LITERATURA › FORO DE MURALISMO Y ARTE PUBLICO, EN EL CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACION
El encuentro que se desarrollará hoy tiene entre sus objetivos debatir sobre el lugar del muralismo en la historia y su legado estético y discursivo. Pero sus organizadores van más allá y apuntan a una institucionalización de la disciplina.
› Por María Daniela Yaccar
En los ’80 acompañó el renacer de la política. En los ’90 fue un reflejo del desencanto y, en 2001, un protagonista más de la lucha. El muralismo argentino está ligado a la historia. Así lo entiende Marcelo Carpita, que tiene muchos años de trayectoria en esto de embellecer la Ciudad y de dar contenido a las paredes. “Se van a cumplir veinticinco años de trabajo constante de muralismo en la Argentina”, subraya a Página/12. Además de docente y artista es un gran conocedor de la materia, y es uno de los impulsores del Primer Foro de Muralismo y Arte Público, que será hoy a las 19 en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543).
Para dar cuenta de que hace veinticinco años que el muralismo se produce sin parar, se realizará esta actividad con varios objetivos. Los panelistas serán Carpita, los muralistas Ignacio Soneira y Gerardo Cianciolo, el comunicólogo Diego Ruiz y el director nacional de Promoción de la Responsabilidad Social, Daniel Ezcurra. El coordinador es Juan Pablo Pérez. El legado estético y discursivo del muralismo de la Revolución mexicana, la obra de maestros militantes como Spilimbergo, Castagnino y Carpani y el lugar del muralismo en la historia son algunos de los temas que se abordarán. Pero el foro se propone ir un poco más allá: la intención es comenzar a pensar en un Instituto de Muralismo y Arte Público, con la Ley Nacional de la Música como precedente.
“Este foro surge de la necesidad colectiva de varios grupos que decidimos encarar un proyecto colectivo de gestión”, cuenta Carpita. Muralismo Argentino Contemporáneo, un grupo de grupos, es el organizador del encuentro. Lo componen colectivos de muralismo de las ciudades y ámbitos rurales (Carpita explica que, si bien el muralismo es más propio de la urbe, “arte público” es una noción que engloba otras expresiones). “Cada grupo tiene su trabajo, sus objetivos, su arraigo territorial, su relación o no con agrupaciones. Pero tenemos la necesidad de hacer más evidente nuestra labor”, explica.
–¿Cuál es, entonces, el objetivo desde el punto de vista político?
–No hubo períodos tan largos de desarrollo del arte público y del muralismo en el país. Queremos unirnos al trabajo de otros sujetos culturales, a partir del reconocimiento dentro de la cadena productiva y de un proyecto de país que busca la inclusión para desarrollar políticas culturales. Los muralistas hace veinticinco años que trabajamos en temas colectivos y de inclusión, pero siempre estamos dispersos y debatimos lo mismo: si nuestra labor es militante, si es colectiva o individual, si tenemos que ser autónomos o si le tenemos que pedir permiso a México para hablar de muralismo. En este momento, en el que vemos que la ley de medios puede abrir puertas o que existe un instituto para la música, queremos plantear la necesidad de un Instituto Nacional de Muralismo y Arte Público. Queremos dejar a la vista que somos trabajadores. Al músico no le piden que toque gratis, pero al muralista le dan pintura y una pared y parece que le están haciendo un favor.
–¿Eso no es parte de la cultura, también? La gente que camina por la calle no paga para ver un mural.
–Claro. Hay una problemática sobre la que habla Oscar Navaja Corral, un profesor de Madrid que trabaja la problemática del arte público y es museólogo. Los vecinos acostumbran el embellecimiento de su lugar, pero no tienen compromiso estético con su entorno. Queremos romper eso. Embellecer un lugar no es que alguien pinte un muro deteriorado. Sería ideal que tanto el vecino como el Estado se encarguen de hacer un recorrido por la memoria identitaria de un lugar para rescatarlo. El muralista es un trabajador. Se piensa que eso que se ve es generación espontánea. Y muchas veces hay una costumbre, también, a la mala estética. Estamos en un momento casi paradigmático. También está lo que se llama “neomuralismo”.
–¿De qué se trata el neomuralismo?
–Tengo amigos chilenos que entienden al muralismo como algo tradicional y no se consideran muralistas. Son técnicamente muy buenos. Estamos en una batalla cultural de arte urbano en las ciudades. Hay un mensaje carente de discusión política o estética del medio, que es vacío, decorativo, de embellecimiento. Como el de Macri: él alienta una Buenos Aires parecida a Barcelona decorada por graffiteros internacionales, un muralismo publicitario. ¿Qué nos quieren vender con un muralismo que no dice nada?
–¿Cómo se lograría que los vecinos se sientan parte de la discusión?
–El trabajo no se puede dar unilateralmente. No es como en el siglo pasado, cuando el Estado proponía una obra, vos proponías un boceto y te pagaban más allá de la opinión de la gente. Hoy las propuestas se encaran con diálogo territorial: con la vecindad, el barrio, la ciudad, las ONG, las bibliotecas. Tenés que conocer cómo se mueve la vecindad y quiénes serán receptores de tu obra. Si no es una obra llana, con características burguesas, de gobiernos que dicen que proponen lo mejor para la gente. En eso hay cierto vicio. Uno aspira a estados de bienestar, pero la sociedad está cada vez más crítica y siempre la que toma esa posibilidad de acción crítica es la derecha. Trata de capturar el pensamiento crítico de la gente y transformarlo en un pensamiento de oposición sin alternativa.
–¿Qué se busca con el impulso al instituto?
–Es una iniciativa que necesita consenso y participación. Busca la difusión, capacitación y producción del muralismo y del arte público, para toda la comunidad. Fomentar la actividad del arte público en todo el país. Creemos que el arte público es un acto socializador y democrático.
–¿Qué lugar tiene el muralismo hoy en la Argentina?
–En esta década recuperada, el muralismo empieza a encontrar diferentes puntos de interpretación. Estamos los históricos, que venimos con la idea de acompañar al pueblo en sus distintas etapas, y hay un “muralismo kirchnerista” de la nueva militancia. Entiende que si no hay compromiso, la obra queda fuera de contexto. Aparecen imágenes como el Nestornauta. Hay una línea que acompaña estos veinticinco años que se mantiene oculta, trabajando con la interpretación crítica y la incorporación de grupos sociales, y que no es sólo coyuntural, es estructural.
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