeza edades a la hora de escribir, no quisiera encasillar el texto. Lo que hago es simplemente escribir sin mucha solemnidad, dejar que el texto fluya, trato de ser accesible para los chicos a los que finalmente va dirigido, pero sin por eso quitar sustancia a la historia y a los personajes. Por lo demás, soy incapaz de encasillar, eso lo dejo para otros. He visto que leen Margot niños de su edad, unos 8 años, y no se pierden, también les llega. Pero funciona más para chicos más grandes, porque no es un texto tan fácil, tiene mensajes ocultos, no está todo dicho. Y también los adultos me hacen devoluciones muy lindas. En fin, todo es por obra de Margot (risas).
–Me lancé a esta aventura de la literatura infantil y juvenil nada más que porque me hace sentir muy bien y la sentí una forma muy honesta de expresarme. Nunca he hecho un análisis muy sesudo de cuáles son los elementos que tienes que involucrar para que un niño o un joven funcionen en la página. Aunque suene a cliché, lo que hago es permitir que el niño interno que todavía habita en mí se exprese, tratando de privilegiar el sentido del juego cuando estoy creando, de divertirme. En general eso me ha funcionado, sin que tenga que consultar niños para tratar de que adquieran forma, y esas cosas.
–Sí, porque son temas muy dolorosos, y a la vez realidades concretas de las que uno siente que vale la pena hablar. Finalmente, si uno no los hace hablar, nunca van a tomar la pluma, somos nosotros los autores los que por persona interpuesta tenemos que hacerlos hablar, con los riesgos que esto conlleva: te documentas, tratas de visitar los contextos, pero nunca va a ser lo mismo que padecerlos. Haces lo mejor que puedes, pero es una gran responsabilidad no falsear ese entorno que afortunadamente no te tocó a ti vivir.
–Mis libros, y los demás libros dirigidos a los niños, tienen que vencer muchas barreras: no sólo el filtro de los padres o los maestros, los que deciden qué les llega a los niños a sus manos, sino también el del entretenimiento al que están más acostumbrados. El perfil del lector niño es muy complejo. Lo que sí puedo decir es que, cuando rompes esas barreras, los niños lo disfrutan. Ni siquiera sé a ciencia cierta si captan todos los mensajes, pero sí que les gusta y pueden reflexionar sobre lo que han leído. Eso es importante sobre todo hablando de los niños más privilegiados, que pueden hacer un espejo con la vida de Margot y atender que hay otros mundos, y que vale la pena prestarles atención. En el mejor de los casos, les va a tocar a ellos construir un mundo mejor, en el que puedan dejar de existir esas diferencias entre los niños que lo habitan.
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