LITERATURA › LA PRESENTACION DE CRONICAS E ILUMINACIONES, REEDICION DEL LIBRO DE SPINETTA Y EDUARDO BERTI
Junto a Catarina Spinetta, Eduardo “Dylan” Martí y Marcelo Fernández Bitar, Berti reconstruyó la manera casi milagrosa en que consiguió convencer al Flaco de darle forma a un libro que, más que una larga entrevista, terminó siendo una obra conjunta.
› Por Cristian Vitale
“Quiero que hagan un libro sobre mí sólo cuando me haya muerto”, fue la primera respuesta que Luis Alberto Spinetta le propinó a Eduardo Berti cuando el entonces joven periodista le fue con la idea, allá por fines de 1988. Tal contundencia en la sentencia –más aquello del mañana es mejor, claro– tornaba casi utópica la posibilidad. Pero un posterior reordenamiento cósmico, unido a ciertos detalles terrenales que Berti revela en el prólogo de la esperada reimpresión de Crónicas e iluminaciones, torcieron el destino. Transformaron en una posibilidad concreta, reparadora y feliz su reedición amplificada, a través de editorial Planeta. “Es un milagro que Luis haya hecho este libro porque, la verdad, no lo veía hablando mucho de las cosas de él, medio que le escapaba al tema, prefería hablar de autos, de comida o de fútbol, pero no de su obra”, dijo Dylan Martí, fotógrafo y fraternal amigo del vate de Arribeños, en medio de la presentación del trabajo, en la que también participaron el periodista Marcelo Fernández Bitar –en calidad de moderador–, el mismo Berti y Catarina Spinetta. “Imagino que a él le hubiera encantado esta edición, que tiene un valor muy grande porque es Luis, no es alguien imaginando historias en torno de él, es algo que revaloriza su figura”, desarrolló el fotógrafo, ante una audiencia que desbordó todo espacio posible en la librería Daín.
Crónicas e iluminaciones, cuya edición original (de Editora/12) comprende el resultado de tres meses de conversaciones entre el periodista y el músico (donde ambos abordan el corpus poético-musical del protagonista hasta la edición de Don Lucero), volvió a la luz tras 21 años de “clandestinidad” –la última edición había sido parte de la colección “Personajes”, de la editorial AC, en 1993–. El retorno agrega al texto original fotos e ilustraciones inéditas, un reportaje a posteriori con anclaje en esa maravilla sonora llamada Peluson of Milk, la reactualización de una discografía que siguió su cauce natural y un texto del propio Luis, publicado en su momento en la revista del Hospital Borda. “La verdad es que miro hacia atrás y me sorprendo porque, después de todo el trabajo de conversaciones y escritura, no habíamos hablado nada sobre de quién era el libro, o sobre quién firmaba el contrato, en fin, fue algo incómodo... algo así como cenar, pasarla bomba y hablar después de quién va a pagar”, confesó entre risas Berti, acerca de otra de las aristas del libro, cuyos seis mil nuevos ejemplares reemplazan su carácter de incunable. “Al final, bueno, él dijo que el libro era mío, porque yo lo había escrito, yo le dije que era de los dos, porque él había dado el sí; en fin, me dijo que arreglábamos en que yo pagaba una cena de comida japonesa para Patricia, su mujer, Alejandro Rozitchner y yo. Pero cuando fuimos quiso pagar él”, evocó Berti, durante la charla musicalizada con gemas de Spinetta.
Otro plus de la reedición, dicho está, es el nuevo prólogo, en el que su autor explicita el aliento que le dio Luis Santiago –padre de Luis– para insistir con la idea ante la primera negativa; la influencia que ejerció el libro de François Truffaut sobre Hitchcock; o el entusiasmo inexplicable de Luis tras el negativo trance del principio. “Recuerdo que con unas cosas se entusiasmaba más que con otras. Por ejemplo, cuando habló de A 18 minutos del sol se entusiasmó como pocas veces. En cambio, cuando hablábamos de Solo el amor puede sostener le costaba más”, evocó Berti. “Igual, con el disco americano lo hemos dado vuelta varias veces. ‘Papi, ¡está buenísimo!, es increíble la orquestación que tiene’, le decíamos, pero él no se sentía él haciendo esa música, y él mismo la boicoteó. La La La, el disco que hizo con Fito Páez, era todo lo contrario. Ese sí era un disco que quería mucho”, agregó Catarina, en otro fragmento de la presentación, que también abarcó el recuerdo de momentos cálidos, cotidianos, de la vida del primus inter pares del rock argentino. “Una de las cosas que más me llamaba la atención de Luis era que muchas de sus canciones las componía en medio de un caos familiar... el lavarropas, la pileta, los chicos gritando, y él tenía la capacidad de abstraerse y componer cosas increíbles. Esa capacidad de aislarse en el medio de un tsunami era increíble: ¿cómo hilvanar una idea en medio de ese quilombo?”, evocó Martí.
El libro, que llegó a seis ediciones entre 1989 y 1993, se convirtió en un best seller que el mismo Spinetta mandó parar. “Nunca entendí sus razones, pero tampoco necesitaba entenderlas para respetarlas”, escribe Berti en el nuevo prólogo sobre el cierre de una causa que reabrió recién el año pasado, durante la muestra homenaje a Luis Alberto en la Biblioteca Nacional. Berti le tiró la idea a Catarina, sucesora del copyright, y la actriz aceptó. “Me pareció bien, y estuvo bueno que no se tocara el material, que el texto sea el mismo. Además, queríamos que fuera un libro, no una revista. Un libro lindo, con material fotográfico y una foto nueva para la tapa. La verdad es que esto no es oportunismo, esta obra tiene que estar, porque es parte de la historia, de la música, del arte”, sostuvo la hija mayor del Flaco, con Machi Rufino y Emilio del Guercio entre los asistentes.
Al retomar la palabra, Berti –que ya lleva un grueso trayecto como escritor y periodista cultural– trazó una comparación con el otro libro que se escribió sobre Spinetta: Martropía, de Juan Carlos Diez. “Tal vez la etapa de la que menos se habló en Crónicas... fue la del viaje de Luis a Europa después de Almendra y antes de Spinettalandia, pero está bien, porque el eje era su obra, disco por disco, canción por canción. En cambio, en Martropía habla más de ese momento, y es lógico, porque es otro enfoque”, sostuvo, y fijó en “La sed verdadera”, de Artaud, una de las claves para entrarle al todo del libro. “Creo que ‘La sed verdadera’ muestra un poco el tipo de oyente que buscaba... si nada salió de vos, estamos en problemas. Buscaba alguien que escuchara y fuera cómplice, y era maravillosa la forma que tenía de comunicarlo”, opinó Berti. “Sí, y era un autodidacta”, refirió Martí: “Luis no tenía conocimientos musicales formales, todo lo hacía con su oído, y eso era increíble. Llevaba la música al límite, como Charlie Parker y Astor Piazzolla”.
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