Dom 09.06.2013
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LITERATURA › MIGUEL PRENZ HABLA DE SU SEGUNDO LIBRO, LA MISA DEL DIABLO

Ritual de un infierno demasiado grande

Aunque el propio autor lo presenta como “la crónica de un fracaso”, se torna adictivo el relato del crimen de un chico de 12 años en Mercedes, Corrientes, a manos de una secta satánica que sería financiada por un empresario y candidato a intendente.

› Por Silvina Friera

“¿Qué mierda pasa que hay tanto ruido un domingo a la mañana?”, se queja una mujer, recién levantada. Un perro mordisquea un bulto en el suelo. “Debe ser una gallina muerta, de las que tira seguido la vecina”, piensa. Camina hacia el bulto, decide sacarse la duda. Lo que tiene antes sus ojos es el principio sin fin del horror: el cadáver decapitado de un chico de 12 años, Ramón González. Ese 8 de octubre de 2006, la madre de “Ramoncito” –“el gurí flaquito y morochito que tenía un ojito izquierdo defectuoso y andaba siempre solito por la terminal, vendiendo estampitas”– no pudo reconocer el cuerpo, pero asumió que se trataba de su hijo mayor, al que había buscado durante el último día y medio. Dos años después del crimen, Miguel Prenz, “el periodista de Buenos Aires”, llegó a Mercedes, una ciudad ubicada en el corazón de Corrientes a la que los 40 mil habitantes llaman “pueblo”, para investigar un crimen ritual cuya compleja trama –-en la que se enredan el narcotráfico, la trata de personas, la prostitución infantil, las extremas desigualdades sociales y un empresario y candidato a intendente que sería el principal “financista” de una secta satánica– amplifica el eco de un arcaico refrán. Hay pueblos chicos con infiernos demasiado grandes. La misa del diablo, publicada por Tusquets, es “la crónica de un fracaso”. La definición que repite Prenz se la debe a un amigo que lo iluminó en medio de la imposibilidad de “descubrir lo que había pasado”.

“Hice unos seis viajes, estuve casi dos meses netos en Mercedes. De los primeros dos viajes volví con mucha información –recuerda el periodista en la entrevista con Página/12–. Luego no encontraba nada. Hasta que un amigo me iluminó y me dijo: ‘Es la crónica de un fracaso; vas a fracasar en tu investigación porque fracasaron la investigación judicial y el sistema’. Esto me dejó en claro que iba a laburar con una historia con muchos baches, con zonas grises y contradicciones. Y me parecía interesante remarcar que hay cosas que no cierran. ¿Qué hago? ¿Trato de achatar todo a lo que puedo verificar o laburo sobre esas zonas grises y las potencio como parte de la historia?” José Miceli, fundador y director del Gabinete de Investigaciones Antropológicas de Corrientes, aclara que el homicidio de “Ramoncito” fue “un crimen ritual mágico-religioso de culto, realizado en carácter de ofrenda”. Aunque la secta no tenía un nombre definido, se regía por “una cosmovisión que mezclaba satanismo y magia negra, cultos afrobrasileños y creencias populares correntinas, como el Señor de la Muerte”.

Con esta crónica extraordinariamente adictiva, a veces el lector deberá poner la pausa, especialmente en los capítulos en los que habla “Ramonita”, una amiga del chico asesinado que contó detalles que enfrentan con las zonas más siniestras del ser humano. El testimonio de Ramonita fue clave en la detención y posterior juicio y condena de varios integrantes de las secta. “Ramoncito estaba sentado en un sillón marrón. Estaba medio boludo y se reía. Le acostaron en una mesa, le sacaron el pantalón, rezaron una alabanza de veneración, le abrieron las piernas y en cada una le pusieron un cosito que parecía una regla azul. Después le inyectaron una inyección en sus partes de abajo, en los testículos; para que no sienta dolor se suponía que era eso”, cuenta “Ramonita”. “Dani le dio a Ramoncito un vuelo fuerte, rápido, pero no le desprendió del todo la cabeza. No sé si Ramoncito ya estaba muerto, pero ya no hablaba. Le sacaron la cabeza y la pusieron arriba de la hostia negra. El cuerpo quedó saltando. Salía mucha sangre”, revela la chica en otro tramo de su declaración.

Prenz nació en Bahía Blanca, en 1979. Es autor de El heredero del General (2011), una crónica sobre el destino de los bienes de Juan Domingo Perón, y docente en la escuela de periodismo TEA. “Cuando pude llegar a ‘Ramonita’ había tomado la decisión de no llegar a ella –subraya el cronista–. Una primera cuestión, no menor, es que ‘Ramonita’ está intentando rehacer su vida. Yo me involucré desde el punto de vista humano con la historia, no sólo desde lo profesional. Me parecía que era forzar un límite que no quería forzar. Llevarlo a un extremo que no era necesario. Todo lo que necesitaba saber de la historia para contarla a mi modo lo tenía; exponerla a ella una vez más era refrescarle todo lo que había vivido. Por otro lado, me planteé un desafío desde el punto de vista narrativo: construir a ‘Ramonita’ a partir de cómo hablaba, de lo que decía, y laburarlo ciento por ciento desde ahí. Leí todas sus declaraciones y escuché las grabaciones para darle forma a la voz de ‘Ramonita’. Las declaraciones me permitieron construir el personaje con sus particularidades, con sus contradicciones, con lo que dice y lo que calla. Si es todo ciento por ciento verdad, es infinitamente cruel. Si hay cosas imaginadas o creadas por ella, también es cruel. Por lo que fuera, siempre estamos en un nivel de violencia y crueldad terribles. Y si hay partes creadas por ella nos empuja a pensar en otros términos: ¿qué le hicieron a esa chica para que pueda imaginar algo así? La de ‘Ramonita’ es la fuente que más me impactó por las capas que había para analizar y que pueden seguir apareciendo.”

Entre los múltiples desafíos que implicó escribir esta crónica, “la anatomía de un crimen ritual”, como se subtitula el libro, Prenz se preguntó cómo plantear la crueldad de algunos personajes, más allá de lo evidente y obvio. “Traté de no cargarme de prejuicios y dejarme atravesar por la historia. ¿De dónde viene esto o hasta dónde se puede remontar? En la época de las misiones jesuíticas ya aparece la crueldad. La religiosidad de ese lugar, el catolicismo, la magia guaraní, los cultos africanos, todas coincidían en cuanto a la veneración de los muertos y a la idea de sacrificio. La religión plantea este vínculo con el más allá, pero al mismo tiempo ese más allá lo tenemos que tener más acá. ¿Y más acá qué es? Y... es un tipo en una cruz, es un dedo de un pibe que es un amuleto...”

–¿Qué hace que una persona esté disponible para entrar en la lógica de una secta?

–En el libro hay una cita de una antropóloga, Martha Blache, que habla sobre este tema. En definitiva, cualquier persona, crea en lo que crea, está buscando seguridad. Y la religión se la da. No creo que sea sólo gente vulnerable la que cae en una secta. Para nada. El tipo multimillonario necesita seguridad, otro tipo de seguridad, y también está disponible. Lo que sí tiene el perfil de persona que puede llegar a dirigir un grupo así es que maneja los hilos. Quiere adquirir seguridad, pero a su vez tiene poder terrenal para someter a otros. La lógica es que el que puede, somete. No importa si es rico, de clase media o pobre. Si puede, somete...

–Tanto el libro como el crimen de “Ramoncito” tienen un final abierto, ¿no?

–Graham Greene decía que las buenas historias no tienen principio ni final. Vos te subís al tren cuando el tren viene andando. Podés contar lo que reconstruís en ese tramo. Pero cuando te bajás del tren, el tren sigue. Es una historia sin final. Y que no cerrara me encantó desde el punto de vista narrativo. El final abierto era inmejorable. Si en A sangre fría tenés el final súper cerrado entre comillas, acá es todo lo contrario: no cierra nada. Dentro de veinte años revisan la causa y encuentran algo más. Nunca fui a buscar algo cierto de donde agarrarme. Mi mirada es: voy, escucho, veo y te cuento. Las cosas no cierran nunca. Siempre quedan puertas por abrir.

* La misa del diablo se presentará el miércoles 12 de junio a las 19 en Fedro Libros, Carlos Calvo 578.

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