LITERATURA › PABLO MONTANARO
Esperanza, utopía y resistencia es la biografía del autor de Cólera buey.
› Por S. F.
Muchos adolescentes recitaban de memoria los versos del Poema del Mío Cid o el lorquiano Romance sonámbulo (“verde que te quiero verde”) sólo para aprobar esa bendita materia de la escuela secundaria llamada Literatura española, en los primeros años de la década del ’80. El periodista y poeta Pablo Montanaro no fue la excepción a esta “regla” escolar, pero de pronto descubrió que disfrutaba de los versos de un poeta argentino como nunca antes había imaginado. “Sentía que era único, que no había nada semejante. El me hizo descubrir dónde estaba la poesía y recuerdo cómo me estremeció ese poema en el que dice: ‘Esa mujer se parecía a la palabra nunca’...”, cuenta el autor de Esperanza, utopía y resistencia (Lea), una biografía y guía de lectura sobre la vida y la obra de Juan Gelman. Pero Montanaro no fue el único joven que empezó a transitar el camino de la poesía con los libros del autor de Cólera buey debajo del brazo. Toda una generación empezaba a deslumbrarse por la manera en que Gelman usaba el lenguaje, cómo escondía un cierto misterio, pero al mismo tiempo iluminaba, expandiendo los sentidos de la imaginación.
Montanaro repasa el itinerario vital y poético de Gelman. Muestra al chico de ocho años que pasó varios días leyendo un libro que eligió de la biblioteca de su hermano Boris, Humillados y ofendidos, de Dostoievski; al pibe de nueve años que se enamoró de la vecinita del barrio, tres años mayor que él y a la que intentó conquistar con poemas de Almafuerte, pero se los mandaba como si los hubiera escrito él; al adolescente hincha de Atlanta y habitué de las milongas que se incorporó a las filas del Partido Comunista y que con un grupo de jóvenes narradores y poetas editó la revista Muchacho. El estudiante que desertó a tiempo de la Facultad de Química para dedicarse a la poesía; el fundador, junto con otros militantes del PC, del grupo Pan Duro, que tenía como objetivo editar sus propios libros (el primero fue Violín y otras cuestiones); la ruptura con el PC y el ingreso a las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), que se fusionaría en Montoneros. Y la condena a muerte de la Triple A, la desaparición de su hijo Marcelo y de su nuera (embarazada de seis meses), el exilio, el reencuentro con su nieta y con el país (en los libros Valer la pena y País que fue será), el reconocimiento y los premios.
“Trato de reflejar la emoción que me provoca la poesía de Gelman”, explica Montanaro en la entrevista con Página/12. “Me interesa cómo poetiza el dolor, cómo no cae en la tentación de convertirlo en odio y consigue hacer poesía con su tragedia personal y el dolor de un país.”
–¿Cómo definiría la poética de Gelman?
–En Relaciones hay un epígrafe de uno de los heterónimos que utilizó Gelman, José Galván, que sintetiza su poética: “Hay que hundir las palabras en la realidad hasta hacerlas delirar como ella”. Es esa búsqueda y obsesión que plantea cuando dice que la poesía es lenguaje calcinado; esa sensación de que siempre está buscando la poesía y no lograrla atraparla, porque “¡esa señora se acuesta con tantos!” (risas). Me acuerdo de unos versos que dicen: “Hay un hombre que busca una palabra y no la encuentra”; todo el poema, en Gelman, consiste en esa búsqueda.
–¿Por qué piensa que Gelman queda a salvo de que la política y lo ideológico no interfieran en su poesía de un modo panfletario, como ha ocurrido con otros poetas de la generación del ’60?
–La poesía es el único tema posible y él trata de reflejar las circunstancias internas y externas de las que hablaba Paul Eluard. Gelman tiene una mirada poética que va más allá de las coyunturas; nunca escribió bajo dogmas ni cuando militó en el Partido Comunista ni cuando estuvo vinculado con Montoneros. El supo dividir bien las aguas: su adhesión a la lucha armada está enfocada en otros lugares, en la acción directa o en la reflexión sobre esas acciones, y la poesía va por otro camino. El hecho poético es ese espacio necesario y vital del hombre, del creador. No obstante se me ocurre que poesía y coraje son dos palabras que están marcando su acción política, su militancia y su creación.
–¿Cómo explica el redescubrimiento de la poesía de Gelman en estos últimos años?
–La obra de Gelman recorre también la historia del país; su poesía refleja la historia de encuentros, desencuentros y de contradicciones de la Argentina. Su obra atraviesa las entrañas de una sociedad difícil, contradictoria. El reconocimiento pasa por ahí, pero también porque la obra de Gelman es la más brillante de la poesía argentina.
–¿En qué libros percibe un cambio en los vínculos entre el poeta y el país?
–Para mí Gelman se reencuentra y se reconcilia con la Argentina en sus últimos dos libros: Valer la pena y País que fue será, en los que volví a sentir la potencia del poeta de Cólera buey. En sus últimos poemas Gelman se vuelve más reflexivo e íntimo, piensa y analiza su relación con la poesía y con el país. Pero además uno no puede dejar de mencionar el exilio, que lo llevó a poetizar el silencio a través de la traducción o de las reescrituras. Siempre estuvo lleno de la Argentina y nunca sacó los pies fuera del alma del país.
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