Lun 24.06.2013
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LITERATURA › MAñANA EMPIEZA EL V FESTIVAL LATINOAMERICANO DE POESíA EN EL CENTRO

“Hay una necesidad profunda de revisar nuestra historia común”

El encuentro en el C.C. de la Cooperación contará con la participación de más de 30 poetas de Chile, Colombia, Brasil, México, Costa Rica, Ecuador, Italia y Argentina. En la apertura, Cristina Banegas recitará poemas de Hoy, el último libro de Juan Gelman.

› Por Silvina Friera

”Bebe ahora el milagro del Otro en lo múltiple.” Un verso de Francisco Madariaga (1927-2000) enciende la chispa de la diversidad y abona el terreno para el derroche de lecturas y reflexiones durante cinco días. El V Festival Latinoamericano de Poesía en el Centro, que empieza mañana y se extenderá hasta el próximo sábado, contará con la participación de más de 30 poetas de Chile, Colombia, Brasil, México, Costa Rica, Ecuador, Italia y Argentina. Como si la consigna fuera redoblar la apuesta año tras año, la apertura de esta edición en el Centro Cultural de la Cooperación –organizador del festival junto al espacio literario Juan L. Ortiz– será para alquilar balcones. Cristina Banegas recitará poemas de Hoy, el último libro de Juan Gelman, Teresa Parodi ofrecerá un recital de música latinoamericana. También se presentarán los poetas internacionales invitados en esta edición: Alessio Brandolini (Italia), Rodolfo Dada (Costa Rica), José Angel Leyva (México), Omar Lara (Chile), Sandra Santos (Brasil), Fredy Yezzed (Colombia) y Xavier Oquendo Troncoso (Ecuador). A esta heterogeneidad de voces y generaciones hay que sumar los poetas locales que participarán en lecturas y mesas de debate, como Noé Jitrik, Hugo Mujica, Paulina Vinderman, Martín Rodríguez, Lucio Madariaga, Eduardo Mileo y Niní Bernardello, entre otros. Para completar el menú, habrá una programación especial con espectáculos teatrales-poéticos inspirados en Idea Vilariño, Juan Carlos Onetti y Federico García Lorca (ver aparte).

Se suele afirmar que la poesía está viviendo un momento de mucha fertilidad en América latina. El colombiano Fredy Yezzed (Bogotá, 1979) coincide con el diagnóstico, pero advierte que esto sucede desde 1888, cuando Rubén Darío publicó Azul, libro que inaugura el Modernismo. “Por fin teníamos algo propio para venderle al mundo, y es ‘libertad en la poesía’. El buen momento que tenemos se lo atribuyo a que estamos en continua construcción, nuestros países no han llegado a la madurez; el latinoamericano aún está buscando, dudando, definiéndose. La diversidad se debe a que somos muchos países, si bien hablando supuestamente el mismo idioma, escribiendo una problemática diferente en un español multicultural. Es diferente el español de México al español de Paraguay, y estos al español de Chile. Tenemos muchos idiomas españoles y tenemos muchos problemas: mientras haya estos matices de idioma habrá riqueza lingüística y poética; y mientras haya problemas, siempre habrá una excusa para intentar reparar el mundo, tanto el exterior como el interior”, dice el autor de La sal de la locura, su primer libro de poesía que obtuvo el Premio Nacional de Poesía Macedonio Fernández 2010, en Argentina.

Al margen del mercado

“El esplendor lírico de la región, opina el mexicano José Angel Leyva (Durango, 1958), comenzó cuando Darío envió sus naves poéticas de regreso al Viejo Continente. América latina no es un país sino un conjunto de naciones donde se habla el español como lengua común, y el portugués, claro, pero diversos países de esta comunidad iberoamericana poseen decenas de lenguas nativas en procesos de re conocimiento, de visibilidad. Poseemos procesos históricos muy distintos, culturas muy heterogéneas, incluso dentro de un mismo país. México, por ejemplo, es muchos Méxicos. Somos una región del mundo habitada por más de 400 millones de habitantes, pluricultural, pluriétnica, multilingüe. Poco a poco Latinoamérica pierde su noción periférica para dignificar su importancia cultural ante el mundo. Hemos tenido movimientos de vanguardia propios, búsquedas, tradiciones, figuras literarias y poéticas capitales, y muchos premios Nobel no reconocidos, y más allá de un boom editorial, el enorme deseo y la necesidad de descubrirnos en la diversidad, en el otro, en el nosotros”, postula el autor de Cátulo en el destierro y El espinazo del diablo. A pesar de este panorama alentador, ¿se ha logrado achicar la distancia que hay entre los libros y los lectores? ¿Los libros de poesía circulan mejor ahora o todavía falta trabajar mucho para llegar a más lectores que no sean sólo los propios poetas? “La poesía se mantiene al margen del mercado y eso no importa, pero bien harían los gobiernos en impulsar su lectura desde las políticas culturales y de fomento a la lectura –aconseja Leyva–. Pero si no, allí están los propios poetas para hacerla circular.”

Paulina Vinderman (Buenos Aires, 1944) plantea que el auge de la poesía latinoamericana responde “a una necesidad muy profunda de revisar nuestra historia común, nuestros avatares de lenguaje y preguntarnos sobre nuestro destino”. “Cuando eso sucede, cuando la mirada se dirige hacia atrás, hacia el origen, entramos en el territorio de la poesía: un buceo en el lenguaje, la sangre del idioma, para comprender; un interrogante infinito, un anhelo.” La autora de La epigrafista, Bote negro y Hospital de veteranos, entre otros títulos, afirma que la pluralidad de voces es “un signo de riqueza, de vivacidad”. “La poesía hecha de voces, no de ismos –agrega la poeta–. Aunque no se puede hablar de originalidad, que de veras no existe en arte, sí se puede nombrar la deseable autenticidad.” El chileno Omar Lara no cree que se trate de un momento especial, mejor o más pródigo que otros. “Las circunstancias nos hacen sentir la poesía como un espacio de refugio o de emplazamiento. Es bueno para la poesía, no es bueno para el mundo”, dice el creador de la revista Trilce, autor de Argumento del día, Oh, buenas maneras, Papeles de Harek Ayun y Prohibido asomarse al interior, entre otros poemarios.

Genealogías afectivas

No sólo de lecturas se nutre un festival de poesía. Como viene sucediendo desde 2009, cuando arrancó la primera edición, se realizarán mesas de debates sobre temas que, por más que parezcan muy transitados y trillados, habilitan un margen de maniobra más amplio de lo que aparenta a simple vista. Uno de esos tópicos es “la gratitud de la influencia o sobre cómo los poetas arman sus genealogías”. Vinderman cuenta que hay dos clases de influencia: la puramente literaria –“ese dibujo que hace el estilo”– y la afectiva, asociada al estímulo que la presencia de ciertos poetas ejerce sobre la vida de cada poeta. “En mi caso, Raúl Gustavo Aguirre, Edgar Bayley y Joaquín Giannuzzi, fueron ejemplos conmovedores de compromiso con la poesía, y me marcaron para siempre”, ratifica la poeta. “Las influencias literarias son más difíciles de desentrañar; todo lo leído, lo vivido, lo soñado, se vuelca sobre la mesa de trabajo. Y, como dijo Braque, ‘en arte sólo es válido un argumento, el que no puede explicarse’. Sí puedo decir que encuentro en mis poemas cierta influencia del ‘había una vez’, esos cuentos crueles y maravillosos de la infancia. Una vez dije que busco un encantamiento para un mundo desencantado. Las conversaciones con los autores preferidos van y vienen pero hay algunos diálogos que jamás se interrumpen: con los poetas del Siglo de Oro español, con Shakespeare, con Emily Dickinson, con Pessoa, con Wallace Stevens, con Milosz.”

Larga es la lista de lecturas fundamentales en el itinerario vital de Leyva. “Soy hijo y nieto de maestros de primaria, así que mis lecturas iniciales fueron los poetas mexicanos como Ramón López Velarde, Amado Nervo, Juan de Dios Peza, Sor Juana Inés de la Cruz, y más tarde José Juan Tablada, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Octavio Paz, José Carlos Becerra, Rosario Castellanos y Jaime Sabines, por citar algunos. José Martí, Darío, Neruda, Mistral, estuvieron también en mi niñez. En mi adolescencia, cuando inicié la escritura de versos: Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, Oliverio Girondo; Olga Orozco, Roberto Juarroz y Juan Gelman vendrían después, pero han dejado marcas más profundas. Sin duda Vicente Huidobro, Vallejo, Nicolás Guillén. En México leímos mucho también a los poetas españoles del exilio, como León Felipe, Luis Cernuda y Pedro Garfias. Mi formación no concluye y sigo sorprendiéndome con poetas como Antonio Cisneros, Ferreira Gullar, Juan Gelman, Jorge Boccanera, Juan Manuel Roca, Francisco Hernández, Eduardo Lizalde, Alvaro Mutis, Rojas Herazo, Sánchez Peláez, José Watanabe, Gonzalo Rojas, Jaime Jaramillo Escobar, Rafael Cadenas, Lêdo Ivo, Alfredo Fressia, Víctor Rodríguez Núñez, Javier Sicilia, por mencionar los que se me vienen a la cabeza.”

Mentiras que dicen la verdad

Las experiencias poéticas en otros lenguajes será otro de los tópicos para debatir. Yezzed se encargará de la poesía en el lenguaje filosófico. “Me lo plantearon a raíz de la experiencia que viví en la escritura del libro de poesía El diario inédito del filósofo vienés Ludwig Wittgenstein. Este pensador en la vida real, durante la Primera Guerra Mundial, cae prisionero en Italia y es llevado a campos de concentración, donde durante nueve meses medita el Tractatus logico-philosophicus, obra que pretende hallar los límites de la expresión del pensamiento tomando como estudio central el lenguaje. En ese sentido, Wittgenstein me habla a mí de poesía, pues trabaja con los problemas con los que se enfrenta el poeta. Siempre leí metonímicamente en ese libro poesía en lugar de filosofía. Yo entendí, entonces, lo siguiente: “El yo entra en la poesía por el hecho de que el mundo es mi mundo”.

¿Se puede hablar hoy de vanguardia poética latinoamericana? “Vanguardia es una palabra delicada y de mucha discusión –subraya Yezzed–. Si te refieres a ‘vanguardia’ como sinónimo de ‘progreso’ creo que no la hay, pues la literatura latinoamericana, justamente, después de Rubén Darío siempre ha sido algo nuevo y renovador; y la poesía como la materia cambia de estado, pero en esencia es la misma. Ahora, si te refieres a movimientos vanguardistas como el surrealismo, el creacionismo, el ultraísmo, creo que no los hay y me parece descontextualizado llamarse surrealista casi cien años después del manifiesto surrealista. Eso sería, más bien, por su mismo peso, ser antivanguardista. Sé que hay poetas que se hacen llamar surrealistas hoy en día y discuten y proponen variantes del mismo. Creo que Breton sería el primero en echarlos de la iglesia, pues ya no serían surrealistas de médula”. El poeta colombiano, no obstante, destaca que las vanguardias “nos dieron intensidad en la expresión, rompieron los límites de la imaginación y nos legaron la rebeldía de la palabra”. “Eso sí hay que leerlo, interiorizarlo y tratar de emularlo. Después de las vanguardias todo, como en el sexo, es posible. Deseo con una humilde fe que lo que escribo exista en esa dirección: sabiendo que la poesía es una mentira que dice la verdad. Si existe una vanguardia hoy debe ser la de cada poeta, la de cada libro de poesía, la de cada poema. En esa vanguardia creo yo y quisiera afiliarme.”

“El silencio se trabaja en la poesía misma o en el proceso más complejo o ambiguo que se da en torno del proceso creativo –explica Lara–. Las pausas, la puntuación, la respiración, marcan las notas del silencio en el poema. Pero está el silencio previo al poema y el silencio pos-poema, el momento-silencio decisivo que te dice que has estado en un poema o no. Se dice que el silencio en el poema es tan importante como en la música y así es, sin duda.” Lara cerrará el V Festival Latinoamericano de Poesía en la Casa Nacional del Bicentenario, el sábado 29. “Esto de cerrar el festival se me dio de sorpresa. Todavía tienen tiempo para recapacitar. No soy quién para clausurar ni para inaugurar nada. Al margen de esto, el único mérito que me atribuyo es el empecinamiento para insistir y permanecer en este ejercicio dulce y malvado.”

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