LITERATURA › RICHARD MATHESON (1926-2013), UN ESCRITOR EXCEPCIONAL
Autor fecundo de cuentos, novelas y guiones de cine y televisión durante más de cinco décadas, el autor de relatos clásicos de la ciencia-ficción y de terror, como Soy leyenda, fue una influencia determinante tanto en Stephen King como en Steven Spielberg.
› Por Pablo Monteagudo
Fue, qué duda cabe, uno de los grandes autores de ciencia-ficción y terror de la literatura estadounidense, celebrado tanto por Ray Bradbury como por Stephen King, que siempre lo consideró su mayor influencia. Y Hollywood tampoco hubiera sido el mismo si Richard Matheson –fallecido a los 87 años en su residencia de California el domingo pasado, según una información que su propia familia difundió tardíamente por Facebook– no hubiera puesto a disposición del cine y la televisión su imaginación, tan prolífica como desbordante. Basta mencionar las distintas versiones (oficiales y oficiosas) de su novela fundante Soy leyenda, la adaptación que él mismo hizo para el cine de otra de sus grandes novelas, El increíble hombre menguante, o el modélico guión de Reto a muerte (1971), con el que debutó en el largometraje Steven Spielberg, para tener una idea del impacto que provocaron las creaciones de Matheson en la cultura popular de posguerra. Eso sin mencionar a algunos de los mejores episodios de la mítica serie de TV La dimensión desconocida, que son de su autoría.
Nacido el 20 de febrero de 1926 en Nueva Jersey, de padres noruegos, Matheson se crió en Brooklyn, Nueva York, donde se graduó en una escuela técnica. Pero cuenta la leyenda que una temprana exposición al Drácula (1931), de Tod Browning, sobre la novela de Bram Stoker, disparó su fascinanción por el género fantástico, al punto que varios de sus textos más famosos habrían germinado en su adolescencia, mucho antes de tener su versión final en imprenta.
El primer relato de Matheson publicado profesionalmente, “Nacido de hombre y mujer” (en The Magazine of Fantasy and Science Fiction, 1950), no se parecía a nada que se hubiera leído antes, ni en una revista de ciencia-ficción ni en ninguna otra parte. A ese cuento escrito en un idioma fracturado, que reproducía la voz interior de un niño recluido por sus padres, le siguieron, en 1951, “El vestido de seda blanca” e “Hijo de sangre”. Con esta trilogía de cuentos sobre el tema del niño monstruoso, escritos de manera directa y sin concesiones, Matheson revolucionó totalmente el género de terror (género que, exceptuando a Robert Bloch y algunos trabajos ocasionales de Ray Bradbury y Theodore Sturgeon, se hallaba en una franca decadencia desde la muerte de H.P. Lovecraft en 1937).
En palabras de Stephen King: “El solo se bastó para regenerar un género estancado, rechazando las convenciones de los pulps que ya estaban moribundas e incorporando a sus obras impulsos e imágenes sexuales de la misma manera que Theodore Sturgeon había empezado a hacer en la ciencia-ficción, y escribiendo una serie de historias cortas y estruendosas que fueron como fogonazos de una tormenta eléctrica”. Para la misma época, relatos como “El tercero a partir del sol”, “Desaparición” y “El último día” lo situaron en muy poco tiempo junto a los escritores de ciencia-ficción más importantes del momento.
La habilidad de Matheson para renovar géneros y convenciones se manifestó especialmente en su novela Soy leyenda (1954), que narraba las desventuras de Robert Neville, único sobreviviente de un planeta Tierra en el que todos los demás habitantes se habían convertido en vampiros. Aquí el autor fusionó de forma verdaderamente original dos subgéneros muy manidos: el terror con vampiros y la ciencia-ficción apocalíptica, logrando al mismo tiempo un devastador relato sobre la soledad y el aislamiento. Tres adaptaciones cinematográficas oficiales surgieron de este texto: Seres de las sombras (1964), con Vincent Price; La última esperanza (1971), con Charlton Heston, y Soy leyenda (2007), con Will Smith. Pero la influencia de esa novela fue tan poderosa y extensa que los primigenios zombis de George Romero –hoy abrazados indiscriminadamente por la cultura de masas– tienen una deuda indeleble con la creación de Matheson.
Su siguiente novela, El increíble hombre menguante (1956), sobre un hombre común que, producto de la radiación (el terror de la era atómica), comienza irreversiblemente a achicarse día a día, hasta desaparecer, demostró una vez más la capacidad de Matheson para que el lector se identificara con el protagonista. El propio autor hizo también la adaptación cinematográfica, dirigida por Jack Arnold en 1957 y que al día de hoy sigue siendo la mejor película hecha a partir de una de sus novelas. Todo un clásico.
Luego de este primer contacto con el cine, Matheson empezó a trabajar asiduamente en Hollywood. Empezando con La pavorosa casa Usher, entre 1960 y 1963 escribió cuatro de las ocho películas que dirigió Roger Corman basadas (muy libremente) en historias de Edgar Allan Poe. Según Corman, los guiones de Matheson eran tan buenos que utilizaba siempre el primer borrador y prácticamente nunca efectuaban cambios. Durante esos años, Matheson también trabajó incansablemente como guionista tanto en la productora británica Hammer como en series de TV como La hora de Alfred Hitchcock, Combate y Thriller. Pero su marca quedó grabada a fuego en la serie de culto La dimensión desconocida (The Twilight Zone). Al menos dos de sus 16 episodios para esta serie, “Pesadilla a 20.000 pies” y “Los invasores”, están entre lo más recordado de la televisión norteamericana.
Pese a dedicar gran parte de su tiempo al cine y la televisión, Matheson nunca descuidó su producción literaria. A mediados de los años ’60 ya era un especialista consumado en el tipo de relato corto de suspenso en el que un hombre común se ve enfrentado, en una situación cotidiana, a un peligro tan insólito como mortífero. Sus mejores relatos desarrollados en torno de esta idea son “Los hijos de Noé” (1957), “Finger Prints” (1962) y “Duelo” (1971). Este último fue adaptado (una vez más por él mismo) para un telefilm, Reto a muerte (1971), que sería el primer largometraje dirigido por Steven Spielberg, quien siempre reconoció su deuda con Matheson.
Durante los años ’70, Matheson escribió dos grandes novelas: La casa infernal (1970), generalmente citada junto a El exorcista de William Peter Blatty como la obra más importante de la literatura de terror de la década, y En algún lugar del tiempo (1975), una historia romántica de viajes en el tiempo, sin duda su novela más profunda y personal. Las versiones cinematográficas que se hicieron de ambas (dirigidas por John Hough, en 1973, y Jeannot Szwarc, en 1980, respectivamente) resultaron muy inferiores a los libros, a los que no le hicieron justicia.
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