Mié 09.08.2006
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LITERATURA › ENTREVISTA CON EL ESCRITOR COLOMBIANO JORGE FRANCO

Las relaciones peligrosas

El autor de Rosario Tijeras pasó por Buenos Aires para hablar de Melodrama, su nueva novela, la historia de tres generaciones de una familia antioqueña signada por diversas formas de violencia.

› Por Angel Berlanga

“Yo creo que el camino de la escritura es de experimentación, de búsqueda”, dice Jorge Franco en un hotel de la calle Reconquista, a pocas horas de su llegada desde Montevideo y a pocas horas de su partida hacia su casa en Bogotá. Lleva ya una semana muy voladora: Lima y Santiago primero, las dos capitales rioplatenses después. Tras quince días de recuperación, la gira seguirá por México y Estados Unidos y algo más adelante será el turno de España, con Feria del Libro de Madrid –donde Colombia será país invitado– y Hay Festival de Segovia incluidos. “Ya estuve en el Hay original, que se hace en Gales, y en el que se hizo este año en Cartagena: es increíble, asombroso”, dice el autor de Rosario Tijeras y Paraíso Travel, dos novelas que inspiraron sendas películas, y explica por qué se maravilla con estos encuentros de escritores de todo el mundo: “Es sacar a la literatura de las ponencias y volverla un evento popular; uno va a hablar de su vida, su experiencia y sus rutinas como escritor... La gente te quiere oír, masivamente, y te para por la calle... Te vuelven como una estrella de rock”. ¿La literatura no es rubro interesante sólo para una minoría, Franco? “Sí, sigue siendo de minorías, pero yo creo que se pueden ampliar y llegar a ellas a través de este tipo de reuniones. Y además permite, como ocurrió en Colombia, que todos los medios pusieran atención en estos escritores. Y funciona. Si todas las artes, la música, el cine o el teatro, tienen sus festivales, ¿por qué la literatura no puede tenerlo? Algunos lo critican porque lo ven muy...”

–¿De mercado?

–Muy de farándula, de medios. Pero si eso permite que gente que no es lectora se acerque a los libros, bienvenido. Creo que no hay que temerle al espectáculo; tampoco es que hagamos un show: simplemente hablamos de nuestro trabajo. No hay por qué pensar que la literatura es exclusivamente de universidades y salones cerrados.

La experimentación y la búsqueda a las que aludía el escritor nacido en Medellín, elogiado por el viejo gigante Gabriel García Márquez y bastante machacado por Efraín Medina Reyes, refieren a Melodrama, la novela por la que anda de gira, recién publicada en la Argentina. El libro cuenta sobre todo las historias de Perla y de Vidal –ella ya vieja y él enfermo de sida–, de la ambigua relación entre ambos, de sus sórdidos historiales sexuales y sentimentales, de sus ásperos pasados y antepasados en Medellín y de un presente en París con todas las expectativas marchitas o a punto de. Franco dice que buscó tomar distancia respecto del tono, el recorrido y el espesor de sus novelas anteriores y que encaró un libro de largo aliento en el que cuenta la historia de tres generaciones de una familia antioqueña, con el telón de fondo del crescendo de la violencia y la descomposición social en Colombia. La prosa acusa drásticas determinaciones formales: continuos idas y vueltas en el tiempo, empalmes de primeras y terceras personas, un narrador omnisciente –Vidal– del que se ignorará hasta el final si está vivo o muerto o delirante y, además, unos diálogos entre paréntesis que cada tanto aparecen para relativizar la veracidad de lo que se está narrando. “La idea inicial fue contar la historia de la intimidad de una familia disfuncional, atípica en muchos sentidos y típica en otros –dice el escritor–. En Medellín, de donde yo soy, el núcleo familiar es muy fuerte y cerrado, y en algunos casos es allí donde se dan estos casos de sordidez, de violencia verbal, de incesto. Me interesaba contar cómo repercute la historia de Colombia en ellos: a veces con la ligereza de quien lee una noticia y pasa la página del periódico y a veces con la contundencia de eventos que los marcan, en particular la violencia. La violencia política de los años ’50 fue la madre de la actual: los sicarios son los hijos o los nietos de los desplazados desde el campo a las ciudades.”

–¿Encuentra puntos de contacto entre su novela y lo que sería un culebrón?

–Primero decidí como perderle el miedo al melodrama, en cuanto a la asociación que puede hacerse con el culebrón; yo creo que el título más acertado, que jamás habría sido aceptado, sería anti-melodrama. Porque conserva sus elementos, pero muestra los costados oscuros, todas las esquinas en las que el melodrama no penetra, porque es blanco. Pero sí sentía que su impulso estaba en la historia, la exaltación de los sentimientos, la exageración, los llantos, los gritos. Y no temí usarlo porque creo que sobre todo en Latinoamérica somos melodramáticos y que eso está en nuestra formación familiar, social y cultural. Ya tenemos antecedentes en la ranchera, en el bolero, en el tango y en la misma literatura: recuerdo con mucho cariño un par de libros de Manuel Puig, Boquitas pintadas y El beso de la mujer araña.

–Respecto de las búsquedas de sus personajes, ¿qué tienen en común?

–La búsqueda de sí mismos a través de la sexualidad y la confusión que ahí encuentran. Es un tema que he trabajado también en mis libros anteriores. Más allá de lo que inicialmente pueda creerse haber encontrado, algunos caminos de la sexualidad no necesariamente desembocan en el amor. Y a veces hay caminos que llevan al amor que no pasan por la sexualidad. Esas confusiones llevan a los personajes a encontrarse. Es un proceso humano: a medida que crecemos en la sexualidad algunas veces encontramos lo que buscamos y otras hallamos mensajes equívocos.

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